Lección centenaria y medida en la Buena Muerte

Su origen no se explica sin la misión de llamar a la comunidad educativa de la Universidad de Sevilla al catolicismo con la imagen del Cristo de la Buena Muerte como imán. Era 17 de noviembre de 1924 . Cien años después, otro 17 de noviembre, la hermandad de los Estudiantes ha salido a la calle para cumplir otra misión, dar certeza a la ciudad de que el sentido de la medida en las cofradías sigue existiendo y, de nuevo, con el Cristo de la Buena Muerte como reclamo. Una lección centenaria . Ni por exceso, ni por defecto, lo justo. En el Centro de Sevilla, a esa hora de la tarde de un día otoñal de poco abrigo y más turistas, poco o nada hacía presagiar otra salida extraordinaria de una cofradía. El entorno de Laraña y la Anunciación iba ganando en público, pero sin agobios. Que fuera domingo ha influido, evidentemente. A pocos minutos de la hora de la salida marcada, el sol iluminaba los adornos navideños. Era un trampantojo. No, señora, aún no han encendido las luces de Navidad. Puntual, a las 17.00 horas, la hermandad ponía la cruz de guía en la calle. Al fondo, Juan de Roelas y su retablo, Juan de Mesa y su crucificado y el palacio que Joaquín Castilla ideara para la Virgen de Juan de Astorga. Cinco tramos antecedían a la presidencia, en la que se podía ver al rector de la Universidad de Sevilla, Miguel Ángel Castro. La corporación concedía un día antes el título de hermano mayor honorario a la institución académica. El primer hermano mayor de facto fue el rector Feliciano Candau. La Universidad de Sevilla era la primera de España en acoger en su seno a una hermandad penitencial. Los estandartes recuerdan el origen de la cofradía: razón y fe, fe y razón . A la postre lo fundaron académicos, profesores, alumnos y trabajadores de la universidad quienes decidieron buscar la lección magistral en el crucificado de Juan de Mesa que colgaba de un pasillo de la Facultad de Filosofía y Letras, por entonces en la calle Laraña. Pero siempre de la mano de la Iglesia de Sevilla. Del cardenal Ilundain al añorado don Juan del Río . Así pasaron las insignias de las facultades de Ciencias Económicas y Empresariales, Ciencias, Filosofía y Letras, Medicina y Derecho. Y en quince minutos se reproducía, a color, una estampa histórica. Sonaba la marcha real y arrancó la banda sonora de una tarde de otoño, tocaba Tejera . En el frontal del paso resaltaba la medalla de la Ciudad que el Ayuntamiento concediera a la banda. La cuatro veces centenaria talla de Juan de Mesa salió de la Anunciación. Llevaba claveles rojos, como hace 50 años. Los primeros sones son los de 'Cristo de la Buena Muerte', que José Albero Francés compuso para el cincuentenario. Y con 'Virgen del Valle', en homenaje a la corporación del Jueves Santo, atraviesa Laraña y rompe los rayos del sol que aún se cuelan. Era la antesala del regalo de repertorio que traía una tarde sin bullas, con las únicas prisas por volver a disfrutar de la hermandad, de principio a fin. En el cortejo del paso de palio vienen todas las hermandades que no han querido faltar a la cita con la historia de los Estudiantes. Un lugar privilegiado ocupan, como no podía ser de otra manera, el Valle, Santa Genoveva y la Macarena . Cuarenta minutos después de abrirse las puertas, la majestuosa obra de arte, en su conjunto, que tiene la hermandad como palio para la Virgen de la Angustia se ponía en la calle, no sin dificultad. Una vez más, la maestría de Antonio Santiago, padre e hijo, y su equipo. Calas, nardos y 'pittosporum' realzaban, aún más si cabe, la belleza de la Virgen, a lo que hoy ha contribuido su vestidor, Joaquín Gómez. 'Angustia', de Braña, y 'Cristo de la Buena Muerte'. Empezaba la música, se iba el sol. Mientras el Cristo tomó O'Donnell' con 'Mektub', la Virgen de la Angustia lo hacía con sones macarenos. Se encendía el alumbrado, caía la noche y llegaba 'Pasa la Macarena'. Ni queriendo se alcanzaba esa sincronización. Con 'La Sangre y la Gloria' se perdía el paso de palio, aunque en este caso, los cofrades siguen ganando. El manto es majestuoso. Aunque se hizo de rogar en el Ayuntamiento, los costaleros, grandes protagonistas en la historia de la hermandad con la primera cuadrilla de hermanos costaleros en Sevilla, plantaron al Cristo frente a la representación municipal, encabezada por el alcalde, José Luis Sanz. Allí se vivió uno de los momentos de la noche. Tejera interpretó 'Amarguras' y el Cristo de la Buena Muerte se marchaba por la Plaza Nueva. Por partida doble, sonó 'Procesión de Semana Santa en Sevilla' y después, sin querer, algunos murmuraban el himno universitario 'Guadeamus Igitur' para que la Virgen de la Angustia llegara ante el Ayuntamiento. Allí, uno de los personajes cofrades que sacó a todos una sonrisa durante la pandemia, Angelito 'el aguaó' se llevó un abrazo del alcalde y de muchos concejales. El hermano mayor, Jesús Resa, tuvo un detalle con él y le regaló una flor de la Virgen. Angelito se fue con la sonrisa de oreja a oreja. Una recompensa. Por Hernando Colón llegaba el cortejo para rodear la Catedral. Entre las almenas del Alcázar, ' Cristo en la Alcazaba' . Por la espalda del Archivo de Indias un Cristo muerto y su madre dolorosa. En la fachada principal, la feria de los Belenes. Las cosas de la ciudad a las puertas de un nuevo Adviento. Ya con menos público y algo de retraso en el reloj, esta salida extraordinaria dejó momentos para retener en el imaginario cofrade de la ciudad. La imponente talla de Juan de Mesa con el eco de 'Soleá dame la mano', 'Sevilla cofradiera', 'El Cachorro', 'Virgen del Valle' o la marcha fúnebre de Chopin. Y a escasos metros, la Virgen. En una misma estampa, en una cámara de móvil, se enmarcaban los cien años de los Estudiantes, un siglo de lección medida en la Buena Muerte que se guarda en una capilla universitaria.

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