Los mayores no pudieron escapar de la DANA

«Allí, en aquella casa, ha fallecido una mujer mayor. Iba en silla de ruedas y no pudo subir al primer piso». Era en Utiel , apenas veinticuatro horas después de la tragedia cuando Diego y Nicolás –dos colombianos que trataban de salvar lo poco útil que quedaba en su coche destrozado junto al cauce del Magro– ya nos anticipaban el perfil de la mayor parte de los fallecidos en estas inundaciones. Así, de acuerdo a los datos facilitados ayer por el Centro de Integración de Datos (CID) de las 216 víctimas mortales registradas en esta catástrofe, por encima del centenar (104) tenían más de 70 años . Incluso, si bajamos el umbral a los 60 años, la cifra asciende a los 137, mucho más de la mitad de los fallecidos. En cuanto al sexo, la mayoría son hombres, 131 frente a 85 mujeres, y de nacionalidad española, 190 ante otros 26 de 11 nacionalidades diferentes. Entre los 216 fallecidos también hay 9 menores de edad, 7 de ellos por debajo de 11 años , como los hermanos Izan y Rubén, «els xiquets» arrancados de los brazos de su padre por la tromba de agua en la urbanización del Más del Jutge en Torrent, como narró ABC en los primeros días de la tragedia. El perfil de las poblaciones en las que han sido encontrados los cuerpos, aunque no necesariamente estuvieran empadronados allí, también se corresponde con las localidades que han sufrido los mayores daños. «¡En Paiporta hay muertos, en Paiporta hay muertos! », trataba de explicar Nerea , en un grito desesperado, a la Reina Letizia durante la frustrada visita a la localidad. Era domingo y el clamor de la joven estudiante de Periodismo evidenciaba una triste realidad: cinco días después de la tragedia todavía no se había podido realizar el levantamiento de todos los cadáveres. De hecho, con 45 fallecidos, Paiporta es la población que encabeza este macabro ranking, seguida de Catarroja (25), las pedanías de Valencia (16), Alfafar (15), Massanassa (11) y Benetússer, Torrent y Picanya (con 10 fallecidos en cada caso). El mayor número de fallecidos se concentra en las localidades atravesadas por el cauce del barranco del Poyo, que con un caudal cuatro veces el del Ebro –en la última medición antes de que la crecida inutilizara los equipos, por lo que fue mucho mayor– ha anegado todas las poblaciones a su paso. En algunos lugares, como en las casas cercanas al cauce en Paiporta, el agua rebasó los tres metros . Fina es sanitaria y atiende a varias personas ancianas o dependientes a quienes les ayuda en las tareas cotidianas, la medicación y el aseo. En la tarde del martes 29 la inundación le sorprendió ayudando a una paciente que tiene huesos de cristal. «Le estaba ayudando a ponerse el pijama y prepararse para dormir cuando escuché que alguien aporreaba la puerta con insistencia», nos cuenta a ABC. «Como en ese momento mi paciente estaba medio desnuda le hice esperar, pero tanto insistía que al final tuve que ir a abrir la puerta», continúa. Apenas pudo. El agua ya llegaba entonces casi por la cintura y Fina se percató entonces de la tragedia. «La chica que llamaba a golpes es la vecina del primer piso, está embarazada de nueve meses, pero sabía que estaba yo allí con su vecina, que es dependiente y apenas se puede mover por sí misma», nos explica Fina. Se trata de una vivienda en planta baja, en el Parque Alcosa de Alfafar, una de las zonas más deprimidas afectadas por la tragedia. «Si no hubiera venido a avisar nos hubiéramos muerto ahí, porque en pocos minutos el agua llegó al techo de la casa, por eso bajó a avisarnos. Le debemos la vida», añade. Para Fina y su paciente la historia tuvo un final feliz. Con ayuda de la vecina embarazada pudieron subir hasta el primer piso y contemplar como la casa quedaba totalmente cubierta por el agua. El aviso de la vecina les salvó . Pero no corrieron la misma suerte más de la mitad de fallecidos, atrapados muchos de ellos en los bajos sin posibilidad de luchar contra una tromba de agua que entraba por puertas y ventanas, sus únicas vías de escape. Las poblaciones más afectadas forman parte del cinturón urbano de la ciudad de Valencia que tuvo un gran crecimiento en las décadas de los 60 a los 80 del pasado siglo, con la llegada de emigración procedente de Castilla La Mancha y Aragón. Se trata de edificios de cuatro a seis alturas, donde los bajos suelen ser comerciales, pero también viviendas . En esos casos, las ventanas están protegidas por rejas, que convirtieron las viviendas en una cárcel de la que no se pudo escapar. En la zona, quienes compraron las viviendas en su época de construcción, se encuentran en edad de jubilación , lo que explica también que el mayor parte de los fallecidos estén en esa franja de edad. De esta forma, las plantas bajas y las condiciones de dependencia de sus moradores se convirtieron en una trampa mortal. Una circunstancia que pone aún más de relieve la necesidad de un mensaje de alerta que advirtiera del riesgo de inundación con el tiempo suficiente para reaccionar. Sin embargo, conviene recordar que el Es-Alert se envió a las 20:11 –cuando muchas de esas zonas estaban ya cubiertas de agua– hablaba sólo de evitar desplazamientos por las lluvias y no del riesgo real de inundación. Una información, tarde y mal, que de nada sirvió a quienes ya estaban atrapados en su ratonera. De la inutilidad de aquel mensaje habla también el hecho de que, en la práctica, estaba dirigido a alertar del riesgo de una posible rotura de la presa de Forata, en medio del cauce del Magro, que nada tiene que ver con el barranco del Poyo. Incluso aquí tampoco cumplió su objetivo, porque también llegó tarde. Según el listado de fallecidos, en las localidades afectadas por la crecida del Magro se encuentran 36 fallecidos . Chiva, con 8, Cheste, 7, y Utiel, 6, son las más afectadas, aunque cauce abajo localidades como Algemesí, 3, Guadassuar y L'Alcúdia, con dos cada una, también han perdido vecinos.

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