Los vigueses, en pie de guerra contra la «monstruosa» Navidad de Abel Caballero

En pleno mes de julio, con los termómetros por encima de los 30 grados, el alcalde de Vigo, el socialista Abel Caballero, acudía al inicio de la instalación de las luces de Navidad en la ciudad que, desde el sábado , iluminan más de 400 calles. «Arranca la Navidad en Vigo y yo quiero que la ciudad la disfrute. Todo el mundo quiere ser Vigo» , se le podía escuchar decir estos días, dando el pistoletazo de salida a una época ya tradicional en la urbe. Pero, para muchos vecinos, estas palabras no podrían estar más lejos de la realidad. Especialmente aquellos que viven en lo que definen como la «zona cero», el epicentro de las fiestas, que, dicen, se han convertido en un monstruo que engulle sus barrios durante tres tortuosos meses de ruido, suciedad y miles de visitantes. No es una crítica nueva -precisamente este año el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia dictó sentencia condenando al Concello por superar el límite de ruido en una vivienda- pero este año, además, viene acompañada del dolor de la reciente tragedia que ha azotado al Levante del país. Una «falta de empatía vergonzosa» que para muchos no se salva con el homenaje de este fin de semana y que, junto a lo que decenas de asociaciones de vecinos consideran un despilfarro de fondos públicos en una ciudad con carencias en materias tan básicas como la vivienda, ha llevado a la ciudadanía a colgar desde sus balcones y ventanas sábanas blancas , como muestra de apoyo al pueblo valenciano y también de oposición a un alcalde que alguno acusa de autoritario. Tan solo en diciembre de 2023, según los datos que el Instituto Nacional de Estadística recaba a través de los teléfonos móviles, fueron más de 143.000 personas a disfrutar de la «ciudad de la Navidad» , cuya población, cabe recordar, no llega a los 300.000 habitantes. Según Caballero, en toda la temporada esta cifra habría superado los 5 millones. Pero independientemente del número, lo que los vecinos tienen claro es que la situación que atraviesa su ciudad cada año es «un horror», como asegura a este diario la presidenta de la Asociación Zona Centro, Alba Novoa, muy crítica, junto a otras como Os Ninguéns o la Federación de Asociacións Veciñais de Vigo Eduardo Chao, con la situación. Para los que no viven en esas 420 calles que se sumergen de lleno en la Navidad en esta época del año, Novoa entiende que puede resultar difícil comprender la magnitud del agravio que les supone. Día y noche conviven con el ruido de las atracciones, de los puestos, las luces, la música y las calles masificadas que, en algún punto de la noche, acostumbran a dar paso a la fiesta y al «botellón», indica. Estas son algunas de las «consecuencias» de tener un «parque temático monstruoso» que engulle la ciudad , explica, pero no las más peligrosas. Y es que, como explica Novoa, además de ir en contra de su derecho al descanso, las fiestas atentan también contra su derecho a la seguridad, «a que puedan acceder los servicios de emergencia, las ambulancias, los bomberos, la policía exactamente en el mismo tiempo que accederían a cualquier otro barrio de la ciudad que no está en este parque temático». Además, añade, la masificación restringe la circulación en el centro, pese a que pagan el impuesto de circulación, entre noviembre y enero se hace «imposible circular libremente». Desplazarse al trabajo, a casa o al médico puede suponer toda una hazaña, y, en muchos casos, un reto, sobre todo si se trata de personas vulnerables, como niños, mayores o vecinos con alguna discapacidad, asevera. Para los vigueses, indica, es «una agresión directa» por parte del Concello de su ciudad. Una situación que se exacerba aún más teniendo en cuenta las deficiencias que tiene la ciudad en la que, como denuncian desde el foro socioeducativo Os Ninguéns, firmantes también del manifiesto, «hay carencias muy graves durante todo el año» . Este colectivo ha denunciado en numerosas ocasiones la inacción para solucionar los problemas que tiene la urbe con las infraviviendas, como la congregación que celebraron hace algo menos de un mes para recordar que el incendio de la calle Alfonso X que se cobró la vida de una madre y tres de sus hijos el año pasado fue una desgracia que «podría haberse evitado» si los vecinos más empobrecidos de la ciudad tuviesen acceso a una vivienda digna. «Nos gustaría vivir en una ciudad en la que las personas, su cuidado y su bienestar sean lo primero [...]. Hasta que eso no suceda, no entenderemos ni aplaudiremos este tipo de gastos» que el Concello dedica cada año a la Navidad. Pero pese a sus denuncias, este año la Navidad ha vuelto a empezar como otro cualquiera. Eso sí, esta vez tienen «una sentencia a su favor», recuerda Novoa, en la que, más allá del pago prácticamente simbólico de 600 euros a una vecina, se reconoce que el Concello superaba el límite de decibelios permitido. «Solamente nos queda confiar que algún juez o jueces sensatos sean valientes y le pongan en su sitio», lamenta, en referencia a un alcalde que, además, asegura, no les escucha. No hay «participación democrática [...], le hemos pedido [al alcalde] reuniones todos los años y no nos ha recibido nunca» . «La gente lo que tiene es una sensación de impotencia total», confiesa. «Hartazgo» con un alcalde «ególatra» y «narcisista», que, cuando se quejan, los tilda de «antivigueses». Algo que, asevera, no podría estar más lejos de la realidad, porque están denunciando una situación, precisamente, porque «quieren» a su ciudad, sus barrios y se sienten orgullosos «de ser vigueses». «Si no estaríamos mirando para otro lado, o nos habríamos ido de Vigo», reconoce. Ellos, asegura, no se van a ir.

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