Madrid no tiene Torre Eiffel ni Big Ben , ni falta que le hace. Durante décadas ha anhelado su propio icono, sin darse cuenta de que siempre lo ha tenido delante de su mirada y que era justo lo que le hacía tan especial y diferenciable. Tuvo que llegar una pandemia para que abriera los ojos y exportara al mundo algo con lo que, ahora sí, se identifica a Madrid y convierte esta ciudad y por extensión esta región en un lugar más que atractivo. Podría decirse que sugerente y adictivo. Y no es un icono material, sino de los que no se pueden tocar, pero se sienten y seguramente de los que calan más. Lo que más y mejor... Ver Más
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