«No creo que sea un momento como para tirarse de un puente; no hay nada perdido. La gente, a veces, no solo es electa; también puede ser rechazada», suelta Margaret Atwood (Ottawa, 1939) a modo de despedida. «No creo que vayamos hacia la Alemania de 1935», añade segundos antes de desconectarse de una multitudinaria conferencia vía Zoom que ha servido para presentar 'Perdidas en el bosque' (Salamandra), su último libro de relatos. Se refiere Atwood, claro, a la reciente victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, mazazo histórico para los demócratas tras el que la autora de 'El cuento de la criada', uno de los libros más censurados en feudos republicanos, ve, de momento, más interrogantes que respuestas. «¿Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, va a colapsar? ¿Estamos viendo un imperio en declive?», se pregunta la canadiense antes de convenir que si algo va a conseguir Trump es «crear mucha ansiedad». «Sobre todo para la gente que vive cerca de Ucrania», subraya. Más preguntas a pocas horas del batacazo electoral de Kamala Harris. «¿Vamos a tener una dictadura 'hitleriana'? Lo dudo. Pero depende de si podemos creer en algo de lo que dice Trump, porque miente tanto«, sopesa. Y sigue. «¿Va a sobrevivir a su mandato? ¿Cómo estará de salud? Igual las cosas son más serias de lo que parece. Igual lo incapacitan», aventura. En cualquier caso, si algo tiene claro la autora de 'Alis Grace' es que sus vecinos han votado más a la contra que a favor. Les ha podido más el miedo a Harris, cree, que la devoción por Trump. «Mucha gente, mujeres incluso, tenían miedo de tener una mujer presidente, sobre todo una mujer negra. De hecho, mucha gente que votó a Trump tenía miedo a Kamala Harris como mujer negra. Seguramente les preocupaba que les pudiesen hacer a ellos lo mismo que ellos han estado haciendo desde el poder. Es decir: tienen miedo de perder su estatus», reflexiona Atwood. Ahora, añade, sólo queda esperar y preguntarse «qué ocurrirá». «Los republicanos, por ejemplo, han separado el tema del aborto de las elecciones, Como mujer, tu podías votar en un referéndum por proteger el aborto y luego votar por Trump», ejemplifica. Política al margen, sí es que tal cosa es posible hablando de una autora que entrevió el futuro y tuvo que hacer una edición ignífuga de 'El cuento de la criada' para criticar el desmadre de la censura, Atwood retoma en 'Perdidas en el bosque' algunas de sus obsesiones recurrentes como el matrimonio, la muerte, las relaciones familiares y la extrañeza cotidiana. También viejas pasiones como el Decamerón o George Orwell, faro moral y literario que, recuerda, la acompañó hasta su novela más celebrada. «Lo leí cuando era bastante joven, cuando no tenía ni idea de que 'Rebelión en la granja' era una alegoría política. Me causó mucha impresión. Después leí '1984' con trece años, cuando se publicó, y ahí ya entendí que era un libro sobre política, sobre las dictaduras. De ahí vino mi interés por las formas de gobierno totalitarias», rememora. En aquel momento, recuerda la canadiense, las librerías no se habían convertido aún en una barra libre de distopías ni la realidad andaba empeñada en entregarse con espíritu olímpico a la competencia desleal. Aún así, concede Atwood, las narrativas distópicas siguen siendo más vigentes y necesarias que nunca. ¿El motivo? Fácil. Las cosas siempre pueden ir a peor. «El XIX fue el siglo de las utopías, porque pensaban que todo podía ser mejor. Esa creencia venía de todos los progresos médicos, soñaban con volar, habían creado el sistema de alcantarillado... ¿Por qué no iba a ser todo mejor? No sentían el desaliento del futuro», relata. El XXI, en cambio, va camino de convertirse en de los escenarios pesadillescos y la literatura del fin del mundo. «Ahora hay un diluvio de distopías, y muchas tienen que ver con el cambió climático, con las amenazas a los que se han de enfrentar las mujeres«, apunta. Convencida de que la diferencia entre novela y cuento tiene que ver longitudes de onda y variaciones de los mismos patrones, Atwood reconoce haber salido de 'Perdidas en el bosque' igual que entró. Algo más sabia, quizá, pero sin grandes revelaciones en el zurrón. «Una de las cosas que aprendes al escribir es a fracasar. Tienes que tirar muchas cosas a la papelera. Si buscáis una respuesta más metafísica, no la hay. No sé si el escritor y el ser humano se pueden separar. Son como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Comparten dos funciones en una misma persona», reflexiona
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