La trayectoria de Martín García García (Gijón, 1996) impresiona tanto por lo conseguido como por lo que puede llegar en los años siguientes. Fue el primer premio en el concurso internacional de Cleveland en 2021 y el tercero en el concurso Chopin en ese mismo año, y ha publicado ya dos discos: 'Chopin and his master' y 'Even tide'. Con tal experiencia a los 28 años, Martín García García llega este viernes al Festival Rafael Orozco para interpretar, junto a la Orquesta de Córdoba en el Gran Teatro, el segundo concierto de Chopin, un autor muy presente en su vida artística. -Está en su discografía y en este concierto. ¿Quién es Chopin para usted? - Chopin podría decir que es buen amigo, desde hace unos años he compartido mucho con él en mis conciertos. Desde hace unos años ha estado conmigo, y cada día que me despierto me despierto con su música y con su atracción. Sí, es un gran amigo. -¿Un buen amigo al que se llega a conocer del todo? -No del todo, porque como con cualquier persona descubres cosas nuevas en algunos momentos, aunque pienses que lo conoces. -Chopin es un autor del que destaca la sensibilidad y delicadeza de su música, que dicen que era la que él mismo desplegaba cuando se sentaba al piano. ¿Obliga a interpretar de una cierta manera para mostrar esa delicadeza e intimidad? -Sí, obliga. Es una idea que se ha un poco ya arrastrada, sobreutilizada, en la idea de que el hombre era una persona sensible. Si es que es verdad que Chopin tenía tuberculosis en la mayor parte de su vida, y y eso le hacía tener muy pocas fuerzas. Era muy pequeño, pero tenía mucha sensibilidad. Pero cuando yo lo he estudiado he llegado a la conclusión definitiva de que esa sensibilidad no estaba nada relacionada con, por ejemplo, ser pusilánime, ser depresivo, ser excesivamente sentimental. Obviamente, era muy sensible al mundo. Era muy sensible a la música en sí, a la expresión. Y esa sensibilidad lo llevaba a crear cosas de una expresión muy grande. -¿Y siempre fue así o ha encontrado otras características? -Sí que es verdad que hay un poco de todo. Está el Chopin depresivo , está el que no lo es, pero luego es verdad que por cada pieza que hay depresivas hay dos que son muy abiertas. Yo diría que para tocarla, sí. Es importante su sensibilidad, que es un parte absolutamente esencial. Pero también hay que infundirle un cuerpo, infundirle carácter. Incluirle un poco de disciplina y de mirar un poco hacia el futuro también. Porque hay muchos otros adjetivos que se le podrían poner, a parte de su sensibilidad, aunque obviamente está ahí. Pero con mí, el carácter es mucho más complejo. Es muy bonito, con muchos más adjetivos. -Cuando uno afronta la interpretación de algún autor, tiene uno delante de sí la partitura, que tiene unas notas, unos valores, unos matices, unas indicaciones que hace el compositor. A la hora de interpretar, y subrayo la palabra interpretar, ¿uno puede aportar algo, decir algo que otro intérprete no haya dicho? -Sí, mucho. Es un intermediario que tiene en cuenta su personalidad , si realmente aprendemos muy bien lo que estamos estudiando. Hay mucho más contenido objetivo que subjetivo. En el escenario se nota mucho cuando se está utilizando algo de forma automática. -¿Y el intérprete, el pianista, está obligado a distinguirse en algo de los otros, de los que lo han hecho antes que él? -No, no es una obligación. Yo creo que no es una cosa automática. Cuando el músico se pone al trabajo ya crea alguna cosa novedosa, única. Va a salir algo distinto. Si lo entendemos como una imitación , va a salir algo electrónico, algo sobreinterpretado. Saldrá una pieza bonita por cómo nos enfrentamos a ella. -¿Ha evolucionado mucho la forma de sentarse al piano y de tocar en los últimos años? ¿Sigue evolucionando la técnica? -Sí. Nunca ha dejado de evolucionar y cambiar , y ha evolucionado muchísimo. Hay muchas cosas que se tienen que hacer bien y disfrutar de tocar en cualquier piano. -A los 27 años uno parece tener bastante carrera por delante. Dentro de algunos años, a medio o largo plazo, ¿hay algún reto que le gustaría superar? ¿Lo tiene previsto o piensa seguir trabajando y que sea su propia trayectoria la que le ponga esas metas para el futuro? -Bueno, yo siempre digo que cada concierto es prácticamente como el último, pero sí, eso hace que cada uno de los conciertos sea un resultado de todo el bagaje que llevo detrás. Todo eso confluye hace también en que la trayectoria que llevo para el futuro se desarrolle un poco por sí misma. Hay muchísimo repertorio que superar, muchísimos grandes artistas, y habrá tantos lugares preciosos en España donde presentar música fantástica a lo largo del tiempo. Que tuviera un reto como el otro no podría justificarlo, la verdad. El concierto en Córdoba ya es un reto, es un hito en mi carrera, y no quiero pensar en lo que puede suceder dos días más tarde, mucho menos en cuatro años más tarde, diez años más tarde.
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