Merengue de Córdoba: 80 años de flamenco con el ánimo de «seguir adelante»

«Estoy saliendo de todo y solo pienso en curarme, abrir mis guitarras y seguir adelante». Esa es la declaración de intenciones que pronuncia con una sonrisa Rafael Rodríguez 'Merengue de Córdoba' a los pocos días de cumplir 80 años de edad. Se trata de uno de los mejores guitarristas españoles de su generación , una leyenda, cuya memoria guarda la Taberna La Fuenseca, donde está ubicada la Peña que lleva el nombre del artista y en la que se realiza el encuentro con ABC. Allí, en sus paredes, hay cientos de fotografías que recorren su vida. Y la legión de artistas y personajes públicos que por allí comparecen es fascinante. Desde Paco de Lucía a Fosforito . Desde Camarón a Lola Flores o Fernando y Bernarda de Utrera. Desde María Dolores Pradera a Raphael y Masiel. También toreros como El Cordobés, actores como Omar Sharif y míticos rincones flamencos como el Circo Price o el tablao El Duende de Madrid. O estampas de viajes por París o por Estados Unidos. «No hemos parado quietos», dice el artista en referencia también a su esposa, la bailaora Concha Calero , con la que llegó a pasar hasta un año trabajando en Hawái . «Nos fuimos en verano, volvimos en verano y creo que somos los únicos cordobeses que pasamos un año sin invierno», dice entre risas. El artista viene de unos años complicados, de operaciones, incertidumbres y médicos . «Hasta los 70 años se puede decir que no sufrí ni un refriado, pero luego he tenido que superar dos cánceres », explica. «He llegado a estar sin ganas de nada, aunque siempre he tratado de tener una sonrisa para todo el mundo, incluso en los peores momentos, porque yo soy así», recuerda. Ahora se encuentra mejor, con más autonomía, y ha podido «hacer mucho deporte de agua este verano». «Creo que estoy saliendo y que esto no se va a quedar aquí, y eso es lo que le digo a Dios», afirma mientras va saludando a los vecinos del barrio y a los aficionados que se acercan por la Fuenseca –aquí las noticias corren rápido- para darle un abrazo o para pedirle una fotografía. Que en esta taberna histórica haya entre la parroquia alguna leyenda del flamenco o célebres artistas actuales es casi una costumbre diaria a la que ya están habituados sus parroquianos, pero que Merengue vuelva a su peña siempre es algo especial que se celebra con emoción. Cumplir 80 años de vida no es mal momento para hacer recuento. De sus comienzos, explica que «la guitarra vino como Dios quiere que vengan las cosas». Es decir, con algo de suerte y casualidad . Según rememora, su madre se quedó viuda cuando él era muy pequeño y a él y a sus hermanos, que habían nacido en el barrio de Santiago, los mandaron un tiempo a un hospicio . «Allí fui monaguillo y mil cosas más y luego estudié en la Laboral, pero nos pusieron muchas asignaturas y yo no pude con eso», cuenta de esa infancia suya no exenta de curvas. Tras dejar los estudios, comenzó a trabajar en Gemasa y «por las noches quitaba y ponía las sillas» del tablao del Zoco de la Judería , «donde mi madre estaba de encargada de la barra». Allí había un cuadro flamenco que mandaba el representante Juan Antonio Pulpón desde Sevilla y actuaban entre otros El Poeta, Merche Esmeralda o Matilde Coral . «Me gustaba quedarme escuchando aquello y mi madre le dijo al dueño del Zoco, con el que más tarde se casó y fue mi segundo padre, que quizá yo pudiese aprender a tocar la guitarra porque se veía mi afición», explica Merengue. Lo pusieron a dar clases con Antonio del Lunar , gran maestro de aquella época, y en un mes ya estaba en el escenario. «Pasaba allí muchas horas y empecé a ir conociendo poco a poco a los grandes artistas, aprendía mucho», explica. Los concursos, trampolín entonces y ahora para los que empiezan, fueron los que luego le permitieron salir de Córdoba. Primero en Jerez, en el 62, cuando ganó allí el concurso de guitarra de acompañamiento . «Fue mi madre la que me apuntó y al final resultó maravilloso, porque a partir de aquello, tras verme allí, Juanito Valderrama llamó al cantaor Curro de Utrera para decirle que me quería llevar en sus espectáculos». Se fue con Valderrama, pero en los periodos en los que no había espectáculo Rafael se marchaba a Madrid y trabajaba en el tablao el Duende, de Gitanillo de Triana , que según recuerda «adoraba todo lo que olía a Córdoba». Allí estuvo trabajando «hasta que el pobre Gitanillo se mató en 1969 en un accidente de tráfico». Por El Duende pasaban todos los famosos de aquel Madrid de los 60, en pleno Desarrollismo, y pudo conocer a mucha gente. «He estado con toreros como Luis Miguel Dominguín, Curro Romero, El Cordobés o Antoñete y también con actores y actrices muy conocidos como Ava Gardner, Alain Delon o Anthony Quinn », explica. También ganó Merengue el Nacional de Córdoba, un premio que tienen igualmente su mujer, Concha Calero, y su hija Desirée. «Creo que somos la única familia que lo ha logrado tres veces, y mi hija Coco también lo habría ganado pero decidió irse a dar clases a Marbella», explica. El siguiente paso importante en su carrera fue ingresar en el Ballet Nacional de España . Según evoca, «allí estaban los mejores, como Habichuela, los Marotes o Enrique de Melchor». Aquello «fue un aprendizaje tremendo, porque Antonio 'El Bailarín' nos preparaba unas coreografías maravillosas». Aprendió mucho Merengue también con Fosforito, al que acompañó durante un año tras ganar el Nacional de Córdoba. « Fosforito era el maestro grande de esa época», recuerda. Rafael también se siente orgulloso del vínculo que tiene con El Pele. «Todavía me acuerdo cuando le sacamos el DNI para que pudiese trabajar porque no sabíamos ni la edad que tenía», dice entre risas. Con El Pele y Churumbaque llegó Merengue a interpretar «todos los cantes que existen», en una misión enciclopédica. «Al final se convirtió en un completo fenómeno , porque El Pele es un fenómeno en el cante», concluye Merengue. La charla se extiende en sus últimos compases por su generación de guitarristas, extraordinaria. «Yo tuve mucha suerte en el flamenco porque he podido vivir desde la época de Antonio Mairena hasta la revolución de Paco de Lucía y Camarón y luego lo de ahora», recuerda. Con sus compañeros dice que siempre ha tenido «una magnífica relación». Sobre Paco de Lucía rememora que «al principio era para nosotros simplemente Paco, y nadie esperaba lo que vino». Recuerda que la irrupción del guitarrista gaditano la vivió cuando estaba con Juanito Valderrama trabajando en el Circo Price. «Cuando salió el niño con la guitarra y empezó a tocar me dije a mí mismo que si no me iba a Montalbán a recoger melones es porque estaba muy lejos», dice entre risas. Paco es según Merengue «la cima de la guitarra y un nuevo sistema que nació con él». Merengue no fue tampoco ajeno a esa nueva etapa, y sus cursos de profesor por medio mundo – Tijuana, Toulouse, Praga, Brujas, Lyon… - o sus libros didácticos con el musicólogo Philippe Donnier hablan de cómo se adaptó a esa nueva etapa en la que el flamenco ya no se aprendía en los tablaos y se hacía internacional. La entrevista con Merengue acaba en lo íntimo, hablando de su mujer, de la gran bailaora Concha Calero. En sus palabras, «una maravilla de mujer y de artista ». Según explica Rafael con una sonrisa, «nos hemos llevado siempre bien, quizá porque no había tiempo libre», ya que compatibilizaban sus actuaciones personales, la Academia de Concha y el Tablao El Cardenal. «Preparábamos montajes que no se habían hecho, unos ballets preciosos, y pudimos ganar concursos como 'Gente Joven' o 'Un millón para el mejor», explica Merengue. «Todo eso nos tenía muy ocupados y si discutimos más es ahora que tenemos más tiempo», explica. Concluye señalando que «Concha es una artista extraordinaria, lo sigue siendo a sus 73, y lo bueno es que hemos podido avanzar al unísono , cada uno con sus carreras pero en el mismo tren, y sin bajarse ninguno», afirma. Y ese es sueño del guitarrista una vez cumplidos los 80 y superados no pocos avatares: que el tren de la vida siga avanzando. Que haya por delante una nueva estación. Nuevas ilusiones en las que suene de fondo el rasgueo de una guitarra, un zapateado y la voz de un cantaor.

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