Miniaturas al ácido

El quid del grabado al aguafuerte radica en la corrosión. El artista cogía una plancha de cobre, la embadurnaba con cera de abeja y dibujaba encima con un estilete fino, raspando la cobertura. Luego la sumergía en una solución ácida ácido clorhídrico o muriático en tiempos antiguos que iba carcomiendo la placa. Había que darse maña: cuanto más tiempo de inmersión en el baño avinagrado, tanto mayor la mordedura en el metal libre de barniz. Se limpiaba después la plantilla con alcohol, se entintaba y se estampaba la perfiladura sobre papel con el peso del tórculo, que conseguía resultados espectaculares, líneas finísimas de gris, blancos sin mácula, manchas negras muy saturadas, densas.

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