Miquel Roca: «La Constitución Española es todavía más una garantía que un problema»

«La memoria no es inventariar dramas». También puede recordar acuerdos que se lograron cuando todo parecía estar difícil. De eso han hablado este viernes el jurista y político Miquel Roca , uno de los padres de la Constitución Española ; el catedrático de Derecho Manuel Aragón, la exfiscal general del Estado Consuelo Madrigal y el periodista de ABC Juan Fernández-Miranda , redactor jefe de la sección de España. Ha sido en el marco del I Coloquio sobre Consenso Constitucional y Memoria Democrática, organizado por el Instituto Español de Ciencias Histórico-Jurídicas con la colaboración del Ayuntamiento de Córdoba, la Universidad y la Junta de Andalucía. Miquel Roca (Burdeos, 1940) se dirigió ante todo a los estudiantes universitarios, de Derecho y Administración y Dirección de Empresas, que lo escuchaban en la Sala Orive . «Yo, como todo lo que hay aquí, soy un resto arqueológico», comenzó con humor, para después decirles que podían construir un futuro mejor si los que vivieron la transición, en circunstancias más difíciles, fueron capaces de hacerlo. Fueron sus palabras ante todo de defensa de la Constitución Española de 1978, de la que los llamados padres fueron «meros escribidores que escribían lo que la gente quería». Contó la anécdota de un desconocido que se lo pidió en la calle en aquellos días: «Roca, esta vez, esto tiene que salir bien». La historia de España estaba hasta entonces llena «de intransigencias». «Ganar la libertad no es fácil, pero lo más difícil es aprender a convivir en ella. Respetar a tu vecino es complicado, pero hay que hacerlo. No sólo respetarlo, sino hacer posible que lo pueda expresar», resumió, a modo de advertencia. Sus palabras fueron para ensalzar no sólo el espíritu que hizo posible la Constitución, sino también la vigencia que sigue teniendo: «Leedla un poco, aunque sea por encima. La Constitución todavía es más garantía que problema, y ahí todos nuestros problemas puede encontrar respuesta, y los que no la encuentran es porque se plantean en contra». Leerla significa cultivar «la memoria constructiva », al contrario de aquella que habla de tragedias pasadas, y al insistir en la libertad les recordó que tendrán que aprender a pactar, porque mantenerla depende precisamente de los acuerdos. Distinguió entre una democracia joven y otra madura, como va siendo la española. «La joven da una respuesta más compacta, mientras que la madura deja más abiertas a la exposición de planeamientos más minoritarios, y eso es de lo que se habla en el pluralismo político », resaltó. La solución, es entonces «pactar y acordar, porque el consenso es fruto de la necesidad, y se plantea cuando hay objetivos ambiciosos». «¿Podemos hacer reformas desde mayorías estrictísimas, coyunturales y contradictorias? La respuesta es que no, y que la respuesta es el consenso, que nos hace mayores de edad y nos convierte en personajes que administran el futuro con sensatez», resumió. En la transición se hizo posible el consenso para sentar las bases de una democracia y es necesario explicarlo bien, como dijo. Recordó, por ejemplo, los pactos de La Moncloa y cómo Marcelino Camacho , que había tenido que renunciar a mucho de lo que defendía, creía que era un buen acuerdo. «Pactaba renunciar a ser coherente, pero el país necesitaba aquel esfuerzo», rememoró. No vaciló en recordarles que ellos ahora pueden posicionarse contra el sistema político actual, pero no quienes vivían bajo el franquismo y no podían expresarse. Su última palabra para los jóvenes fue para defender lo que se hizo en aquellos años y su comparación con lo que pasa ahora: «Lo vais a tener difícil, pero qué envida me da esa dificultad ». También tomó la palabra Manuel Aragón (Benamejí, 1944), un prestigioso jurista que fue catedrático de Derecho Constitucional y magistrado del Tribunal Constitucional, que quiso comparar la democracia con el césped . «La savia la recibe de abajo a arriba, es decir, desde el pueblo, desde la tierra, pero el mantenimiento es de arriba a abajo», dijo. Lo tienen que hacer las instituciones que están al frente, y si se deja durante mucho tiempo, «no brota, hay que sembrarlo de nuevo y se pueden tardar años». «La democracia se seca si no tiene un riego continuo, y a veces no se consigue, porque son muchos años y puede haber dificultades», dijo. Habló de la concordia , el consenso y la ejemplaridad como bases para el sistema que nació con la transición que siguió a la muerte de Franco y alertó de un fuerte deterioro institucional, «quizá desde 2005, pero que ha encontrado el apogeo en los últimos seis años». Enumeró los problemas: «Las Cortes Generales están deterioradas, el Gobierno no responde a las preguntas parlamentarias, el decreto-ley es el modo ordinario de legislar, hay leyes construidas muy mal técnicamente y se dictan decretos-leyes 'omnibus', con enmiendas intrusas». La consecuencia de estos problemas, y de un presidencialismo que se ha hecho más patente, es «un deterioro institucional grave, con un estado inerme». Alertó del riesgo de que «toda esta polarización acabe calando si no se para a tiempo». Porque para Manuel Aragón, la negativa al pacto transversal entre partidos diferentes, que es lo que ahora sucede, «puede llevar a que la discordia política se pase a la discordia social , y que se caiga en el odio, que es aquello que se desterró en la transición». Consuelo Madrigal (Segovia, 1956) fue la primera mujer fiscal general del Estado en España, entre 2015 y 2016, y después tomó parte en el juicio por el 'procés' independentista de Cataluña. «La democracia no se puede defender a sí misma, si no es mediante el consenso que da lugar a la ley, que defiende el orden de la democracia y la libertad», resumió. Ensalzó la memoria de la transición, que consiguió superar lo sucedido en la Guerra Civil con la razón, «porque si sólo se habla de culpa y de violencia, entonces el terror no tiene fin». Recordó la crueldad inicial de la dictadura y buscó el propósito que se tenía en la época en que llegó la democracia: «Entre los años 60 y 80 el recuerdo de los horrores y sufrimientos de la Guerra Civil estaba tan vivo que la inmensa mayoría de los españoles no querían olvidarlo, sino que no se volviera a repetir». Era el espíritu que ya había mostrado Azaña en 1938, con su «paz, piedad, perdón», y esa búsqueda de la concordia fue la clave del éxito de la transición a la democracia» como forma de superar la tragedia que había empezado en 1936. Eso no significa que ahora no haya peligros: «La mayoría más uno no permite vulnerar la ley , no permite eludir el control del poder judicial, como muchas veces se dice o se pretende». Es más, criticó que el Gobierno hable de los «excesos del poder judicial». «Los logros en el terreno de la libertad son siempre provisionales, y no hay que tener miedo de alzar la voz en defensa de la democracia y de la misma libertad. Ser un ciudadano participativo lleva a esfuerzos y a una resistencia valiente, que se manifiesta con la crítica y la reconsideración de ideas», afirmó. El turno de palabra lo cerró el periodista Juan Fernández-Miranda , que comenzó con un dato: veinte millones de españoles habían nacido después del 15 de junio de 1977, es decir, de las primeras elecciones libres después de la muerte de Franco. Son el 40 por ciento de quienes viven en España, y que tanta gente haya nacido en libertad es «una excepción y un regalo que tienen que valorar y conocer, pero además una responsabilidad». Dentro de un año se cumplirá el medio siglo de la muerte de Franco, será el momento para escribir y recordar mucho sobre eso, y defendió el «triángulo virtuoso» que representaron el rey Juan Carlos I ; el presidente de las Cortes, Torcuato Fernández-Miranda , y el presidente del Gobierno Adolfo Suárez . En 19 meses fueron capaces de convocar unas elecciones. «El mundo admiró a España», dijo, por la forma en que se logró: «El Rey estableció el destino, Torcuato diseñó las vías y la locomotora y Suárez estuvo al frente». Les invitó a conocerlo, porque la democracia tuvo que hacer frente a cuatro problemas, de los que se resolvieron «al menos tres». Así, estaba el social, con muchas desigualdades que se han atenuado, pero también el militar, en un país que había tenido decenas de golpes de Estado o intentos desde el siglo XIX. Se les dio respuesta, igual que al problema religioso, y también pudo haber pasado con el territorial , «pero la deslealtad de algunas comunidades hace que haya que revisarlo». Su apuesta es «la desmitificación , porque hay que conocer el proceso para mejorarlo; coger el testigo de quienes lo hicieron en los años 70 y lo contaron en los años 90 y de quienes dejan el legado de ser ciudadanos críticos que pueden disentir sobre la base de la concordia». Terminó el periodista con una frase de Felipe González: «Prefiero ser hijo de la transición que nieto de la Guerra Civil»,

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