Aunque no ha sido cuando y como quería, se lleva Rafael Nadal el agradecimiento de todo el mundo del tenis, resumido en el sentir de las diez mil almas que llenaban de calor este Martín Carpena que se queda congelado con el último punto del dobles y que significa un adiós que nadie quería que llegara. Tampoco el propio Nadal. «Uno nunca quiere llegar a este momento. No estoy cansado de jugar al tenis, pero el cuerpo ha llegado un momento en el que no quiere seguir jugando. Hay que aceptar la situación». La acepta como ha aceptado siempre todo lo que le ha sucedido en la vida, dando lo mejor de sí mismo y levantándose cada vez que caía. «Me voy con la tranquilidad de que alguna manera he dejado un legado, lo siento así, deportivo y personal porque entiendo que el cariño alrededor del mundo que he tenido, si fuera solo por lo de la pista, no sería lo mismo». Y tras dedicar a su familia las mejores palabras que le salieron en estos momentos que no sabía cómo viviría, se emocionó. Fiel a sí mismo, Nadal ha sido siempre un privilegiado para mantener la cabeza fría en los momentos de tensión, pero se deshace en pasión y emoción cuando algo le toca dentro: lo hizo cuando se retiró Federer, mano a mano en el banquillo, lo hizo cuando sonó el himno español a las cinco de la tarde, lo hizo cuando aparecieron en pantalla Djokovic, Murray, Sergio García, Federer, Del Potro ... todos sus compañeros de profesión y de fuera del tenis dedicándole las palabras que les salían del alma, lo que Nadal les ha despertado. «Te echaremos mucho de menos, ese 'Vamos, Rafa' siempre quedará para la historia», se emocionó también David Ferrer cuando tomó la palabra. «Respeto, humildad, consistencia. Eres la mejor educación para cualquier tenista. Tú eres el mejor ejemplo». «Soy un superafortunado, he hecho mi trabajo de mi hobbie y he tenido una carrera mucho más larga de lo que pensaba. Desde el respeto, la humildad, valorando las cosas buenas, he intentado lo que para mí es más importante: ser buena personal. Espero que así lo hayáis percibido. Me gustaría que se me recordara así, como una buena persona de un pueblo pequeñito de Mallorca». Se acordó de sus rivales, de los patrocinadores que lo han acompañado en su camino, de todos los amigos que ha ido haciendo en cada torneo, de los medios de comunicación, de la industria del deporte, a la que dio su mano si lo precisaban para seguir llevando el tenis hacia lo más alto. Y también, claro, se acordó de su familia: «No me ha fallado nunca, han estado conmigo en los momentos en que las cosas parecían imposibles. Me han mantenido con los pies en el suelo, no me han dejado levantarme nunca. Y eso hace que el lo que llegue será más fácil de llevar. Viene un proceso, no sé si difícil, pero estoy tranquilo porque he recibido una educación que me permite encarar lo que viene con tranquilidad: de haber hecho todo lo que he podido hasta el final». Y en este final anunciado pero no menos triste por ello, las gracias: «Significa muchísimo haberme podido despedir en España, en Málaga. Estoy más que feliz y agradecido por todo. Muchísimas gracias a todos, de verdad».
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