Novatéame, pero no seas cretino

Irse a Madrid, como diría Jabois, da vértigo. Más con 18 años y sin conocer a nadie. Un Colegio Mayor, o residencia, es ahí una promesa de camaradería. De juerga. De vicio y fornicio. Un caprichito delicioso para cualquier postadolescente. En cuanto a mí, aterricé en un Colegio Mayor preso de la emoción tensa, de un crío en un parque de atracciones.

Recuerdo ser recibido por un simpático pelirrojo. Un risketo andante, de porte aviar, que me enseñó complaciente las instalaciones. Se dirigía a mí con ternura, comprensión y empatía. La cosa pintaba bien. El ambiente, me dije, parecía chachi. No me hizo falta mucho rato —escasas horas hasta la noche— para darme cuento del negocio-tapadera que acababan de presentarme. Aquel rojizo patizambo resultó ser un mamarracho descarado. Y, más pronto que tarde, descubrí que solo era el primero de muchos con los que me iba a topar.

Pero antes de desvelarse el entuerto, minutos después de mi primera toma de contacto, deambulaba risueño por el garito cuando un zutano me paró. Sin mediar palabra, dijo, oiga usted, puto nuevo, mis datos. Mi cara debió parecerle un poema, porque el chaval torció el gesto igual que ante una obra de accionismo vienés. Respondí con tono conciliador. Agradezco tu hostilidad, colega, pero no sé de qué me estás hablando. Su actitud viró instantánea, como el Nesquik. Abandonó su careta y me explicó, más sereno y con la chulería rebajada, que mi cometido como "novato" era sencillo. Haz todo lo que te digan y apréndete todos los datos; nombre, carrera, ciudad de origen, etc., de los veteranos. Para saberlos, pregunta a otros novatos como tú. Me encogí de hombros. No parecía una tarea complicada. Incluso, pensé, puede que sea divertido.

Para no andarme con más rodeos, daré un salto en el tiempo. Dos semanas después, fui expulsado de las novatadas. Así es. ¡Expulsado! Patada y a rumiar cariño a otra esquina. Mi delito, bueno… digamos que agarrar del pescuezo a uno de tus veteranos, levantarlo un palmo del suelo y tatuarle en el carrillo una bofetada matriarcal, es motivo suficiente para que se dude de tus aptitudes como recluta. No pude culparles. Tener a un maromo de envergadura con una mala leche desatada era un riesgo que, comprendo, no quisieran correr. Sin embargo, los motivos de semejante brutalidad becerra estuvieron, creo, también de sobra justificados.

"Ya no se llevan": qué hay detrás de que las novatadas universitarias más pesadas estén casi erradicadasLucía FrancoEmpieza el curso universitario y miles de jóvenes llegan a los colegios mayores. Estos centros han endurecido los protocolos y ahora el problema está, más bien, en los pisos de estudiantes

Fundido a negro. Cinco de la madrugada. En el torrente sanguíneo, tres litros de vino barato apedreando todo sentido de autoconservación. El tipo, necio, cretino desde mis inicios en el lugar, me increpa para que recite sus datos. Yo, huelga decir, solo puedo recitar el abecedario con eructos. Frente al patinazo, el veterano adopta su posición de dictador, de estalinista paranoico, y me obliga a realizar 100 flexiones. En un acto de indefensión aprendida, comienzo mi reto. Alcanzo la sorprendente cantidad de 65 plegadas. Nada mal para una cogorza bukowskiana. Me caigo al suelo, destruido, besando la lona de cerámica como Rocky ante un Iván Drago moreno de metro setenta.

Me levanto. No puedo más, le digo. El proyecto de goblin se pone frente a mí. Acábalas, responde iracundo. No puedo, insisto, con las tripas pidiendo tierra extracorpus. O las acabas, o te doy una puta paliza, concluye, henchido de orgullo y fanfarrón, mientras me empuja la nuca contra el suelo. Riiing… Ruuung… Un radar rojo, con sirena a lo Kill Bill, invade mi cabeza. Riiing… Ruuung… Riiing… Ruuung… Me alzo del suelo igual que una bestia atizada con un hierro al rojo. Lanzo el garfio derecho directo a la yugular. Pateo sus piernas a fin de impedirle la huida. ¡PAM! Sello su espalda contra la pared como un chicle mascado y… En fin, el resto, es historia.

Viaje a las novatadas de los colegios mayores: "Yo también he gritado ‘Mónicas, putas"Andrea FarnósMientras gran parte del país se lleva las manos a la cabeza con los comentarios vejatorios de los residentes del Elías Ahuja, dentro del micromundo de estas residencias se percibe como algo normal

Esto, que quizás vean como una reacción hetero básica, de machoman-hispano-jode-cráneos, no encuentra su origen solo en la narrada afrenta. Aquello fue la gota que colmó un vaso cargado de humillaciones, sumisiones e infantilizaciones, que para algunos de aquellos veteranos suponía una experiencia revanchista de puro goce.

Ojo, lo del revanchismo es importante destacarlo. Es una parte nuclear del artificio de las novatadas. Recuerdo a muchos de mis camaradas novatos relatando las creativas jodiendas que sufrían día a día. Y, paradójicamente, su respuesta no era la de negarse a realizar, llegado el caso, las barbaridades que tanto los traían de cabeza. Al contrario. Fantaseaban recreándose en las ganas que tenían de efectuarlas ellos mismos tras su coronación.

Efectivamente, dos años después, con los galones de veterano, los pobres pollos se convirtieron en lobos bravos. Y al igual que la fama, o el dinero, el poder del veterano reveló la verdadera naturaleza de cada uno. Los hubo honrados y dignos, que priorizaron la chanza y la camaradería, que es lo mejor de unas novatadas. También los hubo miserables. Pichiflojos. Seres caricaturescos que, incapaces de ser respetados en la fría cotidianidad lejos del reino colegial, dieron vía libre a sus instintos más crueles. Llámenlo cobardía, si les parece.

Lo del revanchismo es importante destacarlo. Es una parte nuclear del artificio de las novatadas

Sociológicamente, no hace falta desplazarse hasta barrios marginales, altas esferas ladinas o cárceles experimentales en Stanford, para darse cuenta de que la venganza, la ley del talión y la crueldad están impresas en nuestro ADN cultural. Basta con ir en novatadas a un Colegio Mayor. Será por aquello que decía Paulo Freire: "Cuando la educación no es liberadora, el sueño de los oprimidos es ser el opresor".

Ahora, les seré totalmente sincero, también disfruté en muchos momentos de compañerismos fraternales. Contando, además, las ocasiones en las que los veteranos, ingeniosos y avispados, motivaban actividades chistosas, bailes ridículos, juegos etílicos y otras tretas para hacer del Colegio Mayor una piña consistente; un barracón unido. Esas son situaciones que solo puedo defender. El método, en cambio, el funcionamiento dogmático que legitimaba a algunos a pasarse de frenada, aún me hierve.

Quienes llegan a un Colegio Mayor suelen ser pospubers pánfilos, por norma poco curtidos y debiluchos, capaces de zamparse sus propias heces con tal de no sentirse solos. No les digo ya marginados. Por eso era tan duro ser un renegado. Ser tildado popularmente de "siniestro" —persona que no hace, o ha sido expulsada, de las novatadas—. Y había que tener el nervio frío para no ser derrotado por esa mentalidad de manada. De secta farlopera. Aunque, en honor a la verdad, es cierto que uno podía, con temple y ganas, deshacerse del estigma y avivar el buen rollo. Como, de hecho, acabé haciendo yo. Sin que esto legitime la apestada previa, claro.

Entiéndase, las bromas, como tal, no son el problema. Las actividades para conocerse, pimplar sin filtro, la motivación, la confraternización que alumbra amistades muy duraderas, son el jugoso postre de una comida a veces rancia. A veces, demasiado rendida al abuso y al erotismo de la dominación.

*Si no ves correctamente el módulo de suscripción, haz clic aquí

Es posible —lo he visto y vivido—, novatear sin humillaciones machaconas, ni amenazas de soledad marginal, ni ataques físicos (por favor, ¡no jodamos!), ni repugnantes ejercicios de sumisión —bautizarse con un cubo lleno de esperma, vómito, alcohol del chino y sabe Cristo cuántas repugnancias—. Quien diga lo contrario, o bien sufre de síndrome de Estocolmo, o es uno de esos imbéciles, de esos cretinos sin fronteras, que goza con la autoridad como arma para su reafirmación. Precisamente aquellos que, con su collonería y sadismo, perdiendo los estribos más fácilmente que un paraguas, han empujado las novatadas hasta el borde del precipicio.

Lo digo claro, no deberían prohibirse las novatadas. Sé de personas que desean llevar a sus hijos a un Colegio Mayor, y que vivan el novateo en vista de las eternas amistades que fraguaron, o las experiencias vitales —únicas, sin duda—, a las que tuvieron acceso. Además, no todos los Colegios Mayores son iguales, huelga decir, y la generalización, como siempre, deja injustos daños colaterales.

Sí, se debería evitar que las novatadas caigan en manos de psicópatas de patio de colegio, que salivan por pagar su basura personal con el malestar de los contrarios. Pero no, por ello no se debería echar el cierre a ritos de jubileo comunitario que tantos amparan, aunque como mayoría silenciosa. Esa sería una buena línea. Una convincente vía intermedia. Pero ya sabemos cómo queremos las cosas en este país. Todo o nada. Rojo o facha. Motos o Broncano. Polarización al canto. El camino fácil. Y así nos va, que diría el maestro Quintero, así nos va…

elconfidencial.com

Leer artículo completo sobre: elconfidencial.com

Noticias no leídas