Pet Shop Boys lleva más de cuarenta años moviéndose entre la euforia y la melancolía y extrayendo de ese contraste un abrumador catálogo de logros pop. Frío sintético y cirugía emotiva, beats’ distantes y tonadas imperiales, todo ello modulándose de un disco a otro. Y si su último trío de álbumes (2013-20), tramado en buena parte en Berlín, decantaba la ecuación hacia el espíritu más clubber’, la nueva obra desprende otro talante, decididamente enfocado al factor melódico y a una majestuosidad realzada por los arreglos de cuerda que envuelven todas las canciones.
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