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Conversar debería ser un acto de intercambio, pero todos hemos vivido ese momento incómodo: alguien nos interrumpe mientras hablamos justo cuando estamos por terminar una idea. Este tipo de comportamiento no solo puede frustrar, sino que también puede erosionar las relaciones y convertir una interacción cotidiana en una experiencia de desgaste. No es raro sentir que, al ser interrumpidos, nuestras palabras pierden valor o que nuestro punto de vista no se respeta, lo que genera malestar e incluso conflictos.
Las interrupciones frecuentes no siempre son un acto deliberado de grosería o egocentrismo. A veces, estas personas no se percatan del impacto que generan. Según estudios de comunicación, como los liderados por Maria Venetis, profesora asociada de Comunicación en la Universidad de Rutgers, este hábito puede hacer que las conversaciones se perciban como controladoras, condescendientes o incluso insultantes. Además, esta práctica suele figurar entre los factores más comunes que terminan abruptamente una charla, afectando la dinámica natural de cualquier interacción social.
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El hábito de interrumpir tiene matices complejos que van desde rasgos de personalidad hasta aspectos culturales. En algunas culturas, interrumpir se percibe como parte de una conversación animada y dinámica, mientras que en otras es un signo claro de falta de respeto. Sin embargo, más allá del contexto, las personas que interrumpen tienden a hacerlo por razones subyacentes que tienen explicaciones psicológicas y neurológicas.
¿Qué opina la psicología sobre las interrupciones constantes?
Desde una perspectiva psicológica, interrumpir puede estar ligado a varios factores. Por ejemplo, las personas con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) tienen dificultades para regular impulsos verbales y priorizar pensamientos, según la Dra. Sharon Saline y el experto Russell Barkley. Esto las lleva a hablar sin esperar su turno, temiendo olvidar sus ideas si no las expresan de inmediato. Este comportamiento está relacionado con déficits en las funciones ejecutivas del cerebro, que controlan el autocontrol y la planificación.
Por otro lado, la falta de habilidades de escucha activa también es una causa importante. Carl Rogers, pionero de la psicología humanista, subraya que escuchar requiere suspender juicios y atender plenamente al otro, algo que muchas personas no logran al centrarse más en sus respuestas que en la conversación. Además, factores como la ansiedad social o una necesidad de validación también influyen, especialmente cuando alguien siente la presión de ser escuchado o percibe silencios incómodos como algo que debe llenar rápidamente.
Las razones detrás del hábito de interrumpir
Las causas de las interrupciones constantes son diversas y, a menudo, combinan varios factores. En algunos casos, la falta de autocontrol es evidente, como sucede con personas impulsivas o aquellas con TDAH. Otras veces, el comportamiento tiene raíces culturales o se origina en patrones familiares adquiridos desde la infancia. Por ejemplo, alguien que creció en un entorno donde interrumpir era normal puede ver esta práctica como una forma natural de comunicación, sin percibir el daño que puede causar.
Sufrir TDAH, falta de habilidades de escucha activa, ansiedad o patrones familiares adquiridos pueden influir a la hora de interrumpir una conversación de forma constante
Las emociones positivas, como el entusiasmo excesivo, pueden llevar a que alguien interrumpa porque no puede contener sus ganas de participar, según la psicóloga Barbara Fredrickson. Por último, las diferencias de género también influyen. Estudios como los de Joanna Wolfe muestran que los hombres interrumpen más frecuentemente a las mujeres, un fenómeno que resalta la influencia de factores sociales y de poder en la comunicación.
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