¿Por qué la masa del pan es esponjosa y se hincha?

El pan es un tesoro dorado que emerge de las entrañas de un horno, un enigma envuelto en una corteza crujiente. A cada mordisco el pan nos desvela los secretos de la tierra y del fuego; con su aroma, embriagador y tentador, nos transporta a campos dorados y molinos de viento, donde el grano se transforma en harina, y la harina en vida. De alguna forma podríamos decir que el pan es un camaleón culinario, que muta y se adapta a las más diversas formas, cada una con su encanto particular. Desde la clásica hogaza, robusta y rechoncha, hasta la estilizada baguette, que se eleva como una espiga dorada hacia el cielo. Hay panes que recuerdan a montañas escarpadas, otros a suaves colinas, y algunos, a delicadas flores. Pero, ¿cómo se consigue todo esto? El principal responsable de que nuestro pan adquiera esa textura esponjosa y ese volumen característico es un organismo unicelular: la levadura. Un hongo microscópico que, al igual que nosotros, necesita alimentarse para sobrevivir, siendo su alimento predilecto el azúcar. Cuando mezclamos harina, agua y levadura, creamos una tormenta perfecta para que estos microorganismos se multipliquen. Al alimentarse del azúcar -presente en la harina- la levadura produce dos sustancias clave: dióxido de carbono y alcohol. El dióxido de carbono es un gas que, al ser más ligero que el aire, tiende a ascender. A medida que la levadura produce más y más dióxido de carbono este gas queda atrapado en la masa, formando pequeñas burbujas. Son precisamente estas burbujas las que darán al pan su textura esponjosa. Pero para que el pan suba, las burbujas de dióxido de carbono necesitan algo que las retenga, aquí es donde entra en juego el gluten, una proteína presente en la harina. Y es que durante el amasado las moléculas de gluten se unen formando una red elástica que envuelve las burbujas de gas evitando que desaparezcan. A medida que la levadura sigue produciendo dióxido de carbono, las burbujas se hacen más grandes y ejercen una presión cada vez mayor sobre la red de gluten. Esta presión hace que la masa se expanda y aumente su volumen, generando la forma característica. Cuando introducimos la masa en el horno, el calor acelera la actividad de la levadura y la producción de dióxido de carbono. Además, el calor hace que las proteínas del gluten se coagulen, fijando aún más la forma del pan y evitando que las burbujas de gas se escapen. De forma paralela, a medida que el horno se calienta, el agua contenida en la masa se evapora, convirtiéndose en vapor. Este vapor también contribuye también a que el pan se expanda y crear más espacio dentro de la masa . El crecimiento del pan es un proceso muy delicado que puede verse afectado por numerosos factores entre los que destacan el tipo de harina, la cantidad de levadura, la temperatura y el tiempo de fermentación. La cantidad y calidad del gluten en la harina influyen de forma decisiva en la capacidad de la masa para retener las burbujas de gas, al tiempo que una cantidad excesiva de levadura puede hacer que el pan suba demasiado rápido y se colapse antes de hornearse.

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