Primer golpe. El tiempo que sobra

Le ha pasado al Baratillo lo mismo que a otras muchas que sacan sus pasos para celebrar eventos o efemérides. Las horas finales de la procesión son las que siempre sobran. El regreso de la Piedad después de la coronación fue grandioso. No ya por la organización modélica del cortejo sino porque el paso andaba a un buen compás, como suele hacerlo, acompañado por una magnifica selección musical. La Piedad hizo recuperar una medida y una manera de hacer las cosas que a veces no son comunes. Ocurre que las cofradías están acostumbradas a encajar este tipo de actos en un tramo horario que ya no es el adecuado. El carácter extraordinario de una procesión lo define también el recorrido y en este caso lo fue, sobre todo, el tramo de Triana, barrio al que cruzó la Virgen recién coronada para visitar a la cofradía hermanada de la Esperanza. Todo discurrió al calor de multitudes hasta que, en el regreso, el cortejo llegó a Reyes Católicos y de ahí a la capilla. Entonces fue más acusada la falta de público, tónica que se extendió hasta la entrada, excepción hecha de esa misma entrada. Una cofradía en la calle a las dos de la madrugada (de las madrugadas actuales no las de antes) ya no tiene sentido. Ni pastoral, ni evangélico ni siquiera para el gozo y la autosatisfacción de hermanos y devotos. Téngase en cuenta para lo que viene ahora. Que no es poco.

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