«Que paren el mundo». Eso pensaba hace unos días, viendo la fuerza con la que la naturaleza arremetía una vez más contra el ser humano y cómo, una vez más, el ser humano, amurallado en su quietud asegurada de coche eléctrico, etiquetas veganas, inteligencia artificial y democracias parlamentarias, se quedaba paralizado ante una arremetida destructiva, eficaz e impredecible como la que ha ocurrido en Valencia . Y cómo, ante esto, el primer mundo reaccionaba de la peor manera posible: egoístamente, tarde y mal. Luego, claro, la respuesta masiva de ayuda del pueblo para el pueblo: las botas de agua, los camiones de comida, los miles de ciudadanos llenando las modernas estructuras cuya ingeniería puntera y megalómana de la bonanza de... Ver Más
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