Menos del 12% de los catalanes con derecho a voto otorgaron el suyo a Carles Puigdemont en las últimas elecciones. Teniendo en cuenta el porcentaje de participación, en torno a dos de cada diez de quienes lo ejercieron. Bastarían estos resultados para que entendiera la diáfana respuesta del pueblo catalán a su pretensión de ser investido de nuevo presidente de la Generalitat, expresada antes de los comicios en su órdago de que le hacían presidente o se piraba. Ahora, sin embargo, y pese a la nítida respuesta del electorado a su fantasía, lo de pirarse parece que ya no entra en sus planes.
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