Richard Hawley, en versión de casi mínimos, con su guitarra y la del fiel Shez Sheridan, su único cómplice. Un formato que nos privó de los bellos arreglos neoclásicos que envuelven sus canciones y del fuelle más rock, pero con el que, este martes en Apolo, lució carisma como cantante y estableció un disfrutable diálogo informal con el público.
Seguir leyendo....
elperiodico.com/es/