Se habla, se juzga, se reprocha... y no se escucha al otro: en busca del diálogo perdido

La gente habla y habla y habla, opina de esto y de aquello, condena con firmeza determinadas cosas, alaba con encendidas palabras otras. Pero una cosa es hablar y otra muy diferente conversar, dialogar. Hablar consiste simplemente en emitir palabras, dialogar implica interaccionar con los demás, escuchar al otro. "Hoy es muy complicado conversar, el diálogo con frecuencia se ha vuelto imposible", sentencia Alexia Fabre, directora de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París y comisaria de la nueva edición de la Bienal de Lyon, creada en 1991 y que en sus más de 30 años de existencia se ha consolidado como la cita de arte contemporáneo más importante de toda Francia.

Esta nueva edición de la Bienal de Lyon, la decimoséptima, va sobre las relaciones humanas, sobre lo que nos une y lo que nos separa, sobre lo que nos cohesiona y lo que nos aleja, con especial atención a cómo interaccionamos con 'los otros'. "Hoy es increíblemente complicado conversar. Pero hay que dialogar, necesitamos dialogar. Y de eso va esta bienal", nos cuenta Alexia Fabre. "Con frecuencia en la actualidad se juzga, se reprocha, se echa en cara. Pero eso no es conversar. Conversar es otra cosa".

Vista de la instalación 'Resonance Project (The Cave)', de Olivier Beer. (Bienal de Lyon)

Con esa idea en la cabeza, la Bienal de Lyon le pasó el testigo a los artistas, pidiéndoles que interpretaran con total libertad y en el sentido más amplio las relaciones humanas: la relación con nosotros mismos, con los otros, con el medioambiente, con la historia (la nuestra y la de los otros)… El resultado es Les voix des fleuves. Crossing waters, el título de la bienal de este año, y que hasta el próximo 5 de enero reúne en 9 sedes diferentes de la ciudad 280 obras de 78 artistas, de las cuales más de un centenar no habían sido nunca expuestas, incluidas 70 que han sido creadas expresamente para esta Bienal de Lyon.

Los artistas, para empezar, han trabajado en conversación con el espacio. "Cada lugar tiene su propia historia. Los artistas se han dejado influir por el lugar, ha habido un intercambio", señala Alexia Fabre. Ese diálogo que se hace especialmente evidente en el impresionante y gigantesco espacio de Les Grandes Locos (locos por locomotoras, no por chiflados), un antiguo taller de mantenimiento y reparación de ferrocarriles a las afueras de Lyon en el que trabajaron miles de personas, que durante la II Guerra Mundial fue centro de resistencia y que dejó de funcionar en 2019. Esa catedral industrial disfruta ahora de una nueva vida como sede cultural, abriendo sus puertas al público y a la naturaleza, que reclama sus derechos y se abre paso entre las vías abandonadas, las plataformas olvidadas y las grietas de las paredes.

El túnel de Hans Schabus en Les Grandes Locos. (IHV)

En Les Grandes Locos, que este año es por primera vez una de las sedes de la Bienal de Lyon y está llamado a convertirse en todo un referente de la ciudad, la artista Juliette Green presenta uno de sus primorosos diagramas (similares a los que hacía en clase para estudiar), y que analiza los encuentros que tienen lugar en los trenes. "Quería explorar las relaciones entre personas que apenas se conocen", nos cuenta. El resultado son diagramas en los que queda claro que tenemos mucho más común con ese extraño con el que compartimos vagón de lo que a priori podríamos imaginar. "Delilah está sentada junto a una joven a la que no conoces, pero con la que comparte algo. En 13 años se volverán a encontrar en otra ciudad, muy lejos de aquí". "Duncan está sentado junto a un joven que no conoce, pero que comparte algo con él. Tienen exactamente el mismo nombre y apellidos, aunque no son comunes". "Angus está sentado junto a un joven que no conoce, pero con el que comparte algo: estuvieron enamorados de la misma mujer con algunos años de diferencia y ella les plantó a los dos".

El austriaco Hans Schabus, por su parte, ha creado para Les Grandes Locos un túnel, que sirve tanto para conectar espacios como a visitantes. Y el francés Bastien David presenta Sensitive, una instalación repleta de instrumentos inventados por el propio artista y que permite, bajo su dirección, que hasta 40 personas puedan hacer música juntando sus esfuerzos.

Pero también hay política en la Bienal de Lyon. Feda Wardak explora la destrucción en Afganistán de buena parte del karez, un antiguo y extenso sistema de túneles subterráneos para la irrigación, como resultado de los ataques con drones llevados a cabo por las Fuerzas Aéreas estadounidenses. Pero, posteriormente, ese sistema fue reconstruido en buena parte por los lugareños.

'El suelo vibró' (2024), obra de Feda Wardak. (Bienal de Lyon)

No muy lejos, Mona Cara ha convertido en tapiz gigante las interrelaciones que tienen lugar en un café de Hyères, localidad de la Costa Azul francesa, tejiendo así la historia colectiva de ese bistró. Y Pilar Albarracín, la única artista española presente en esta edición de la Bienal de Lyon, tiene en Les Grandes Locos una sinfonía de ollas cuyos pitidos entonan La Internacional. Una obra tan sutil como repleta de lecturas, que habla tanto del papel de la mujer y del trabajo doméstico como de política y de la economía del tiempo, e incluso de terrorismo (al fin y al cabo, muchos grupos terroristas utilizan las ollas para crear bombas). Pero, sobre todo, se trata de un trabajo que profundiza en las desigualdades. "Hay gente muy desprotegida, y el arte tiene que poner el foco ahí", señala Pilar Albarracín.

'Ollas enfadadas', de la artista sevillana Pilar Albarracín. (IHV)

Olivier Beer ha hecho su particular interpretación de las relaciones humanas a través de Resonance Project (The Cave), una instalación creada en la cueva paleolítica de Dordoña, repleta de pinturas rupestres. Beer ha grabado en vídeo en esa cueva a varias personas —un japonés, un haitiano, a un francés,un danés…— cantando la primera canción que recuerdan haber oído. El resultado es una instalación fascinante con forma de sinfonía polifónica. "Llevaba más de diez años soñando con este obra", asegura Beer, que además de ser artista plástico, también es músico.

El Instituto de Arte Contemporáneo de Villeurbanne, una localidad a las afueras de Lyon, también acoge obras de la Bienal. Allí, en lo que fue un colegio público, la estadounidense Hillary Galbreaith analiza por ejemplo las contradicciones de la industria hotelera, esa para la cual el cliente siempre tiene razón mientras contrata a trabajadores en condiciones de precariedad. En una sala, Galbreaith recrea con colchones, mesillas y luz tenue la atmósfera íntima pero estandarizada de los hoteles, con la impersonal y estereotipada música que suele sonar en esos lugares. Pero en los colchones han escrito su historia camareras, recepcionistas y limpiadores.

Vista de la instalción de Lorraine de Sagazan titulada 'Monte di Pietá'. (Bienal de Lyon)

En el macLYON, el museo de arte contemporáneo de la ciudad, la bienal continúa. Allí hay más obras allí de Pilar Albarracín, más diagramas de Juliette Green, fotos de Elsa & Johanna, de Nadav Kander (como esa que muestra a una familia china haciendo surrealista picnic bajo un horrible puente), de Luo Dan (como esa que muestra a un hombre frente a unas montañas brumosas con un bebé en brazos)... Y, sobre todo, una instalación de Lorraine de Sagazan titulada Monte di Pietá que exhibe objetos ligados a experiencias traumáticas de sus dueños. Hay un vestido de novia, unas bragas manchadas de sangre, una moto quemada, una sentencia judicial… Pero también otros objetos cuya herida cuesta mucho más encontrar.

Además, la 17º Bienal de Lyon extiende sus tentáculos por otros muchos puntos de la ciudad e incluye obras en la Fundación Bullukian, en el jardín del Museo de Bellas Artes de Lyon, en la parada de metro Part-Dieu, en la maravillosa Ciudad Internacional de la Gastronomía (donde hay obras del salvadoreño Guadalupe Maravilla y del francés Christian Boltanski, entre otros), en el aparcamiento LPA Saint Antoine y en el museo arqueológico galoromano de Saint-Romain-en-Gal, a una media hora en coche de Lyon.

Porque esa es otra: La bienal de Lyon es también una celebración de la región de Auvergne-Rhône-Alpas, con alrededor de 370 exposiciones, performances, encuentros, con ciertos y eventos culturales varios que, agrupados bajo el nombre de Résonance, se suceden por todo el territorio.

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