Sentamos a Mbappé en el diván: por qué el gran sol sigue sin deslumbrar en el Real Madrid

Mbappé es un tipo raro. No casa con los arquetipos del fútbol. Ni con los antiguos ni con los contemporáneos. Su gesto no tiene desgarro; es de los de pulsaciones bajas ni de los que se quedan mirando el apocalipsis atómico como si fuera una puesta de sol. Ni Raúl ni Benzema. Ni Anelka ni Eto'o.

Tampoco es un jugador estrictamente nuevo. Cuando surgió en el Mónaco, fue una explosión controlada que remitía de un vistazo a los dos grandes depredadores del espacio de los últimos 50 años: CR7 y Ronaldo Nazario. Hablaban de Henry, pero no era fino como Henry, que tenía un punto acristalado y altanero, como los grandes estetas. No era basto tampoco, corría como una gacela huyendo de los felinos y en el área semejaba un insecto gigante que se movía a una velocidad inasumible para los defensores.

Sus remates eran instantáneos y crueles. Ahí tomaba un aire a Cristiano, partiendo de la banda izquierda y buscando siempre los ángulos de forma inapelable. En la velocidad y la fiereza de su metro en el área, tenía algo de Eto'o. Pero aunque sonreía, era frío. Y su sonrisa no era un abrazo permanente, como la del brasileño, era de superioridad, y, a ratos, incluso irónica.

Inapelable, inasumible, instantáneo. Todos esos adjetivos amontonados con el fin único de marcar goles. Un sicario. Un depredador con un enorme radio de acción. El mejor goleador del mundo. Eso fichó el Madrid.

Mbappé celebra su tanto en Champions. (EFE/Kiko Huesca)

Cuando Florentino lo presentó en el Bernabéu, vimos una sonrisa infantil, inocente, emocionada. No era el chaval resabiado que salía en los telediarios, era el hombre que había cumplido con un destino que se marcó a los 7 años. El año que viene volveremos a Jerusalén. El año que viene ficharemos por el Madrid. Y el Madrid cumplió su parte, como la tierra prometida que es.

Tras el clímax que supuso la final del Mundial perdida contra Leo Messi y su Argentina, Mbappé se deslizó por esa temporada sin más ansia que su anunciada contratación por el club de Chamartín. Poderes ocultos impidieron el fichaje y el francés quedó preso de su nación y además, con una herida dentro que todavía supura: un Messi anciano le había garabateado en la cara, lo que significaba el verdadero talento, el que está más allá del físico y sirve para ganar finales. Eso justo que pide el Madrid a sus jugadores y que en cada época toma una palabra: la casta, el coraje, la magia, el espíritu. Eso incontrolable que el Real es capaz de convertir en sistemático.

Despellejan a Mbappé, de ídolo a muñeco de 'pim pam pum' y con 55 millones de impagosUlises Sánchez-FlorEn Francia pasan al ataque con Kylian Mbappé. Le critican por su bajo rendimiento, no tener liderazgo como capitán y estar pendiente de resolver los impagos del Paris Saint-Germain

Pues eso, da la impresión de que Mbappé, no lo tiene. O por lo menos no lo ha demostrado desde su victoria en el Mundial 2018, donde pasaba de onda a corpúsculo, atravesando paredes, saltando ríos, destruyendo ciudades y ganando con la facilidad que sólo se da en los sueños y en las películas de Hollywood.

La temporada 2023-2024 es la de un jugador en lucha contra su club. Bórrenla de la memoria. Fuera de peso, con algo roto en su interior, así llegó a la Eurocopa y dio una imagen lamentable. Luego se vistió de blanco, comenzó a sonreír y ya lleva un mes en el sitio de sus deseos.

¿Y qué es lo que hemos visto?

Hemos visto a un jugador que antes corría pendiente abajo y ahora tiene que acarrear, luchando contra sí, el balón hasta la cima de la montaña. Mbappé está pesado. Le cuesta arrancar, y eso es como decir que a la nueva de los Beatles no se le coge la melodía. Era su gran cualidad, una ligereza natural, no forzada, que le hacía presagiar el peligro allá donde la cogiera. El Carl Lewis del fútbol, le llamaba Kojiro, por su zancada, aceleración y ligereza. Ahora eso, no existe.

Los aciertos de Mbappé desde que llegó al Real Madrid y la difícil promesa por cumplirUlises Sánchez-FlorMbappé cumple marcando goles en todas las competiciones que ha disputado con el Real Madrid, se adapta con humildad a no jugar en la banda y tiene el desafío de los 50 goles

Hemos visto a un jugador con gran facilidad para estar en las posiciones de peligro, para desmarcarse, para llegar al golpeo. Da igual como juegue, 4 o 5 ocasiones de gol las va a tener. Parece que lo hubiera heredado de Cristiano, pero al contrario que el portugués, Mbappé no hace sangre. No afina en el golpeo, es torpe en la definición y sus movimientos no son una danza (nunca lo fueron), ni los pasos sagrados de un cazador sigiloso; son obvios y rústicos, como si se estuviera desatando de cuerdas invisibles. Ese medio segundo que ha perdido en la arrancada, le acaba penalizando en todo lo que hace en cualquier parte del campo.

Puede que Mbappé no esté en forma y le cueste medio año afinarse totalmente. O puede que lo que vemos sea ya su estado definitivo para el próximo lustro. No lo sabemos todavía. Al ser un jugador que rara vez se emociona, no podemos indagar dentro de él. El Bernabéu no es como los demás estadios del mundo. El templo blanco es una masa informe con cien mil ojos que te persiguen allá dondequiera que vayas. Tiene que haber un nombre para esa tortura en los libros antiguos. Kylian no ha caído mal ni tampoco ha despertado gran expectación. Tantas estrellas y demasiadas Champions y casi todas con momentos místicos irreproducibles en cualquier otra parcela de la vida que no fuera eso de “ser del Madrid”. El estadio es condescendiente con el francés, lo cual puede ser una forma de asesinato lento y suave, tan molesto como la esclavitud.

Se enreda de mala manera en los regates y dispara pobremente al muñeco

Mbappé es ahora el peor atacante del Madrid. En el partido contra el Espanyol, Rodrygo y Vinicius sacaron una delicatessen técnica de la nada. Fue el 2-1. Es la jugada que al Madrid le da copas de Europa. La de los brasileños. De momento, Mbappé está fuera de esa onda. Se enreda de mala manera en los regates y dispara pobremente al muñeco, signo claro de malestar. Pero no es un cualquiera; dio una buena asistencia a Vinícius quien reventó el partido con esa facilidad de los amantes para hacerse daño sin pedir nada a cambio.

El Real Madrid baja la megafonía del estadio y los jugadores suben los decibelios con los árbitrosUlises Sánchez-FlorEl Bernabéu rebaja el volumen de la megafonía en los partidos tras la cancelación de los conciertos. El ruido está ahora en el malestar del Real Madrid con las amenazas del árbitro Martínez Munuera a Mbappé

Mbappé está remiso y torpe en el disparo, y puede que eso no sea por ese medio segundo perdido, sino por los cien mil ojos del Bernabéu. Debe reencontrarse con la violencia. Desde siempre, en el hombre, el pulso creador, comparte la misma dimensión que el pulso destructivo. Los grandes colonizadores, como Alejandro o Pizarro, fueron primero grandes asesinos para luego descorrer el telón de un mundo nuevo. No hay lugar para los remordimientos ni para los matices cuando se sigue ese camino. ¿Alguien cree que Cristiano tenía dudas delante del portero?

El francés está corroído por algo, sea ese algo un bajón físico irrecuperable o la angustia de haber llegado al sitio donde se cumplen los sueños. Al estadio todo le dará igual y simulará una cierta indiferencia hasta que lleguen los meses de marzo y abril. Allá se verá la realidad del asunto. El resto de los equipos tienen colmillos de juguete. Cuando llegan esos meses, el Madrid, hace como los grandes boxeadores antes del golpe decisivo: baja la guardia. Se empezará a decir lo de siempre: hay mejores equipos, el Barça lo está bordando, el City, el City, el City, el Liverpool es infranqueable y el Madrid no juega a nada.

En esos momentos, todo ese murmullo bobo del Bernabéu, los aplausos condescendientes y el aburrimiento general darán paso a un silencio parido en las profundidades que se levantará acto seguido como una gran columna de sangre. Serán solo unos pocos segundos, y la capacidad de vivir dentro de esa ola, de levitar impulsada por ella, dará la medida del francés y con esos mimbres, será juzgado.

Mbappé por fin se vistió de estrella: un Madrid que gana pero que sigue sin jugar a nadaÁngel del RiegoLos blancos vencieron a la Real Sociedad (0-2) gracias a los goles del francés y de Vinícus. Se mantienen a cuatro puntos del Barça en este irregular inicio de temporada

Hay otra razón para la tranquilidad pasmosa del Bernabéu. Los finales de partido. Son sólo 5 o 10 minutos y se viven con la felicidad de un comienzo inesperado. Hay un ritual. El chico se mira los tacos, se toca el pelucón y da unos saltitos que hacen vibrar su cuerpo rechoncho. Luego salta al campo como uno de esos perros del apocalipsis que salen en las películas de ciencia ficción. Algo incontenible y suicida, no exactamente humano. Una partícula elemental que atenta contra la sagrada unidad del átomo.

Es Endrick. Y nos da justo lo que queremos. Actúa con una violencia desesperada pero dentro de los marcos legales reglamentarios. Tiene esa pierna izquierda trasplantada de otro cuerpo, de otra época, quizás del Renacimiento aunque en el Madrid les suele entrar a los chicos la manía del Barroco. Justo detrás de Mbappé, está esa bestia respirando. El francés tiene hasta marzo para estar en paz consigo mismo y reconstruirse con una nueva piel.

Como aquel Cristiano de 2016, ¿recuerdan?

Y la verdad, es que aquello salió muy bien.

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