La perversión de los conceptos de ayuda y solidaridad nos lleva a actuar en clave de caridad (beneficencia) y a falsos heroicismos que impiden ver más allá del lodazal
A todo el mundo le han removido los efectos de la DANA. Tanto que a algunas personas les ha activado un proceso interno en el que les era imposible no ayudar. Y ayudar está bien, ¿pero desde dónde y para qué?
Si este texto se hubiera publicado unos días antes, la percepción de muchas personas las hubiera hecho pensar: “Toda ayuda es buena, no se le puede tirar piedras a quienes dan lo que pueden”. Y ahí radica el problema.
Pero camos a la RAE, donde nos encontramos que ayudar, en su primera definición, es “prestar cooperación”, es decir, colaborar o asistir.
Sin embargo, esta ayuda tiene caras ocultas: la caridad y el heroicismo.
La caridad es comúnmente confundida con la solidaridad, ya que en su definición incluye la propia palabra solidaridad, pero con cariz de beneficencia. Si bien todas damos desde donde podemos, sí es problemático que, basándonos en eso, nos sulfuremos porque nos rechacen la ayuda que queremos dar.
Aquí, unos ejemplos: donar arroz cuando hace falta comida cocinada porque no hay donde hacer el arroz; o llevar pasta normal a una recogida de comida, cuando lo que es más urgente y más falta hace es comida sin gluten.
Es como si fuera uno con un tractor con la idea de ayudar y no tuviese ni carnet de conducir. O si fuera a una zona saturada de manos trabajando, incluso técnicos, y desoyese las indicaciones para ir a otras zonas más necesitadas de ayuda
La otra cara tiene que ver mucho con el ego.
Ayudar para ser visibles a toda costa. Es como si fuera uno con un tractor con la idea de ayudar y no tuviese ni carnet de conducir. O si fuera a una zona saturada de manos trabajando, incluso técnicos, y desoyese las indicaciones para ir a otras zonas más necesitadas de ayuda. En ambos casos estaría causando más problemas que los que podría resolver a mi llegada. Pero se le estaría “viendo”.
Y esto es algo que se ve mucho en Cooperación Internacional y el conocido como “volunturismo”. En este último término, muy ligado al de “salvador blanco”, algunas personas se van a países del Sur global (no occidentales) para construir un pozo en un pueblo perdido de la mano de dios. Con toda la intención de ayudar y sin tener ni idea de construir un pozo, destrozan el trabajo que hayan hecho las personas autóctonas para mejorar su situación, porque ellas, que necesitan ayuda, por lo visto, no saben lo que tienen que hacer, no conocen su territorio ni realidad.
Pero también hay otro heroicismo no tan evidente; un heroicismo exigido. Si nos pasamos un rato por redes sociales, no es difícil encontrar comentarios despreciando a las personas migrantes. A estas personas se le señalaba por no estar haciendo lo suficiente, por hacer comida para los afectados, por no informar de qué material era necesario, cómo utilizar las palas para limpiar, etc.
Teniendo en cuenta la cantidad, desconocida, de personas migrantes que vivían de forma irregular en asentamientos chabolistas que se encuentran desaparecidas, ¿se les está exigiendo un sacrificio heroico extra para reconocer su existencia y merecer ayuda?
Y es que parece ser que si no hacemos nada, aparentemente, dando igual quiénes seamos, donde estemos o qué sepamos, se nos señala como personas poco empáticas e insolidarias, como si de nuestra acción individual pudieran repararse los grandes daños causados a las poblaciones afectadas.
Creo que la perversión de los conceptos de ayuda y de solidaridad nos sigue llevando a una caridad junto a falsos heroicismos que impiden ver más allá del lodazal. Un lodazal que en vez de tener en el centro el apoyo a quienes lo necesitan, de la forma que lo necesitan, tiene el hacer por hacer desde el yo sin pensar.
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