“A Dénia, ciudad costera alicantina, viene muchísima gente de vacaciones. También viven aquí muchas personas alemanas, inglesas, francesas, mucha gente ecuatoriana, colombiana, marroquí, hindú, hay muchas culturas y muchas nacionalidades”, comenta Laura, de Dénia Animal Save. “Y la tauromaquia ya no gusta, la gran mayoría la rechaza, tanto turistas como residentes temporales. ¿Por qué destinar presupuesto público para eso, en lugar de que se invierta en cosas mucho más importantes, en todo lo que es para beneficiar, para bien, como medicina, becas estudiantiles, acciones para la gente sin recursos, comedores, ayudas para las protectoras de animales, que necesitarían inversiones más importantes de las que reciben?”.
“Las personas de otras nacionalidades piensan que esto es una mierda, no se hace en ningún sitio”, declara Lisa, una joven alemana. “A los alemanes, ingleses o suizos no nos gusta venir. Nos gusta ver los toros y las vacas en su hábitat”, recalca. “Tampoco va tanta gente de aquí, ni a bous a la mar ni a los toros, y la gente de fuera cree que es un maltrato”. Si participan jóvenes de otros países “es para hacer el loco, van borrachos”. ¿Qué clase de ardid confabulador faculta para regalar dinero público a violencias tan aberrantes? Soflamas patrioteras y oratorias mitinescas tratan de mantener la rancia y embrutecedora tauromaquia que, en paralelo a la sisa presupuestaria, alimenta fantasías machistas que bien podrían encuadrarse en lo definido por el escritor estadounidense Peter Trachtenberg: “Un facsímil de masculinidad incompleto, cruel pero no creativo, poderoso pero no verdaderamente potente”. ¿Existe algún contrato no explícito entre la denominada Transición española y estas crueles actividades? “A quien no le guste que no vaya”, sintetizan desde estamentos oficiales. “Esos animales viven mejor que nosotros”, dicen. “Es tradición y estas hay que respetarlas”, dictaminan.
Álvaro, también de Dénia Animal Save, corrobora que, “en su mayoría, las personas extranjeras no apoyan los festejos con animales, mucha gente de otros países que vive en España se une a las manifestaciones mostrando su rechazo”. Es ciudadanía que no comprende “cómo se puede destinar dinero de todos para maltratar animales”. La mayoría ignora que sus impuestos como residentes se utilizan para eso, “y cuando se lo dices se quedan estupefactos”.
En Dénia, al igual que en el resto de España, se está realizando la recogida de firmas para la ILP (Iniciativa Legislativa Popular) 'No Es Mi Cultura' -con plazo hasta noviembre-, a fin de derogar la ley que declara a la tauromaquia como patrimonio cultural. “Lamentablemente, las personas de otras nacionalidades no pueden firmar porque no disponen de DNI (Documento Nacional de Identidad), tienen NIE (Número de Identidad de Extranjero), lo cual les frustra y les preocupa porque pagan sus impuestos, son residentes, tienen propiedades, pero al no tener el documento oficial español no se les hace partícipes, conozco muchísima gente a la que le gustaría firmar”, revela Julia, integrante del colectivo feminista y colaboradora en la Protectora de Animales. “Estamos llevando a cabo un gran activismo con las firmas, aprovechando cada espectáculo, he recogido muchísimas”, explica.
Dénia cuenta con “un gran porcentaje de población extranjera, que está en contra de la tauromaquia. Junto a Dénia Animal Save, hemos intervenido en el pleno del Ayuntamiento, al haber una propuesta por parte del PP y Vox de revitalizar y fortalecer los bous a la mar. Este espectáculo debe terminar. Es cavernícola. Es anacrónico. Debe terminar no solo por el daño que se causa a un animal inocente, sino también por lo que queda de nosotros, de los humanos, de nuestra especie, al participar y divertirnos con semejante barbaridad”, concluye Julia.
Por su parte, Diego Nevado, portavoz de dicha asociación animalista, señala que “PSOE y Compromís votaron en contra; quizá Compromís esté más por la labor que el PSOE. Públicamente, han reconocido que solo con reducirlo han ahorrado diez mil euros al vecindario. Dicen que lo redujeron a la mitad por la ley de Bienestar Animal, pero lo cierto es que fue tras la angustiosa muerte de un toro, que volvió a producirse este año en Jávea y que, como reconocen, causó graves perjuicios en su imagen a nivel internacional. De momento, no creo que se vuelva para atrás en esta legislatura”.
El escritor Antonio Gala cuestionó la ilusoria supremacía del ser humano sobre el resto de los habitantes del planeta, una especie, escribió, que “se distrae degollando gansos o gallos en celebraciones espeluznantes; corre becerrillos o toros sin arte y sin respeto; mata por matar, sin que el hambre le sirva de pretexto”. Y así, naturalizando el horror, se inculca la violencia. Recuerda Nevado que el pasado mes de julio, en una concentración antitaurina celebrada en València, “los turistas decían que no podían entender cómo se siguen celebrando estos eventos”. Julia comenta que los municipios “plantean que haya veterinarios presentes en los bous a la mar, para intentar blanquear un poco el maltrato que se realiza”.
¿Por qué los ahogamientos y los infartos de las reses no indignan? “Lamentablemente, como no se ve sangre, no se ve maltrato, se ve como una simple diversión en la que el toro no muere; y sí mueren”. Laura alega, esperanzada, “que la gente va evolucionando y quiere algo diferente, una fiesta donde todo el mundo pueda participar y no se practique ningún tipo de violencia con animales. La mayoría de la gente de Dénia lo ve absurdo, aburrido, y ya no le ve la gracia a todo lo que conlleva la participación de una vaca o un toro. No beneficia en nada el sentirte poderoso ante un animal acorralado, indefenso y en shock, a cuarenta grados a la sombra, un animal que lleva más de una hora, antes de salir a la plaza o al pasacalles, o a la entrada de bous, en un cajón metálico, que es como estar dentro de una olla a fuego encendido y, cuando salen de allí, les meten una descarga para que salgan de estampida y parezca que son toros bravos, cuando en realidad son vaquillas y toritos jóvenes”. Ese dinero público destinado a la tauromaquia “no sirve más que para que cuatro machirulos se crean que son dioses”.
Muertes de transeúntes y participantes, heridas y conmociones cerebrales no parecen ser motivo suficiente como para prohibir tan sádicas actividades, en las que “el animal intenta defenderse como sea y su única arma es la cornamenta; por desgracia, hay mucha gente que fallece, animales también, sin contar las lesiones que se causan en el morro al intentar escapar por sitios que no pueden, se enganchan con los cuernos, hay patas dobladas, caídas y, por supuesto, ahogamientos”. El citado Antonio Gala confesaría: “Siempre me estremece la indiferencia del hombre ante los tormentos que provoca en los animales; sólo es comparable a su indiferencia ante los tormentos de sus semejantes cuando no los tiene ante los ojos”.
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