Según sugieren los datos este año se batirá el récord de turistas en Canarias. Los datos referentes a la inmigración irregular también parecen señalar que 2024 posiblemente será también un año récord en personas llegadas de manera irregular a las islas. Y parece que 2024 será también un año de manifestaciones, a juzgar por la relevancia y el eco que han tenido en los medios y en las redes las que expresan la insatisfacción ciudadana tanto con el modelo de desarrollo turístico como con la gestión de la migración. Somos un archipiélago atlántico cuyo destino ha estado ligado a su posición en el planeta, al menos, desde que Isabel la Católica decidiera incorporarlo a la Corona de Castilla a finales del siglo XV. Desde entonces, la economía y la sociedad de las islas se han organizado en base al movimiento de personas y mercancías entre las islas y otros lugares. En una muestra más del pensamiento simplón que han contribuido a propagar las redes, y a que a su vez ha contribuido a propagar los populismos, de izquierdas y de derechas, las cosas tienden a verse como en las películas de mi niñez: hay “buenos” y “malos”. Para algunos parece que los que vienen de fuera, si son turistas, son “buenos”, y hay que hacer todo lo posible porque vengan cuantos más mejor; por el contrario, si son migrantes son “malos”, y habría que hacer todo lo posible por, cuando menos, controlarlos. Pero en realidad las cosas son más complicadas. ¿Quiénes son turistas y quiénes migrantes? En las universidades anglosajonas más avanzadas en estos temas hace ya tiempo que se plantea que es necesario pasar del paradigma del turismo al de las movilidades. ¿Qué relevancia tiene esta distinción? Veamos algunos ejemplos.
Como el Servicio Canario de Salud deriva pacientes a las clínicas privadas, una enfermedad de mi padre me ha hecho pasar, recientemente, mucho tiempo en la misma clínica en que yo nací, hace medio siglo, cerca del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Un día, mientras desayunaba en una cafetería cercana a la misma, una mujer rubia, de ojos claros, hablaba con otra que se acababa de encontrar. Luego se quedó hablando por teléfono, y le contaba a alguien (en italiano) que se había encontrado con la profesora de su hija. Me pongo a leer la prensa y me entero de que en la ciudad se estrenará a principios del próximo año el mayor plató de producción virtual de España. De vuelta a la habitación de mi padre, al ir por las escaleras, me encontré, en la planta inferior, de neonatos, un número importante de mujeres que por su vestimenta parecían mauritanas. Aunque carezco de datos fiables, no pude evitar pensar que no deja de ser curioso que en la clínica en la que yo nací nazcan ahora los niños de las clases altas mauritanas. No sé si porque tienen algún acuerdo, porque se fían más de nuestros servicios sanitarios que de los suyos o, sencillamente, porque es lo que está “in” en la gente rica de ese país, hay ricos de allí que vienen a tener a sus hijos aquí. Salgo de la clínica y me encuentro con el paisaje del Puerto de la Luz: al ver una plataforma enorme en el horizonte recuerdo una noticia que leí a mitad de este 2024 que está a punto de terminar: una plataforma noruega construida en la década de 1970 pasará un año reparándose aquí y luego volverá a Noruega. Terminada la jornada de hospital me voy a coger aire al Paseo de Las Canteras, que veo llena de gente rubia y de ojos claros: ¿será porque noviembre es la temporada alta del turismo nórdico en Gran Canaria? Pues imagino que algunos sí… pero muchas de esas personas son digital nomads, remote workers, expats... Claro que nuestro turismo “tradicional”, el de los suecos y fineses que vienen varios meses en verano, y tienen aquí colegios, club escandinavos e iglesias, también está a medio camino entre lo que tradicionalmente se denominaba “turismo” y otro tipo de movilidades.
¿Qué tienen en común todos los ejemplos de movilidades que acabo de poner? Ni la italiana que vive aquí, ni la mauritana que viene a dar a luz, ni los que vienen a trabajar por un tiempo en una plataforma petrolífera o en la industria cinematográfica, ni los jubilados que tienen un “Club Finlandia” cerca del bar en el que yo voy a encontrarme con mis amigos de la EGB es muy probable que usen servicios hoteleros. ¿Son turistas o migrantes? Aunque por su aspecto físico y por su fenotipo a algunos los tendemos a ver como turistas y a otros como migrantes lo cierto es que ninguno acaba de encajar con los estereotipos que solemos tener sobre la “gente rica y buena que viene de fuera a dejarnos su dinero” (turistas). Tras tomar dos cervezas con algunos amigos me encuentro una pintada: “Digital Nomad Go Home”. Hay una compañía canadiense que explota una mina de oro en Mauritania desde su sede en Las Palmas. Algunos de sus trabajadores ganan muchísimo dinero, al igual que los de las plataformas, o los del cine, o la italiana que ha montado aquí un negocio que es una mina de oro. Y posiblemente, al igual que los mauritanos que han comprado pisos en Mesa y López, contribuyen a que se eleven los precios de la vivienda aquí. Cuando en los 70 muchos funcionarios con sueldos elevados venían de la península, lo que también elevaba el precio de la vivienda en algunas zonas, lo que decían las pintadas eran “godos fuera”. Cuando yo era niño las películas nos pintaban un mundo de “buenos” y “malos”, ahora los medios y las redes pretenden decirnos quiénes son los buenos y quiénes los malos. “Nada nuevo bajo el sol”, decían los romanos. Y eso que, de sol, aquí, tenemos de sobra.
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