Cambió la elegancia de la enagüeta y la gola por una sudadera de andar por casa y unos vaqueros; el run run del tambor de Hidalgo que heredó en sus sandalias por unas botas de agua; la reluciente coraza de Híspalis por inmensas bolsas y cajas que son acaso el mejor reflejo de la asistencia social de la que debería preciarse cualquier hermandad. Esta es la historia de una familia sevillana que no ha dudado un momento en aparcar su vida dos días y los que hubiera podido para entregárselo todo a Valencia . Como viene haciendo desde hace años, Javier Sánchez se colocará las plumas de avestruz la próxima tarde de Jueves Santo, pero es armao de la Macarena el año entero. Por eso no dudó en pedir dos días a su empresa, llevarse a su mujer, Silvia; devota del Señor de la Salud de Los Gitanos, y también a su hijo, que ha decidido igualmente echar el cierre de su negocio siendo autónomo para ayudar personalmente a las zonas afectadas por la DANA, y servir directamente a las familias alquilando una furgoneta junto a otros miembros de su familia como su hermana Ana, nazarena de cirio blanco, que no ha querido perderse este viaje impulsado por la esperanza. Tampoco lo quiso Luis, hijo del capataz Pepe Zambrano y amigo de esta cuadrilla. La idea nació precisamente del hijo de Javier, Javi, hermano igualmente de la macarena cofradía de la madrugada y costalero del Señor de la Sentencia. Fue él el primero en decir que era momento de salir para capitanear una gran furgoneta en la que toda la familia fue metiendo todo tipo de recursos básicos con el fin de llegar directamente a las manos de la gente más necesitada que viene sufriendo en Valencia . Por si fuera poco el espíritu de solidaridad de dicha familia, Javier Sánchez padre quiso compartir en redes sociales que iniciaría esta misión que arrancaría en Sevilla y que culminaría en distintos puntos que han sido arrasados por el desastre de la DANA. De ahí que fueran recibiendo a la altura del centro comercial de Los Arcos de la capital multitud de donativos tanto a nivel económico como en materia de donaciones, como el ofrecido por las hermanas Pachón de la hermandad del Rocío de la Macarena , puesto que también emplazaron a amigos y conocidos a aquellos que quisieran participar en la recaudación de artículos de limpieza, así como de ropa y otros elementos de primera necesidad con los que han ido completando el citado medio de transporte. Varios armaos se sumaron igualmente a la causa. Como si fuera la ronda en la que recogen al teniente y al capitán de la Centuria Romana Macarena en las inmediaciones de la muralla, Javier y su gente fueron percibiendo toda la nueva esperanza que se imagina sobre cuatro ruedas, y horas después de ir cargando kilos y kilos de todo tipo donaciones, partieron a las cuatro de la mañana del pasado martes sin dilación . A la hora en la que el último Viernes Santo la Virgen de la Esperanza hubiese dejado atrás la Alameda de Hércules. Y en una furgoneta tan macarena se podían ver botas, todo tipo de productos de limpieza y hasta algún carro de bebé. Lo que fuera. «Ahí quedó», decía Javier al cerrar las puertas mientras compartía vídeos con las personas que habían contribuido a tan loable iniciativa. Nada podía frenar la fraternidad sevillana que iba a llegar pocas horas después a la Comunidad Valenciana, concretamente en Aldaia, el primer lugar de la peregrinación. «Ni un minuto llevamos allí, y esto es muy difícil», decía Javier con voz entrecortada en cuanto estacionaron la furgoneta en medio de una calle y vieron la verdadera cara del drama. Se encontraron una Aldaia repleta de personas remangadas y con ganas de cambiar la situación. «Hemos llegado a un punto de encuentro y aquí vamos a repartir monos, mascarillas, de todo», contaba, enseñándolo él mismo. Las imágenes que facilita descubre cómo en dicho pueblo valenciano siguen tratando de paliar las duras consecuencias de la DANA, fáciles de ver a lo ancho y a lo largo de las calles. Lo que sí aclara el sevillano es que las ayudas llegan mejor a través de las propias personas gracias a esa ingente cantidad de voluntarios que vienen apoyando en el lugar . También denotan la presencia de militares con camiones «llenos de esperanza», argumenta. La familia Sánchez Anarte intentó luego alcanzar el caos que padece Catarroja, cuyo acceso quedó cortado para los coches, y obligando a los voluntarios a dejar los suyos a cientos de metros del pueblo. Una imagen que contrastaba directamente con aquellos vehículos que habían sido arrasados por la corriente , y que eran tan numerosos en los accesos de los pueblos como en las carreteras llenas de lodo y barro por la que la familia acabaría desviándose hacia Alfafar, que viene sirviendo de almacén general para otros puntos aledaños. Acabarían por tanto en una de las zonas más afectadas casi por mor del azar y en la que se daría una estampa verdaderamente emocionante, puesto que en una de las calles de dicha zona conocería nuevamente otras tantas historias de valencianos devastados por la inundación, con especial mención hacia una mujer y su marido que recibieron los últimos cargamentos de la familia macarena . Un abrazo entre dicha señora y Silvia emocionó directamente a Javier, que mientras graba la escena no ignora la pila de vehículos destrozados que queda en un segundo plano mientras ve a las dos mujeres unidas por el dolor. «Ella me partió el alma, se acercó con el marido y no tenían ni cómo limpiar», recuerda Javier. Pocas horas después, sin apenas descanso ni moral por todo lo vivido, toda la familia pondría rumbo a Sevilla con el alma rota pero con la certeza del deber cumplido.
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