Un país vulnerable a las redes

La fragilidad de nuestro ecosistema informativo, donde internet y las redes sociales se han convertido en actores cada vez más relevantes, queda una vez más de manifiesto con la comprobación de que una empresa con sede en Moscú que se dedica a difundir bulos y mentiras tiene a España y a sus instituciones entre sus objetivos. La Agencia de Diseño Social ha sido investigada por el FBI de los Estados Unidos y sancionada por sus actividades en favor del Kremlin. Ahora, un amplio repertorio de sus estrategias ha quedado expuesto en una filtración de documentación que recibieron los diarios 'Süddeutsche Zeitung' y 'Delfi Estonia', a la que ha tenido acceso este periódico. La revisión profesional de este material indica que la agencia tenía entre sus objetivos prioritarios atacar al Rey de España y al Partido Popular, con el fin de erosionar su credibilidad, e instalar una serie de mensajes en los debates de la sociedad española con el fin de desestabilizarla. Los documentos revelan que el Kremlin ha contratado sus servicios para mantener campañas de desgaste institucional en Alemania, Francia, Italia y España. La agencia considera que tanto Italia como España son países poco explorados en materia de desinformación y establece como prioridad la necesidad de redoblar sus esfuerzos con más bulos y mentiras. Uno de los informes que manejaba la empresa rusa procedía de Meta, la matriz de Instagram y Facebook, donde se subrayaba el bajo nivel de conciencia que existe en la opinión pública española sobre el problema que plantea la penetración rusa en redes, influencers y medios de comunicación. Gran parte del éxito de este camuflaje se debe a la acción deliberada de grupos de la izquierda radical que influyen en el Gobierno. Hace una semana, el diario 'The New York Times' incluyó a Canal Red, fundado por el exvicepresidente Pablo Iglesias, como uno de los eslabones de una red de desinformación que ha sorteado la prohibición de medios como Sputnik y RT en la UE. Una estrategia expuesta es que, de cara a las elecciones europeas, el Kremlin tenía gran interés en favorecer el éxito de partidos y movimientos a la derecha del Partido Popular con el fin de debilitarlos y conseguir que se acercaran a la Federación Rusa. Los mensajes siempre excitan el rechazo a los partidos tradicionales y contra los que define como «globalistas liberales». En los archivos de la Agencia de Diseño Social figuran decenas de narrativas que son habituales en las redes sociales. «Hay que temer a la guerra y a los desastres climáticos… hay una crisis alimentaria y se está destruyendo la agricultura», son algunos de ellos. Otros son directamente antisemitas y antiucranianos. Uno de los más significativos tiene que ver con las demandas de ayuda de Ucrania, que pintan a Volodímir Zelenski como un pedigüeño, mensaje que Donald Trump ha repetido insistentemente la última semana en Estados Unidos. Varias cuestiones surgen al hilo de estas revelaciones. La primera tiene que ver con la facilidad con que una potencia extranjera puede inmiscuirse en el debate social de un país y empezar a denigrar a sus instituciones y personalidades. Una parte de la fuerza de este fenómeno tiene que ver con la sustitución de los medios tradicionales en las preferencias de los ciudadanos en favor de las redes sociales, una tarea en la que es imprescindible actuar a nivel educativo. La segunda cuestión es detectar qué tipo de vulnerabilidades perciben en nosotros los actores externos y evitar profundizar irresponsablemente en ellas. Sin duda que el continuo tensionamiento institucional en que vive el país, es una de ellas.

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