Un grupo de policías locales acaba de conocer a Jaco. Es un pastor belga que acaba de llegar a Catarroja, uniéndose a las labores de búsqueda del resto de efectivos, pues los desaparecidos en la Comunidad Valenciana se cuentan por cientos . Tras él y su dueño, que lo lleva bien atado mientras saluda al resto del equipo, hay un garaje gigantesco, en el que los bomberos trabajan con bombas para extraer el agua que lleva ahí de hace una semana. —¿Es para encontrar cadáveres? —No, éste busca a los vivos. El olor a muerto no le alerta, no está entrenado para eso. La avenida del Camí Nou, que conecta los distintos pueblos de l'Horta Sud es un ir y venir de personas, camiones y furgonetas. Conforme se avanza hacia el sur, desde La Torre llegando hasta Albal, la situación empeora, aunque hoy se nota una presencia militar mayor. El mapa cambia día a día, pues donde ayer una calle estaba despejada , hoy aparece una pila de coches o escombros que han retirado de otros emplazamientos, donde anteriormente vecinos y voluntarios los habían depositado. Esto provoca atascos y retenciones de la maquinaria implicada en las propias tareas de desalojo. La coordinación es compleja, al venir efectivos de todo el territorio español, y que no parecen conocer en profundidad el lugar. Brigadas del Ejercito de Tierra y del Aire tratan de limpiar calles en toda la zona, pero hay vecinos que ya les ganan en experiencia y son más rápidos al haber superado el shock días atrás. «Esto es peor que una zona de guerra, solo hay destrucción», comentan efectivos que han estado en misiones en el Líbano o Senegal sobre una realidad que lleva sintiendo la población de l'Horta Sud en sus carnes desde hace días. —En esta calle no hay vecinos, hay otras con la misma suciedad y con gente en sus casas. —¿Sí? Nosotros vamos donde nos mandan, será para que puedan pasar las ambulancias. Las tareas que realizan son de toda índole. El lunes una mujer dio a luz en Paiporta, por la tarde del martes 29 de octubre, día de la riada, regresó a su casa, donde ha estado desde entonces. Ayer los militares consiguieron desplazar al niño de siete días hasta el Hosiptal La Fe para que pasara un reconocimiento. Junto a él, otros doce ancianos. —¿Podíais haber venido antes? —No te puedo responder a eso. Por la expresión de su cara este miembro del Ejército parece tener clara la respuesta en su cabeza. El drenaje de cientos de garajes continúa en toda la comarca donde, en muchas zonas, el fango sigue llegando hasta la altura de la rodilla . En otras los vecinos, con la ayuda de los distintos destacamentos, han empezado a idear sistemas para hacer llegar el agua estancada hasta las alcantarillas que no están colapsadas. A la altura de Massanassa, varios de ellos disponen tablones con los que redirigir la corriente. Tras siete días, el agua vuelve a fluir por las calles, aunque, esta vez de forma controlada y sin llevarse por delante la vida de cientos de personas. El barranco del Poyo en Catarroja sigue llevando una corriente de agua que los vecinos de la zona no habían visto nunca a estas alturas del año, algo que ayuda a entender la dimensión de la gota fría que descargó sobre la provincia de Valencia.
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