Un sevillano en la zona cero de la Dana: «Mi oficina está destrozada, perdí el coche..., pero estoy vivo»

«Si me puede llamar más tarde, mejor; ahora mismo estoy en el trabajo quitando barro». Con esta frase, sin más decoro y necesidad, el sevillano Sergio Cuervas, residente desde hace siete años en Algemesí, uno de los pueblos más castigados por la DANA en Valencia, nos pospone a la noche. Unas horas más tarde, recién llegado del infierno, su voz suena desde muy lejos. «Estoy agotado, pero vivo». -¿Por dónde empezamos? -Por donde quiera. -¿Ha asimilado ya lo ocurrido? -En ello estamos. El otro día se lo comenté a un amigo de Sevilla que me llamó. Esto es como la clásica serie de televisión relacionada con la apocalipsis. Es como la película 'El día de mañana'. Pero en vez de hielo y mucho frío, aquí lo que hay es barro y muy mal olor. Tenemos montañas de basura en las calles. Nuestras plazas, nuestro pueblo está destrozado. La noche en que ocurrió todo, yo, de verdad, llegué a pensar que al día siguiente tendríamos algunos problemas, pero no toda esta locura. -¿De qué manera le ha afectado a usted? -Lo más importante es que estoy vivo, y mi familia, también. Mis suegros sí lo llegaron a pasar realmente mal. Pero menos mal que pudieron salvarse de esta locura. -¿Estaban en la calle en ese momento? -Yo le explico. Fue todo por muchas casualidades. Nosotros tenemos una empresa de instalación eléctrica industrial. Durante la mañana del martes, ya sabíamos que iba a llover. Yo estaba en la oficina, y, de repente, mi mujer me llamó y me dijo que me volviera ya para casa. Había bastante agua en las aceras, pero aún no te podías imaginar lo que iba a ocurrir. Mis suegros, sin embargo y viendo que el agua seguía subiendo y que podía entrar por las puertas de la oficina y el taller, decidieron regresar para tratar de poner el máximo de material encima de las mesas, en altura. Eso fue a las ocho y algo de la tarde... Ahí, ya, todo se complicó. El agua les subió muchísimo y pudieron escapar porque, menos mal, tienen su casa cerca del trabajo. Habían ido con su perrillo, y tuvieron que sacarlo agarrándolo con los brazos hacia arriba. -¿No habían recibido aún la alerta en el móvil? -No. Y lo sé perfectamente... porque llegó después de que mis suegros nos contaran todo lo que acababan de vivir. Se libraron de milagro, la verdad. -¿Dónde estaba usted entonces? -En mi casa, en un segundo piso, viendo la tragedia. De repente me quedé sin luz, sin agua, sin conexión telefónica. Se te pasa de todo por la cabeza. Pensaba en mi mujer y mi hija, que estaban en ese momento en casa de mis suegros; en mi familia de Sevilla, que estaría preocupada sin poder localizarme. Ves ríos de agua por delante de tu casa. Coches de un lado a otro. -¿Qué daños materiales sufrió? -De todo. Perdí mi coche. Es un SUV, bueno, era. A pesar de que es alto, nada, nada. En la oficina y el taller, más de lo mismo. Hemos perdido casi todo el mobiliario; sólo nos han quedado vivos dos ordenadores. Nuestro taller y la oficina están en un bajo. Tienen puertas de garaje; imagínese lo que entró por ahí. Ha pasado ya una semana, y seguimos limpiando y limpiando, Hay barro por todos lados. Entre toda la familia estamos tratando de seguir adelante. -¿Se percibe la solidaridad? -Muchísimo. Te hace creer en el ser humano. Cuando peor estás, resurge. Lo hablaba con mi mujer. Es increíble el cariño que estamos recibiendo. Ella es enfermera, y también ha visto de todo. La conocí en un crucero, y decidí venirme a su tierra. Hoy estamos dolidos, lógico, pero saldremos adelante.

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