Cualquier alumno de secundaria de Berlín lo sabe: hay chicas musulmanas que no vuelven al colegio después de las vacaciones. Ese tipo de matrimonios está prohibido en Alemania y sus familias las casan a la fuerza en sus países de origen. A menudo permanecen allí y no pueden seguir estudiando. Otro fenómeno creciente es la boda para facilitar la entrada legal del marido en Alemania y, una vez de vuelta, les son sustraídos sus documentos de identidad para que no puedan huir o denunciar. Las autoridades alemanas tienen las manos atadas porque todo sucede en la intimidad de la familia y las novias se enteran con muy poca antelación, sin capacidad de reacción vigiladas constantemente por los suyos. Pero la policía alemana ha ideado una vía de escape. El código circulaba ya en redes con el hashtag #Löffeltrick (truco de la cuchara) y fuentes policiales confirman que no es una falsa noticia. Si al pasar el control de seguridad del aeropuerto es detectada una cuchara entre la ropa interior, la policía aeroportuaria no mostrará reacción alguna pero pedirá un control rutinario a la chica al margen de los familiares que la acompañan durante el que podrá denunciar la situación y recibirá ayuda. La Inspección de la Policía Federal confirma que los policías han sido adiestrados para reaccionar cuando detectan ese código y que facilitarán una salida. Las menores podrán, voluntariamente, ser trasladadas a un centro de ayuda anónimo y las mujeres mayores de 18 años pueden ser alojadas en centros de acogida para mujeres donde podrán decidir, a distancia de la familia y con asesoramiento, cómo proceder. Las cifras sobre el número de menores que se ven obligados a contraer matrimonio cada año son difíciles de precisar. Desde 2011, cuando entró en vigor el delito de matrimonio forzado con el artículo 237 del Código Penal alemán, estos casos se han incluido en las estadísticas policiales de delitos. En 2022 se registraron un total de 67 casos y 68 víctimas. De estos, 31 fueron consumados. Las nacionalidades más afectadas con la siria y la turca. Mientras que la proporción de afectadas de los estados balcánicos se ha duplicado. Sin embargo, los centros de asesoramiento sospechan que las cifras reales son muy superiores. Actualmente se está llevando a cabo un proyecto en el Centro Alemán de Investigación sobre la Integración y la Migración (DeZIM) para intentar calibrarlo mejor. «Por un lado, encuestamos a un grupo representativo de personas y preguntamos si la persona misma está afectada por el matrimonio forzado», explica la socióloga Mathis Herpell, y también se pregunta «cuántas personas conoce que se vean afectadas por el matrimonio forzado». Con estas cifras, los investigadores quieren determinar la prevalencia del matrimonio forzado en el entorno de las personas encuestadas. A la espera de los resultados, la organización Terre des Femmes ha realizado su propia encuesta en el distrito berlinés de Friedrichshain-Kreuzberg, de mayoritaria población de origen turco, yha detectado 496 casos de matrimonio forzado solo en 2022, de los cuales el 88% tuvo lugar en el extranjero. «Para las autoridades es muy difícil detectar estos casos a tiempo porque las novias son informadas solamente cuando están a punto de viajar, son vigiladas por la familia y carecen de cauces de denuncia», explica Myria Böhmecke, que ha llevado a cabo 33 talleres en escuela de secundaria de la capital alemana para intentar establecer sistemas de alerta temprana, «si por ejemplo hay chicas que son sistemáticamente recogidas por su familia a la salida del colegio, sin no les permite participar en las excursiones o viajes escolares o si informan que van a realizar un largo viaje al extranjero en mitad del curso, los profesores deben dar un aviso para que esos casos sean estudiados sin que sea ya demasiado tarde». Böhmecke cree que el «truco del a cuchara» es un último recurso. «Las sociedades democráticas y libres deberían contar con mecanismos que garanticen mejor la seguridad y la libertad de estas niñas, atrapadas en situaciones y códigos de honor que no pertenecen a nuestra cultura y que violan gravemente nuestras leyes», dice. «La presión social sobre las menores es enorme», añade, «por eso no hay un método ni truco automático, porque ellas mismas carecen a menudo de criterio real o de capacidad de denuncia»: Una vez que los matrimonios hayan sido comprometidos entre las familias, en caso de que la novia se niegue o se resista, la familia está obligada a forzarla o, si llega el caso, matarla, para resarcir la mancha de honor. En la mayoría de los casos son los hermanos y los primos de la novia los encargados de que se cumpla el compromiso y ellos mismos serán repudiados si no lo consiguen.
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