Las poblaciones del sur de Valencia están llenas de lugares tétricos, de difícil digestión cuando la retina los enfoca, desde los garajes inundados hasta los campos municipales de fútbol, ahora explanadas donde no corre el balón pero sí se acumulan los miles de vehículos que han quedado destrozados. Sin embargo, son la mayoría de cementerios los que más pesimismo desprenden. Entrar en ellos significa convertirse en el protagonista de una película de terror. Cerrados con candados o cintas policiales, en su interior el lodo rebosa, tanto que las botas se quedan atrapadas en él como si fueran arenas movedizas. Incluso las tumbas se han abierto, como si hubiesen sido detonadas con explosivos desde el interior, y algunos de sus ataúdes, en el mejor de los casos, están colocados en el centro del recinto, una imagen que es imposible de olvidar. Son los cementerios un elemento más de la dura narrativa del sur de Valencia. El pasado 29 de octubre, aún muy recientes los estragos de la DANA , muchos ciudadanos se acercaron a ellos a honrar a los muertos, como manda la tradición del Día de Todos los Santos . Era imposible entrar, prohibido por las autoridades, pero se formaban ligeras colas para intentar lo imposible. Solo los voluntarios tenían permiso para acceder a sus entrañas y, diez días después, la situación no ha mejorado. Más allá de las pesadillas que puedan provocar, la inoperancia de los cementerios está generando todo un cisma en la zona cero de la DANA . Son 219 los fallecidos hasta el momento y, muchos de ellos, tras ser identificados por los forenses, no han podido ser enterrados con sus familiares en su pueblo natal (el pasado miércoles ya se tramitaron 83 licencias de enterramiento o incineración en varios municipios afectados). Así, en Sedaví , se prevé que los funerales no podrán retomarse hasta dentro de dos o tres meses. «El nuestro está destrozado, ni siquiera tiene puertas, se las llevó el agua. Nuestra prioridad ha sido enfocar todas las labores de reconstrucción y limpieza a las calles peatonales y la zona urbana. Cuando acabemos, podremos pensar en rehabilitarlo. Pero tampoco te quiero dar muchos detalles, porque hay mucha gente muy macabra por ahí», asegura a ABC José Cabanes , alcalde de la localidad. Una situación similar a la de Benetúser . Allí ya ha comenzado las reconstrucción y se espera que a finales de esta semana pueda acudir alguna familia a despedir a sus seres queridos. «A las primeras familias que solicitaron un entierro les recomendamos la incineración, porque la otra opción es derivarlo a otro municipio cuyo cementerio esté operativo», asegura Ricardo Martí , jefe de comunicación del Ayuntamiento. Y es que, ahora mismo, es un auténtico caos organizar una despedida. Por ejemplo, es el camposanto de Alfafar uno de los que presenta peor estado. La riada elevó el agua hasta la tercera fila de nichos y todo está fuera de sitio. «En la funeraria Luxor estamos dando varias opciones. Una es la incineración, porque eso permite a la familia llevarse las cenizas y esperar a que el cementerio local esté operativo. La otra es enterrar los restos en Valencia capital y, pasados cinco años, puede solicitarse un traslado», asegura Javier , trabajador de la funeraria y que perdió su tanatorio en Alfafar durante las inundaciones. Dificultades que han conseguido esquivar en Paiporta , otras de las localidades más afectadas. Allí, el cementerio parroquial se salvó de las riadas al estar a dos kilómetros del casco urbano, como asegura la alcaldesa Amparo Folgado a este diario, y desde ayer se han comenzado a oficiar inhumaciones. Hoy, además, tendrán lugar las primeras correspondientes a víctimas de la DANA , pasos que seguirán los dos de Aldaia y el de Torrent . Excepciones en una tierra asolada donde la mayoría de sus habitantes no pueden llorar a sus muertos.
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