Verdad de vida

Cuenta el escritor Andrés Trapiello en sus diarios una ocasión en la que trataba cuestiones de «conciliación familiar y laboral» con su buen amigo Carlos Pujol: «Cierta tarde, siendo nuestros hijos muy pequeños aún, me quejaba yo a Carlos Pujol de no encontrar sosiego en nuestra casa para trabajar y escribir todo lo que entonces me estuviera rondando por la cabeza. Se conoce que me vio muy agobiado, porque el consejo que me dio fue uno de esos que no se olvidan nunca, por lo taxativos: « Si no vas a poder escribir con tus hijos jugando, corriendo por el pasillo y gritando de vez en cuando, dedícate a otra cosa »». Pujol, hombre de fe recia, hombre de letras añorado, era muy querido por autores de diversa condición ya que se trataba de alguien libre ante el mundo, ante la realidad . Mantenía un juicio siempre original que no dejaba a nadie indiferente. Una personalidad así siempre nos hace preguntarnos cuál es su origen. ¿Dónde moras? Como escuchamos en el evangelio. Y es que, si la fe no tiene que ver con todas las dimensiones de nuestra vida, es una fe muerta. Esta afirmación la hemos querido constatar este fin de semana en una nueva edición del Congreso Católicos y Vida Pública que organizan la ACdP y el CEU. hemos contado con ponentes como Ayan Hirsi Ali, José Ignacio Munilla, Jorge Freire, Ana Iris Simón, o Fabrice Hadjadj entre otros, para responder juntos a estos tiempos de incertidumbre. Precisamente Hadjadj, padre de diez hijos, respondía a esta pregunta «¿Cómo puede hacer usted para publicar tantos libros teniendo una familia tan numerosa? Bueno —respondía—, pues lo hago mal. Dejo que los niños hagan imposible mi Gran Obra, y dejo que los textos que sigo garabateando hagan que no pueda estar del todo disponible para los niños . Pero puede que así lo esté haciendo bien. Porque lo que una y otra cosa pierden en perfección lo ganan, al menos así me gusta creerlo, en verdad de vida».

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