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Si te acabas perdiendo es culpa tuya: todo lo que deberías saber sobre el sentido de la orientación

Si eres de los que no recuerdan cómo era la vida humana y todos sus conflictos espacio-temporales antes de la llegada de Google Maps a la vida cotidiana o de los que piensan que pasear por el bosque ayudado tan solo de una brújula es un superpoder al alcance de unos pocos, este artículo te interesa. La capacidad para orientarse en un espacio físico determinado, sea conocido de antemano o uno en el que nunca hemos estado, suele acabar provocando algo más que risas cuando se compara entre todos y, en caso de estar solo, alguna preocupación más que justificada que se resuelve en cuanto vuelves a tener cobertura en el teléfono móvil.

Una de las dudas existenciales relativas al sentido de orientación es si esta habilidad viene determinada de manera innata (o lo que es lo mismo, de la genética) o si se puede aprender con el paso de los años (lo que quiere decir que puede llegar a entrenarse o mejorarse). Seguramente, si pensamos en el típico amigo o amiga que no sabe orientarse incluso en un lugar que le resulta familiar o por el que ha transitado con frecuencia, te decantes por la primera opción. En realidad, esto es porque hacer la transición entre una persona que no sabe orientarse a una que sí se antoja por imposible. El que se orienta nace, no se hace.

Sin embargo, esto es del todo falso. No hay ningún factor innato en saber escoger el camino correcto o conocer tu ubicación de manera segura y confiada. En 2020, un estudio de la revista Nature probó las habilidades de orientación en un entorno virtual de 2.600 gemelos idénticos y no idénticos para dilucidar si la orientación es hereditaria. Así, llegaron a la conclusión de que el factor más influyente en las nociones espaciales viene dado por "factores ambientales no compartidos", es decir, "las experiencias que acumula cada persona a medida que va pasando su vida".

"La ansiedad entorpece la buena orientación, por lo que si no te muestras muy seguro de ti mismo, serás peor en la tarea"

Muchas veces la experiencia acumulada no tiene que ver tanto con el individuo en concreto, sino con el pueblo o el país al que pertenece. Es el caso de un estudio similar realizado por el University College de Londres, en el que los investigadores diseñaron un entorno virtual en el que los participantes debían encontrar una serie de puntos de control. El experimento estuvo abierto a miles de personas de todo el mundo y, de este modo, los académicos descubrieron que había una serie de factores socioculturales en juego: los habitantes de los países nórdicos estaban mejor hechos a eso de orientarse, al igual que los que vivían en entornos rurales frente a aquellos que residían en grandes ciudades. Además, de entre estos últimos se orientaban mejor los que vivían en calles más caóticas que aquellos que vivían en un entorno metropolitano más ordenado (pensemos, por ejemplo, en el Ensanche de Barcelona y su excesiva rectitud).

Ni Mercurio retrógrado ni nervios

Todos estos estudios nos demuestran de que si eres muy malo orientándote no es por algún tipo de maldición innata o por Mercurio retrógrado (en caso de que seas supersticioso), sino que todo depende de la experiencia individual y compartida. Eso sí, hay más factores en juego, como por ejemplo tu grado de ansiedad a la hora de encontrarte o saber el modo de llegar de un punto a otro. Lo mejor, si no quieres perderte, es que te lo tomes con tranquilidad.

Aquellos que siempre dependían del GPS, eran muchísimo peores a la hora de orientarse por sí mismos

"La ansiedad entorpece la buena orientación, por lo que si no te muestras muy seguro de ti mismo, serás peor en la tarea", apunta Nora Newcombe, psicóloga cognitiva, quien de hecho acaba de publicar los resultados de un estudio, en la revista Smithsonian Magazine, que se ha hecho eco de estos estudios. Esto también influye en lo muy o poco dispuesto a explorar o a dejarte llevar: si no lo disfrutas tanto, correrás el riesgo de perderte más a menudo.

Obsolescencia humana programada

Otro experimento muy curioso realizado en 2020 demostró que el hecho de recibir más ayuda a la hora de orientarte desemboca en una peor habilidad para hacerlo. Así lo demostraron Louisa Dahmani y Véronique Bohbot, neurocientíficas de la Universidad McGill de Montreal después de reunir a 50 adultos jóvenes que usaban el GPS en su día a día. Aquellos que se dejaban guiar con más frecuencia por dispositivos hechos para tal fin, eran muchísimo peores a la hora de orientarse sin ellos. Esto podría darnos el argumento de que muchas de las herramientas que hoy usamos y hacen nuestra vida más fácil, en realidad nos están haciendo a la par más inútiles. El seguimiento de estos individuos refrendó esta idea: después de tres años, aquellos que habían usado más el GPS se orientaban peor conforme fue pasando el tiempo.

María del Pilar Díaz

Muchos desearían disponer de más habilidad a la hora de saberse situar en el mapa o encontrar la forma de llegar de un punto a otro, a expensas de quedarse algún día sin batería en el móvil o entrar en una zona sin cobertura. De todos modos, siempre puedes usar la táctica de preguntar al primero que pilles en un sitio que no conoces. O, en caso de no compartir el idioma o llegar a la conclusión de que estás perdido y no hay nadie a tu alrededor, contentarte con el pensamiento de que hay algo peor que estar perdido a nivel espacial, y es el hecho de estar perdido a nivel vital, mental o emocional. Como decía la canción de Coldplay, solo porque esté perdiendo, no significa que esté perdido.


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