Científicos pagados con criptomonedas: el negocio oculto de las revistas se reinventa
La ciencia avanza porque los investigadores comparten sus hallazgos a través de artículos revisados por pares. Esto significa que, para garantizar la calidad y las buenas prácticas, otros expertos supervisan los estudios antes de ser publicados. Sin embargo, hace tiempo que este sistema hace aguas por diversos motivos, desde fraudes para engordar currículums a editoriales que aceptan cualquier cosa si hay dinero de por medio. Uno de los problemas que se denuncian a menudo es que las revistas hacen un gran negocio a costa de los científicos, que tienen que pagar por publicar y por acceder a las publicaciones de sus colegas; y hasta trabajar gratis, como en el caso de los revisores.
Sin embargo, algo parece estar cambiando, aunque sea en una dirección inesperada. Ya hay una revista que ha decidido pagar a los revisores y lo hace a través de una criptomoneda especialmente desarrollada con este fin. ResearchHub Journal es una publicación lanzada hace unas semanas que forma parte de un proyecto mayor, una plataforma que pretende impulsar una ciencia más abierta, rápida y eficiente. La iniciativa es del multimillonario Brian Armstrong, que hace años desarrolló Coinbase, un servicio de comercio de criptomonedas, y pretende convertirse en una alternativa a las revistas convencionales.
Una de las claves de su modelo es que pagan a los revisores de artículos el equivalente a 150 dólares. En teoría, la moneda que utilizan, ResearchCoin, podría cambiarse por dinero convencional, pero en la práctica es difícil, según explicaba hace días un artículo de Nature, ya que el sistema está pensado para que los científicos utilicen esa recompensa para otros servicios de la plataforma. Por ejemplo, los autores tienen que pagar 1.000 dólares para ver publicados sus artículos —algo en lo que no difiere de las revistas de prestigio tradicionales, aunque el precio es mucho más elevado en muchos casos—, pero pueden ir acumulando ese crédito no solo revisando estudios, sino también subiendo otros sin revisar (preprints), o comentando y votando los trabajos de otros colegas.
Con este sistema de incentivos, la nueva revista promete que en menos de tres semanas se revisará cualquier artículo y se tomará la decisión de publicar o no publicar. Si esto se cumple, en efecto, estarían acelerando mucho el proceso, que en las publicaciones convenciones suele llevar meses. La idea de fomentar las revisiones con algún tipo de recompensa canjeable por otros servicios en la misma revista no es completamente nueva (lo hace PeerJ), pero los casos son anecdóticos y nunca a través de criptomonedas.
La rebelión contra el sistema
En parte, esta novedad es una respuesta a la demanda de cambios profundos en el sistema por parte de los propios científicos. Muchos han pasado de lamentarse a negarse a revisar sin cobrar. Los editores ya se quejan de que cada vez es más difícil encontrar a especialistas que estén dispuestos a realizar esa labor. “Parece percibirse una cierta rebelión o hartazgo por parte de los investigadores con respecto a este tipo de trabajo”, confirma en declaraciones a El Confidencial Ángel Delgado Vázquez, experto en documentación científica de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Sin embargo, esta tarea es esencial: “La ciencia ha logrado encontrar un sistema de validación de resultados que, con sus problemas, ha mostrado ser relativamente eficiente”.
El problema es que, en los últimos años, han cambiado muchas cosas. Por una parte, vivimos una “superproducción científica”, porque cada año se incorporan unos 3,5 millones de artículos científicos a las bases de datos más selectivas. Evidentemente, si se publica más, hay que revisar más. Por otra parte, se ha impuesto el modelo de pagar por publicar: supuestamente, las revistas tienen costes, pero también muchos beneficios. Parte del presupuesto de las instituciones y los proyectos de investigación se destinan a sufragar esos gastos. El resultado es que los investigadores se han dado cuenta “del valor comercial de lo que hacen y sienten que trabajan para las editoriales”.
Para algunos, el trabajo de revisión va implícito en las tareas de los científicos. El problema es que “al ritmo al que se encargan las revisiones actualmente, no hay sueldo que lo pague”, reflexiona Delgado, ya que “nos encontramos con invitaciones indiscriminadas para revisar cualquier cosa, independientemente de la especialidad de cada cual, a diario y de revistas entre poco conocidas y directamente fraudulentas”.
Una cuestión de incentivos
Dentro de esta “crisis de mano de obra”, algunas editoriales están buscando fórmulas para incentivar este trabajo. “En este caso, lo llamativo es el uso de criptomonedas”, comenta el experto. ¿Por qué no pagan directamente con dinero convencional? “Tal vez para no dar sensación de que, en realidad, están haciendo negocio; para seguir conservando cierto halo de altruismo, incluso para situarse en un plano distinto al de las editoriales tradicionales”, reflexiona. En cualquier caso, cree que es muy posible que a muchos científicos les apasione este nuevo modelo por “la novedad, el querer romper con lo establecido o el explorar nuevas rutas”.
Un experto en biología molecular, Pedro Paulo Gattai Gomes, confiesa en Nature que ahora gana más dinero revisando artículos para la plataforma ResearchHub que como profesor en Brasil. Encargarse de 15 artículos al mes supone el 70% de sus ingresos. “En mi opinión, el gran peligro de los incentivos monetarios es que vayamos hacia un sistema de profesionalización de la evaluación”, advierte el investigador de la Universidad Pablo de Olavide, “esto es, tener investigadores, si se siguen llamando así, cuya actividad principal sería la de evaluar los resultados de otros, pero sin dedicarse a producir los suyos propios”.
El retorcido negocio de comprar revistas científicas: "Me ofrecieron 300.000 dólares"
José Pichel
Desde hace años, en todo el mundo el movimiento Open Science o Ciencia Abierta intenta cambiar el sistema para que sea más accesible, colaborativo, eficiente y justo. Una idea central es el acceso libre y gratuito a los contenidos en internet, superando el modelo de las revistas de pago. Sin embargo, las editoriales siguen teniendo la sartén por el mango. “Hay una fuerte desconexión entre los impulsos hacia la Ciencia Abierta y el sistema de incentivos”, resume Delgado. Al evaluar el trabajo de los investigadores, el sistema premia publicar mucho y en revistas de prestigio (las que tienen un mayor factor de impacto, una medida que intenta medir su repercusión en la comunidad científica y, en definitiva, su calidad). De ello depende no perder el trabajo y conseguir más recursos.
Desarrollar alternativas es muy complejo, pero gran parte de la comunidad científica está convencida de que es imprescindible avanzar hacia la Ciencia Abierta. La Comisión Europea ha impulsado CoARA (acrónimo de las siglas en inglés de Coalición para el Avance de la Evaluación de la Investigación), “una alianza que busca la desconexión de los incentivos a la productividad desmesurada de papers cuya valía solo era la del lugar donde acababan publicados”. Entre otras cosas, intenta valorar otras actividades académicas. España es el país con más instituciones adheridas. Además, “es uno de los países que más rápido está haciendo cambiar sus políticas para alinearlas con los preceptos de CoARA”, destaca Delgado.