Barras gastronómicas de Sevilla para darse un homenaje
La cultura de la barra en Sevilla se reinventa, evolucionando de sitios de tapeo tradicional a espacios de alta cocina donde lo visual, lo sensorial y lo gustativo se dan la mano. Una platea desde la que el comensal puede disfrutar en primera fila del trabajo creativo en los fogones, siendo un escenario desde el que observar la tensión, la concentración y, a veces, hasta el diálogo entre los cocineros y sus ingredientes. En respuesta a esta tendencia, Sevilla ha visto nacer una serie de propuestas gastronómicas que hacen de la barra su seña de identidad, ofreciendo una cocina de autor que va más allá del plato. En estos establecimientos, la barra deja de ser un simple lugar de apoyo para pasar a ser el corazón del restaurante: una plataforma desde donde se observa cada paso, técnica y precisión en la elaboración de platos. Para los comensales, también crece el interés por este formato y esa proximidad que permite ver la cocina desde dentro, y compartir entre bambalinas un espacio donde los aromas y los sonidos de la cocina se mezclan con el trato personal del chef. Así, este espacio ha dejado de ser una simple opción propuesta por los camareros -¿en barra o en mesa?- para convertirse en los asientos más deseados del local. En lugar de elegir una mesa apartada, cada vez más comensales buscan esa cercanía, y muchos restaurantes han apostado por integrar este concepto en su diseño. A continuación, desde GURMÉ exploramos algunos de los espacios sevillanos que han apostado por este concepto, haciendo de la barra mucho más que un simple asiento. Con una estrella Michelin, Cañabota tenía que encabezar esta lista de barras gastronómicas de Sevilla. En este restaurante de la calle Orfila, los comensales tienen acceso directo al proceso que transforma su rigurosa selección de pescados y mariscos en platos de alta cocina, ofreciendo a los clientes que se sientan en su barra asistir en primera fila a una experiencia gastronómica exclusiva. Esta disposición no es casual: forma parte de la filosofía del restaurante, un compromiso de transparencia y respeto hacia el producto traído de las mejores lonjas andaluzas. Los hermanos Guardiola y Juanlu Fernández, al mando del proyecto, convierten la cocina en parte del escenario y cada plato, una inmersión en los sabores marineros. A unos metros del anterior, su proyecto hermano, La Barra de Cañabota, comparte con el restaurante esa devoción por el producto y la misma dirección en la calle Orfila, aunque con un toque más relajado. Aquí, en la barra o en sus mesas altas, la experiencia es algo más informal, aunque el respeto al producto sigue siendo inquebrantable. Ambos espacios se retroalimentan y muestran dos facetas de una misma idea: la de honrar el mar en cada plato. Barra Baja es un concepto gastronómico que permite disfrutar de la cocina de Patricia Moliner y Rafa Liñán desde una perspectiva cercana. Con solo ocho plazas disponibles en su barra, los comensales pueden ver de cerca el trabajo de los chefs, que cocinan a cuatro manos en cada servicio. La propuesta se basa en ingredientes andaluces de calidad, siempre ligados a la temporada, y un trato respetuoso al producto, con un estilo creativo heredado del paso de estos chefs por restaurantes de alta cocina, como Calima de Dani García. Para quienes prefieran una experiencia más tradicional, el restaurante también dispone de un salón adicional donde sentarse cómodamente. A unos pasos de la Catedral, Kinu, la primera barra omakase de Sevilla, ofrece una experiencia íntima y exclusiva para seis comensales. Al otro lado de la barra, el sushiman José Cerdá, conocido como Hoze, despliega un menú de más de veinte piezas en el que se combinan aperitivos japoneses (otsumamis) y una cuidada selección de nigiris elaborados con distintos cortes de pescado fresco. Cada pieza refleja la dedicación y el respeto a la tradición nipona, en un viaje gastronómico que rinde homenaje a la esencia de Japón desde pleno corazón de Sevilla. Señor Cangrejo, en la calle Harinas, reúne la experiencia de Fátima Villanueva como jefa de sala y sumiller y el talento de Jesús León en los fogones, consolidándose como una de las aperturas más interesantes de Sevilla. En esta «barrita brava,» los comensales disfrutan de una experiencia cercana, con una carta que rota según el mercado y ofrece de 12 a 15 platos que capturan los sabores de cada temporada. Desde la barra, se puede ver a Jesús trabajando en una cocina pequeña pero dinámica, donde se preparan platos creativos mientras Fátima guía a cada cliente a través de una selección cuidada. Este enfoque en el producto y el trato directo le ha valido el Sol Repsol, sumando un brillo especial a la escena gastronómica de la ciudad. En Ricca, en pleno centro de Sevilla, la tradición japonesa de la barra omakase da un giro sorprendente hacia la cocina italiana. Esta pizzería se convierte en la primera barra omakase de pizza de España, ofreciendo una experiencia singular para ocho comensales, un número que coincide, sin casualidad, con el número de porciones de una pizza. En cada pase, todo se prepara frente a los comensales, quienes son guiados por el chef y el pizzaiolo en un recorrido donde se explica cada elaboración y se comparte la visión detrás de cada bocado. Aquí, el cliente cede el control al chef, que selecciona ingredientes y combina sabores transformando cada comida en un espectáculo en vivo. Chiquilla es un restaurante centrado en el producto, donde el chef y propietario Urbano González ofrece una cuidada selección de pescados y mariscos frescos que varían según el mercado. Ubicado en la calle Pastor y Landero, frente al Mercado del Arenal, el restaurante cuenta con una barra desde donde los comensales pueden observar la actividad de la cocina, con las brasas como protagonistas. La atmósfera está pensada para disfrutar sin prisa, dando espacio a una sobremesa pausada que permite apreciar cada detalle. En la calle Zaragoza, Castizo recupera la esencia de las barras costumbristas de tapeo tradicional con un twist contemporáneo. Este espacio ofrece una carta de platos y picoteo donde se fusionan la autenticidad de la cocina clásica con el toque chic que caracteriza al grupo detrás del proyecto, Ovejas Negras. Con loza, cazuelas de barro y servilleteros de aluminio como elementos decorativos, Castizo rinde homenaje a la tradición con guisos y frituras que se llevan el protagonismo en una atmósfera que combina rebeldía y sofisticación a partes iguales. En pleno centro de Sevilla, en la calle Boteros, T Espacio Gastronómico propone una cocina abierta al público para asistir durante la cena a un espectáculo visual. Su distintiva mesa circular -la única del restaurante- invita a compartir espacio con otros comensales, uno de los grandes atractivos de este restaurante. En total, quince personas se sentarán en torno al espacio donde cocineros y camareros despliegan su experiencia en cada servicio. La estructura de madera que rodea el espacio, elaborada con materiales procedentes de distintos parques sevillanos, contribuye a crear un ambiente acogedor y casi europeo. Para comer, cuentan con un menú degustación, aunque también es posible optar por una comida a la carta. La mesa redonda, disponible con reserva anticipada, permite a los comensales disfrutar de la cocina en directo mientras los platos se elaboran frente a ellos, creando una atmósfera de interacción que convierte cada comida en un momento compartido. Fatouch se ha establecido como un referente de la cocina libanesa en Sevilla, ofreciendo una propuesta que sorprende a locales y visitantes con sus recetas mediterráneas. Ubicado en una antigua tienda de muebles en la calle Feria, aún mantiene parte de la decoración original, brindando una atmósfera especial que encandila a quien lo visita. Su carta reinterpreta platos clásicos libaneses, como el hummus de remolacha, la pita de ternera y cordero, y otras creaciones que ponen un giro moderno a la cocina tradicional. Además, su barra permite a los comensales observar el trabajo de los cocineros en tiempo real, haciendo de la comida una experiencia más directa. En conclusión, las barras gastronómicas de Sevilla se han consolidado como espacios donde la cercanía al chef y la calidad del producto se convierten en una experiencia única. Desde propuestas más relajadas hasta las más sofisticadas, estas barras nos invitan a disfrutar de la cocina en vivo, haciendo del acto de comer una auténtica puesta en escena.
abc.es
Barras gastronómicas de Sevilla para darse un homenaje
La cultura de la barra en Sevilla se reinventa, evolucionando de sitios de tapeo tradicional a espacios de alta cocina donde lo visual, lo sensorial y lo gustativo se dan la mano. Una platea desde la que el comensal puede disfrutar en primera fila del trabajo creativo en los fogones, siendo un escenario desde el que observar la tensión, la concentración y, a veces, hasta el diálogo entre los cocineros y sus ingredientes. En respuesta a esta tendencia, Sevilla ha visto nacer una serie de propuestas gastronómicas que hacen de la barra su seña de identidad, ofreciendo una cocina de autor que va más allá del plato. En estos establecimientos, la barra deja de ser un simple lugar de apoyo para pasar a ser el corazón del restaurante: una plataforma desde donde se observa cada paso, técnica y precisión en la elaboración de platos. Para los comensales, también crece el interés por este formato y esa proximidad que permite ver la cocina desde dentro, y compartir entre bambalinas un espacio donde los aromas y los sonidos de la cocina se mezclan con el trato personal del chef. Así, este espacio ha dejado de ser una simple opción propuesta por los camareros -¿en barra o en mesa?- para convertirse en los asientos más deseados del local. En lugar de elegir una mesa apartada, cada vez más comensales buscan esa cercanía, y muchos restaurantes han apostado por integrar este concepto en su diseño. A continuación, desde GURMÉ exploramos algunos de los espacios sevillanos que han apostado por este concepto, haciendo de la barra mucho más que un simple asiento. Con una estrella Michelin, Cañabota tenía que encabezar esta lista de barras gastronómicas de Sevilla. En este restaurante de la calle Orfila, los comensales tienen acceso directo al proceso que transforma su rigurosa selección de pescados y mariscos en platos de alta cocina, ofreciendo a los clientes que se sientan en su barra asistir en primera fila a una experiencia gastronómica exclusiva. Esta disposición no es casual: forma parte de la filosofía del restaurante, un compromiso de transparencia y respeto hacia el producto traído de las mejores lonjas andaluzas. Los hermanos Guardiola y Juanlu Fernández, al mando del proyecto, convierten la cocina en parte del escenario y cada plato, una inmersión en los sabores marineros. A unos metros del anterior, su proyecto hermano, La Barra de Cañabota, comparte con el restaurante esa devoción por el producto y la misma dirección en la calle Orfila, aunque con un toque más relajado. Aquí, en la barra o en sus mesas altas, la experiencia es algo más informal, aunque el respeto al producto sigue siendo inquebrantable. Ambos espacios se retroalimentan y muestran dos facetas de una misma idea: la de honrar el mar en cada plato. Barra Baja es un concepto gastronómico que permite disfrutar de la cocina de Patricia Moliner y Rafa Liñán desde una perspectiva cercana. Con solo ocho plazas disponibles en su barra, los comensales pueden ver de cerca el trabajo de los chefs, que cocinan a cuatro manos en cada servicio. La propuesta se basa en ingredientes andaluces de calidad, siempre ligados a la temporada, y un trato respetuoso al producto, con un estilo creativo heredado del paso de estos chefs por restaurantes de alta cocina, como Calima de Dani García. Para quienes prefieran una experiencia más tradicional, el restaurante también dispone de un salón adicional donde sentarse cómodamente. A unos pasos de la Catedral, Kinu, la primera barra omakase de Sevilla, ofrece una experiencia íntima y exclusiva para seis comensales. Al otro lado de la barra, el sushiman José Cerdá, conocido como Hoze, despliega un menú de más de veinte piezas en el que se combinan aperitivos japoneses (otsumamis) y una cuidada selección de nigiris elaborados con distintos cortes de pescado fresco. Cada pieza refleja la dedicación y el respeto a la tradición nipona, en un viaje gastronómico que rinde homenaje a la esencia de Japón desde pleno corazón de Sevilla. Señor Cangrejo, en la calle Harinas, reúne la experiencia de Fátima Villanueva como jefa de sala y sumiller y el talento de Jesús León en los fogones, consolidándose como una de las aperturas más interesantes de Sevilla. En esta «barrita brava,» los comensales disfrutan de una experiencia cercana, con una carta que rota según el mercado y ofrece de 12 a 15 platos que capturan los sabores de cada temporada. Desde la barra, se puede ver a Jesús trabajando en una cocina pequeña pero dinámica, donde se preparan platos creativos mientras Fátima guía a cada cliente a través de una selección cuidada. Este enfoque en el producto y el trato directo le ha valido el Sol Repsol, sumando un brillo especial a la escena gastronómica de la ciudad. En Ricca, en pleno centro de Sevilla, la tradición japonesa de la barra omakase da un giro sorprendente hacia la cocina italiana. Esta pizzería se convierte en la primera barra omakase de pizza de España, ofreciendo una experiencia singular para ocho comensales, un número que coincide, sin casualidad, con el número de porciones de una pizza. En cada pase, todo se prepara frente a los comensales, quienes son guiados por el chef y el pizzaiolo en un recorrido donde se explica cada elaboración y se comparte la visión detrás de cada bocado. Aquí, el cliente cede el control al chef, que selecciona ingredientes y combina sabores transformando cada comida en un espectáculo en vivo. Chiquilla es un restaurante centrado en el producto, donde el chef y propietario Urbano González ofrece una cuidada selección de pescados y mariscos frescos que varían según el mercado. Ubicado en la calle Pastor y Landero, frente al Mercado del Arenal, el restaurante cuenta con una barra desde donde los comensales pueden observar la actividad de la cocina, con las brasas como protagonistas. La atmósfera está pensada para disfrutar sin prisa, dando espacio a una sobremesa pausada que permite apreciar cada detalle. En la calle Zaragoza, Castizo recupera la esencia de las barras costumbristas de tapeo tradicional con un twist contemporáneo. Este espacio ofrece una carta de platos y picoteo donde se fusionan la autenticidad de la cocina clásica con el toque chic que caracteriza al grupo detrás del proyecto, Ovejas Negras. Con loza, cazuelas de barro y servilleteros de aluminio como elementos decorativos, Castizo rinde homenaje a la tradición con guisos y frituras que se llevan el protagonismo en una atmósfera que combina rebeldía y sofisticación a partes iguales. En pleno centro de Sevilla, en la calle Boteros, T Espacio Gastronómico propone una cocina abierta al público para asistir durante la cena a un espectáculo visual. Su distintiva mesa circular -la única del restaurante- invita a compartir espacio con otros comensales, uno de los grandes atractivos de este restaurante. En total, quince personas se sentarán en torno al espacio donde cocineros y camareros despliegan su experiencia en cada servicio. La estructura de madera que rodea el espacio, elaborada con materiales procedentes de distintos parques sevillanos, contribuye a crear un ambiente acogedor y casi europeo. Para comer, cuentan con un menú degustación, aunque también es posible optar por una comida a la carta. La mesa redonda, disponible con reserva anticipada, permite a los comensales disfrutar de la cocina en directo mientras los platos se elaboran frente a ellos, creando una atmósfera de interacción que convierte cada comida en un momento compartido. Fatouch se ha establecido como un referente de la cocina libanesa en Sevilla, ofreciendo una propuesta que sorprende a locales y visitantes con sus recetas mediterráneas. Ubicado en una antigua tienda de muebles en la calle Feria, aún mantiene parte de la decoración original, brindando una atmósfera especial que encandila a quien lo visita. Su carta reinterpreta platos clásicos libaneses, como el hummus de remolacha, la pita de ternera y cordero, y otras creaciones que ponen un giro moderno a la cocina tradicional. Además, su barra permite a los comensales observar el trabajo de los cocineros en tiempo real, haciendo de la comida una experiencia más directa. En conclusión, las barras gastronómicas de Sevilla se han consolidado como espacios donde la cercanía al chef y la calidad del producto se convierten en una experiencia única. Desde propuestas más relajadas hasta las más sofisticadas, estas barras nos invitan a disfrutar de la cocina en vivo, haciendo del acto de comer una auténtica puesta en escena.