Lo de Rafa Nadal es inexplicable. Pero el hastío de sus rivales tiene algo que decir
Con los ojos abiertos de par en par, Nicolás Almagro se giró a la grada de París buscando empatía: "Va a ganar Roland Garros 40 años seguidos. Va a tener 60 y cada año va a seguir ganando Roland Garros". Era el año 2008 y un Rafa Nadal de 24 años acababa de clavar una derecha ganadora a la línea, de esas que solo puedes mirar y suspirar. Aquella profecía se convirtió en un lugar común del tenis español.Pero nada es para siempre, ni siquiera los golpes del mejor deportista de la historia de nuestro país, que se despide definitivamente de las pistas a los 38 años y con el último objetivo de levantar la Copa Davis con la Armada Española. "No vengo aquí a retirarme, vengo aquí a ayudar al equipo a ganar". Puro Nadal.Esa mirada de Almagro a la grada se ha repetido durante más de dos décadas en el circuito. De Roger Federer a Novak Djokovic, de Carlos Alcaraz a Alexander Zverev, varias generaciones que, en algún momento, pedían compasión a la grada después de alguna remontada memorable de Nadal. O, más que compasión, explicaciones. Porque la historia de Nadal consiste en explicar lo inexplicable.Dos partidos, sus mayores rivalesEs difícil, muy difícil, resumir la carrera de Rafa Nadal en un artículo. Hemos escogido dos encuentros de entre los más de 1.000 partidos que ha jugado el español para tomar como referencia. Lógicamente, ambos de Grand Slam, y ante sus dos rivales más significativos. En el primero regresamos al 2008. Roger Federer, el tenista más elegante que ha pisado la tierra. El hombre que desafió a las escuelas modernas del tenis (¡No! Él iba a golpear el revés con una mano, pasara lo que pasara) y, en definitiva, el ejemplo a seguir para cualquier persona que haya cogido una raqueta. El suizo era un dictador del tenis hasta que un imberbe chavalín de Manacor apareció en escena para protagonizar la rivalidad de todas las rivalidades.Sería Wimbledon, la cuna de la hierba, el lugar que protagonizaría el duelo definitivo entre Federer y Nadal en ese 2008. El suizo era el absoluto dominador del terreno, mientras que el español había hecho de Roland Garros su reino. Las cartas estaban repartidas. Como se puede observar en la infografía, el encuentro fue una oda al tenis. Existe una aceptación colectiva de que se trata del mejor partido de la historia. Así, sin más.Apenas unos meses después, en el Open de Australia que marcaba el inicio de la siguiente temporada, ambos tenistas se volvían a ver las caras en la final. Otra vez más de cinco horas compitiendo, con sus respectivos cinco sets. El resultado volvió a ser favorable a Nadal. Federer cogió el micrófono tras la final, como marca el protocolo, y, llegado el momento, rompió a llorar con su icónico “God, it’s killing me / Dios, me está matando". Los nervios se apoderaron del hombre inquebrantable. Un hastío que conmovió al propio Rafa, que ofreció su consuelo: “Recuerda que eres un gran campeón. Eres uno de los mejores de la historia y seguro que vas a batir los 14 Grand Slams de Sampras”. Ambos acabarían por superar esa cifra para su palmarés.Cambiamos el calendario y avanzamos años en adelante, hasta el 2012, pero seguimos en Australia. Novak Djokovic había entrado en escena. La rivalidad de dos pasaba a ser el Big Three. Los enfrentamientos del serbio y el español fueron trepidantes e intensos. A diferencia de la amistad que el paso del tiempo formó entre Federer y Nadal, con Nole nunca fue lo mismo. No solo había diferencias tenísticas, sino como deportistas y hasta como personas. Era casi un duelo ideológico: Djokovic, el titán dispuesto a exprimir los límites, puro nervio y sin miedo a expresar su frustración, contra Nadal, quien llevó con orgullo el hecho de no haber roto una raqueta en su carrera.El partido, a pesar de que estuvo a punto de engrosar la lista de remontadas históricas para Nadal, acabó por ser para Djokovic después de que el serbio neutralizase al español cuando iba 4-2 abajo en el quinto set. Nole alcanzó años después la cima del tenis, siendo el tenista masculino más laureado de la historia. Según aseguró, estará en Málaga para mostrar sus respetos en el último torneo de Nadal. Siempre ha defendido que su rivalidad con el español es la más importante de su carrera y que, sin su gen competitivo, no habría logrado su palmarés: "Me empujó a ser mejor".Una carrera legendariaEl niño que había soñado con ser futbolista pasó a las pistas, de la mano de su tío, Toni Nadal, quien le acompañaría como entrenador principal en la gran mayoría de su vida deportiva. Sería en el año 2017 cuando ambos familiares rompen su relación profesional. Ahí, Nadal recurre a un íntimo amigo y excompañero de profesión, Carlos Moyá, para que se ponga al frente de su equipo.Si hablamos de palmarés, Nadal es uno de los tenistas más laureados de la historia gracias a sus 92 títulos logrados solo de manera individual. Los 22 Grand Slams, entre los que se incluyen 14 Roland Garros; una medalla de oro en los Juegos Olímpicos, lograda en Pekín 2008; 36 Masters 1.000; 22 ATP Tour 500 y 10 ATP Tour 250. Más escasa, lógicamente, es su contribución en el apartado de dobles, modalidad que apenas practicó durante su carrera, pero que le valió un oro en Río de Janeiro 2016, 3 ATP Masters 1.000, 1 ATP Tour 500 y 6 ATP Tour 250.Hay una crítica habitual a Rafa Nadal en su sistema de juego que no se puede ignorar. Pasabolas. ¿Ofensa? "En todo caso, me río. ¿Qué es ser pasabolas? Es una descalificación y una frase hecha de niños de 10 años", reflexionó el tenista años atrás en una entrevista con el diario As: " Si pasas una bola más, ganas, esa es la realidad. Si eres pasabolas, pues eres pasabolas. Esto es deporte, y el objetivo final es intentar, dentro de la ética y el respeto, llegar a tu máximo objetivo, sea jugando agresivo, defensivo, al contraataque o haciendo saque-red".A Nadal siempre le gustó coger confianza en puntos largos, sacando partido a una excepcional forma física que le hacía imponerse incluso a los rivales más duros del circuito. Su servicio, quizás el elemento que más le ha penalizado, no le otorgó apenas puntos directos. Pero detrás de su carácter y de su mentalidad —la competitividad de Rafa Nadal está en lo más alto del deporte, solo personalidades como la de Michael Jordan se pueden comparar. Palabras mayores— se esconde un talento tenístico, muchas veces tapado involuntariamente.Derecha ganadora y puño arriba: "¡Vamos!". Cuántas crónicas han repetido esa secuencia en estas dos décadas. Mención especial para el Banana Shot, un movimiento exquisito y que Rafa Nadal convirtió en la estrella de su repertorio. Una derecha curvada que, con enorme efecto, sale lateralmente al carril para luego regresar, dibujando la forma de un plátano. Tan estético como letal para el rival."Han sido muchos años compartidos con muchos de ellos, pero también me pasa a mí cuando veo retirarse a algún deportista que veo desde pequeño. Al final es una parte de tu vida, mucha gente ha crecido viéndome jugar y ya no me van a ver jugar más. En este momento me toca a mí, y quiero hacerlo con naturalidad, de la mejor manera posible y con la tranquilidad". Solo queda decir adiós... pero, antes, a ganar la Copa Davis.
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Lo de Rafa Nadal es inexplicable. Pero el hastío de sus rivales tiene algo que decir
Con los ojos abiertos de par en par, Nicolás Almagro se giró a la grada de París buscando empatía: "Va a ganar Roland Garros 40 años seguidos. Va a tener 60 y cada año va a seguir ganando Roland Garros". Era el año 2008 y un Rafa Nadal de 24 años acababa de clavar una derecha ganadora a la línea, de esas que solo puedes mirar y suspirar. Aquella profecía se convirtió en un lugar común del tenis español.Pero nada es para siempre, ni siquiera los golpes del mejor deportista de la historia de nuestro país, que se despide definitivamente de las pistas a los 38 años y con el último objetivo de levantar la Copa Davis con la Armada Española. "No vengo aquí a retirarme, vengo aquí a ayudar al equipo a ganar". Puro Nadal.Esa mirada de Almagro a la grada se ha repetido durante más de dos décadas en el circuito. De Roger Federer a Novak Djokovic, de Carlos Alcaraz a Alexander Zverev, varias generaciones que, en algún momento, pedían compasión a la grada después de alguna remontada memorable de Nadal. O, más que compasión, explicaciones. Porque la historia de Nadal consiste en explicar lo inexplicable.Dos partidos, sus mayores rivalesEs difícil, muy difícil, resumir la carrera de Rafa Nadal en un artículo. Hemos escogido dos encuentros de entre los más de 1.000 partidos que ha jugado el español para tomar como referencia. Lógicamente, ambos de Grand Slam, y ante sus dos rivales más significativos. En el primero regresamos al 2008. Roger Federer, el tenista más elegante que ha pisado la tierra. El hombre que desafió a las escuelas modernas del tenis (¡No! Él iba a golpear el revés con una mano, pasara lo que pasara) y, en definitiva, el ejemplo a seguir para cualquier persona que haya cogido una raqueta. El suizo era un dictador del tenis hasta que un imberbe chavalín de Manacor apareció en escena para protagonizar la rivalidad de todas las rivalidades.Sería Wimbledon, la cuna de la hierba, el lugar que protagonizaría el duelo definitivo entre Federer y Nadal en ese 2008. El suizo era el absoluto dominador del terreno, mientras que el español había hecho de Roland Garros su reino. Las cartas estaban repartidas. Como se puede observar en la infografía, el encuentro fue una oda al tenis. Existe una aceptación colectiva de que se trata del mejor partido de la historia. Así, sin más.Apenas unos meses después, en el Open de Australia que marcaba el inicio de la siguiente temporada, ambos tenistas se volvían a ver las caras en la final. Otra vez más de cinco horas compitiendo, con sus respectivos cinco sets. El resultado volvió a ser favorable a Nadal. Federer cogió el micrófono tras la final, como marca el protocolo, y, llegado el momento, rompió a llorar con su icónico “God, it’s killing me / Dios, me está matando". Los nervios se apoderaron del hombre inquebrantable. Un hastío que conmovió al propio Rafa, que ofreció su consuelo: “Recuerda que eres un gran campeón. Eres uno de los mejores de la historia y seguro que vas a batir los 14 Grand Slams de Sampras”. Ambos acabarían por superar esa cifra para su palmarés.Cambiamos el calendario y avanzamos años en adelante, hasta el 2012, pero seguimos en Australia. Novak Djokovic había entrado en escena. La rivalidad de dos pasaba a ser el Big Three. Los enfrentamientos del serbio y el español fueron trepidantes e intensos. A diferencia de la amistad que el paso del tiempo formó entre Federer y Nadal, con Nole nunca fue lo mismo. No solo había diferencias tenísticas, sino como deportistas y hasta como personas. Era casi un duelo ideológico: Djokovic, el titán dispuesto a exprimir los límites, puro nervio y sin miedo a expresar su frustración, contra Nadal, quien llevó con orgullo el hecho de no haber roto una raqueta en su carrera.El partido, a pesar de que estuvo a punto de engrosar la lista de remontadas históricas para Nadal, acabó por ser para Djokovic después de que el serbio neutralizase al español cuando iba 4-2 abajo en el quinto set. Nole alcanzó años después la cima del tenis, siendo el tenista masculino más laureado de la historia. Según aseguró, estará en Málaga para mostrar sus respetos en el último torneo de Nadal. Siempre ha defendido que su rivalidad con el español es la más importante de su carrera y que, sin su gen competitivo, no habría logrado su palmarés: "Me empujó a ser mejor".Una carrera legendariaEl niño que había soñado con ser futbolista pasó a las pistas, de la mano de su tío, Toni Nadal, quien le acompañaría como entrenador principal en la gran mayoría de su vida deportiva. Sería en el año 2017 cuando ambos familiares rompen su relación profesional. Ahí, Nadal recurre a un íntimo amigo y excompañero de profesión, Carlos Moyá, para que se ponga al frente de su equipo.Si hablamos de palmarés, Nadal es uno de los tenistas más laureados de la historia gracias a sus 92 títulos logrados solo de manera individual. Los 22 Grand Slams, entre los que se incluyen 14 Roland Garros; una medalla de oro en los Juegos Olímpicos, lograda en Pekín 2008; 36 Masters 1.000; 22 ATP Tour 500 y 10 ATP Tour 250. Más escasa, lógicamente, es su contribución en el apartado de dobles, modalidad que apenas practicó durante su carrera, pero que le valió un oro en Río de Janeiro 2016, 3 ATP Masters 1.000, 1 ATP Tour 500 y 6 ATP Tour 250.Hay una crítica habitual a Rafa Nadal en su sistema de juego que no se puede ignorar. Pasabolas. ¿Ofensa? "En todo caso, me río. ¿Qué es ser pasabolas? Es una descalificación y una frase hecha de niños de 10 años", reflexionó el tenista años atrás en una entrevista con el diario As: " Si pasas una bola más, ganas, esa es la realidad. Si eres pasabolas, pues eres pasabolas. Esto es deporte, y el objetivo final es intentar, dentro de la ética y el respeto, llegar a tu máximo objetivo, sea jugando agresivo, defensivo, al contraataque o haciendo saque-red".A Nadal siempre le gustó coger confianza en puntos largos, sacando partido a una excepcional forma física que le hacía imponerse incluso a los rivales más duros del circuito. Su servicio, quizás el elemento que más le ha penalizado, no le otorgó apenas puntos directos. Pero detrás de su carácter y de su mentalidad —la competitividad de Rafa Nadal está en lo más alto del deporte, solo personalidades como la de Michael Jordan se pueden comparar. Palabras mayores— se esconde un talento tenístico, muchas veces tapado involuntariamente.Derecha ganadora y puño arriba: "¡Vamos!". Cuántas crónicas han repetido esa secuencia en estas dos décadas. Mención especial para el Banana Shot, un movimiento exquisito y que Rafa Nadal convirtió en la estrella de su repertorio. Una derecha curvada que, con enorme efecto, sale lateralmente al carril para luego regresar, dibujando la forma de un plátano. Tan estético como letal para el rival."Han sido muchos años compartidos con muchos de ellos, pero también me pasa a mí cuando veo retirarse a algún deportista que veo desde pequeño. Al final es una parte de tu vida, mucha gente ha crecido viéndome jugar y ya no me van a ver jugar más. En este momento me toca a mí, y quiero hacerlo con naturalidad, de la mejor manera posible y con la tranquilidad". Solo queda decir adiós... pero, antes, a ganar la Copa Davis.