La Mezquita-Catedral de Córdoba supera los 50 millones en restauraciones en sus 40 años como Patrimonio Mundial
Un documento que sigue vivo porque no deja de leerse y de escribirse en él. Una partitura que se interpreta de forma constante. Un texto complejo que encierra lecturas. Incluso un testimonio del amor que la ciudad de Córdoba le ha dedicado en este tiempo, porque son sus habitantes quienes más han luchado por conservarla. La Mezquita-Catedral de Córdoba cumple este sábado cuarenta años como Patrimonio de la Humanidad y para hablar de ella siguen siendo más válidas y exactas las metáforas y las comparaciones que las descripciones en sentido recto. Incluso quienes mejor la conocen por no haber dejado de trabajar en ella en este tiempo, antes incluso de la declaración de la Unesco , tienen que servirse de recursos literarios. Así empieza Gabriel Rebollo , que junto a Gabriel Ruiz Cabrero llegó como arquitecto a comienzos de la década de 1980, a hablar del gran monumento de Córdoba: «Tiene la virtud de las obras de arte, que te gustan mucho la primera vez que las ves y a la décima te gusta todavía más». Sus valores arquitectónicos son muchos, y la perspectiva, el juego del espacio y la luz están a la vista de cualquiera, pero hay mucho más: «La arquitectura, igual que una novela, se lee. Sirve para contarnos una larga historia y creo que este edificio ofrece la posibilidad de enseñarnos esa larga historia, porque está vivo. Cuando un documento está guardado en un archivo, nadie lo lee». La clave de todo ello, para Gabriel Rebollo, está en el uso. Por seguir con el símil del documento, «se lee viviéndola, y sin vida es como una partitura de música que nadie interpreta». Y todo eso deriva de su utilidad, «de ser Catedral de Córdoba», con todos los usos de culto, cultura y vida diaria. La forma de acercarse a lo que ha sucedido en estos cuarenta años en la Mezquita-Catedral puede ser doble: cualitativa y cuantitativa. La segunda ofrece cifras, y cifras de restauraciones constantes, desde las más ambiciosas hasta las de mantenimiento de las cubiertas y de las capillas. La cifra está por encima de los 50 millones de euros en las últimas cuatro décadas. La gran mayoría corresponde al Cabido Catedral , al propietario del edificio. Sólo entre 1993 y 2012 la cifra ya era de veinte millones de euros, un tiempo en el que se acometieron obras de importancia como la restauración de la torre campanario, que se extendió durante varios años, y en especial la actuación en el presbiterio, el crucero y el coro, en el corazón de la Catedral católica. Tuvo dos fases. La primera, que afectó a la capilla mayor, la emprendió en solitario el Cabildo, por algo más de 2,5 millones de euros. La segunda, a partir de 2006, fue del Gobierno central , con Carmen Calvo como ministra de Cultura, y supuso una inversión de 3,4 millones de euros. Desde entonces el Cabildo ha ofrecido puntual información de sus actuaciones y de lo que ha destinado a la conservación del monumento: más de 5,5 millones en 2018 y casi tres en 2019 sirvieron para la mejora constante de las cubiertas, pero también para la restauración de capillas cristianas, algunas tan importantes como la de la Conversión de San Pablo o de puertas, un proceso que sigue en marcha. En 2020 y 2021, por la pandemia, el ritmo fue menor, pero en 2023 se volvió a superar el millón. Ahora están en marcha dos actuaciones de calado. La del Cabildo en la maqsura es a varios años y supondrá una inversión de 3,8 millones de euros para recuperar las cúpulas y restaurar las bóvedas, que son algunos de los tesoros más valiosos del templo. Está cerca del final la restauración artística de la Capilla Real , que ejecuta el Gobierno central por algo más de medio millón, aunque la institución capitular ya había invertido en las cubiertas y en la conservación. ¿Cambia la Mezquita-Catedral con todas estas restauraciones? Desde 1984 hasta ahora las obras han buscado ante todo no sólo no arrancar páginas, sino que brillen las que estaban escritas. Hay una sentencia de Gabriel Rebollo que es más que una frase hermosa: «Lo que amamos debemos ser capaces de transformarlo ». Y precisamente la forma en que el monumento ha ido cambiando a lo largo de los casi 1.300 años que tiene de vida plasma también la relación que los cordobeses han tenido con ella. Por eso no ha dejado de cambiar: «Si estuviese tal y como era cuando sólo era una mezquita, a lo mejor nos parecería más bella que ahora, aunque yo tengo mis dudas de eso, pero sería menos interesante que ahora, porque la historia se ha ido pegando en el edificio». El monumento en este tiempo ha logrado un paso más: la Unesco lo reconoció como un bien de Valor Universal Excepcional por la conservación y el interés de todos sus elementos. Su historia se puede dividir en dos grandes partes, y la primera sería la que va desde el comienzo de su construcción, en el siglo VIII, hasta las primeras décadas del siglo XIX. Ya desde entonces no deja de crecer, desde que la inicia Abderramán I «sobre lo que probablemente sería una iglesia cristiana» hasta las ampliaciones y enriquecimientos de Abderramán II, también un poco Abderramán III , Alhakén II y Almanzor. Tras la Reconquista, dice el arquitecto, se empieza a hacer patente el amor y la fascinación por el edificio: si las grandes mezquitas de Sevilla, Toledo, Valencia o Zaragoza se destruyeron para construir las nuevas catedrales en el mismo solar, Córdoba respetó la suya y se limitó a crear nuevas capillas cristianas sin alterar en lo esencial la concepción que ya tenía el edificio. El momento fundamental está a partir de 1815, cuando en la Mezquita-Catedral se realiza, según Gabriel Rebollo, la que puede ser la restauración más antigua de la que haya constancia: la que impulsó un obispo influido por las ideas de la Ilustración y por los aires nuevos. Pedro de Antonio de Trevilla abrió una nueva etapa cuando decidió retirar la capilla de San Pedro, que se había instalado tras la Reconquista, para descubrir la maqsura y el mihrab , y con ello no sólo el corazón de la etapa musulmana, sino un lugar único con la huella de los mosaicos bizantinos . Se buscaba recuperar los orígenes, y por eso también se trabajó en la capilla de Villaviciosa, en la Catedral gótica. Así siguieron las grandes intervenciones hasta el siglo XX y se llegó a la declaración como Patrimonio de la Humanidad en noviembre de 1984. Gabriel Rebollo continúa con las metáforas: «No hemos querido arrancar páginas de la historia del edificio, porque nos parece que tiene una biografía muy interesante». De lo que se ha hecho en los últimos años destaca la recuperación de las cubiertas, que han permitido evitar muchos problemas al monumento. De lo que no, aquellos proyectos de la dictadura de retirar el crucero y dejar el bosque de columnas desnudo, porque es partidario de tratar el monumento de forma unitaria y no de simplificarlo. La intervención de Hernán Ruiz I pudo ser polémica, pero ya forma parte de la historia. Porque advierte una cosa: la Mezquita-Catedral no es una Catedral gótica francesa, «que es gótica desde los cimientos hasta el último pináculo», y sólo tiene ese estilo. La superposición y la integración de lenguajes, de culturas y de estilos es una de las singularidades del templo. La significación del edificio es tal que lo trasciende para impactar en la ciudad. Raimundo Ortiz es el arqueólogo del Cabildo Catedral y trabaja con un amplio equipo multidisciplinar en la investigación y en el análisis de los datos que aparecen con cada una de las actuaciones. «Lo más relevante es que es el reflejo de la evolución de la ciudad de Córdoba, porque ha sido el lugar al que desde hace mucho tiempo han ido los cordobeses para rezar», resume. Desde el complejo episcopal que apareció bajo el Patio de los Naranjos hasta la Mezquita omeya y luego hasta la Catedral cristiana. Los arqueólogos han conocido lo que está enterrado bajo el edificio, y que puede remontarse al siglo V, pero también lo que está a simple vista. «Cuando se restaura una capilla se ve qué otros espacios formaron parte de la Mezquita-Catedral en momentos anteriores, o qué elementos islámicos había donde ahora se encuentra esa capilla, incluso qué elementos se trasladaron», explica. Raimundo Ortiz cuenta cómo del trabajo de su equipo, en el que colabora también el Departamento de Arqueología de la Universidad de Córdoba, surgen nuevos conocimientos acerca del edificio. Lo más desconocido, insiste, es la transformación de la mezquita islámica, que se ha estudiado muy bien, en Catedral cristiana. «Hay muchísimas cosas que reflejan cómo era la ciudad, los modelos constructivos que se empleaban, cómo se restauraba», explica Raimundo Ortiz de un trabajo en que puede rastrearse toda la historia de la Mezquita-Catedral. De las restauraciones que continúan, dependerá la forma en que el monumento siga transformándose en las siguientes décadas sin dejar nunca de ser el mismo.
abc.es
La Mezquita-Catedral de Córdoba supera los 50 millones en restauraciones en sus 40 años como Patrimonio Mundial
Un documento que sigue vivo porque no deja de leerse y de escribirse en él. Una partitura que se interpreta de forma constante. Un texto complejo que encierra lecturas. Incluso un testimonio del amor que la ciudad de Córdoba le ha dedicado en este tiempo, porque son sus habitantes quienes más han luchado por conservarla. La Mezquita-Catedral de Córdoba cumple este sábado cuarenta años como Patrimonio de la Humanidad y para hablar de ella siguen siendo más válidas y exactas las metáforas y las comparaciones que las descripciones en sentido recto. Incluso quienes mejor la conocen por no haber dejado de trabajar en ella en este tiempo, antes incluso de la declaración de la Unesco , tienen que servirse de recursos literarios. Así empieza Gabriel Rebollo , que junto a Gabriel Ruiz Cabrero llegó como arquitecto a comienzos de la década de 1980, a hablar del gran monumento de Córdoba: «Tiene la virtud de las obras de arte, que te gustan mucho la primera vez que las ves y a la décima te gusta todavía más». Sus valores arquitectónicos son muchos, y la perspectiva, el juego del espacio y la luz están a la vista de cualquiera, pero hay mucho más: «La arquitectura, igual que una novela, se lee. Sirve para contarnos una larga historia y creo que este edificio ofrece la posibilidad de enseñarnos esa larga historia, porque está vivo. Cuando un documento está guardado en un archivo, nadie lo lee». La clave de todo ello, para Gabriel Rebollo, está en el uso. Por seguir con el símil del documento, «se lee viviéndola, y sin vida es como una partitura de música que nadie interpreta». Y todo eso deriva de su utilidad, «de ser Catedral de Córdoba», con todos los usos de culto, cultura y vida diaria. La forma de acercarse a lo que ha sucedido en estos cuarenta años en la Mezquita-Catedral puede ser doble: cualitativa y cuantitativa. La segunda ofrece cifras, y cifras de restauraciones constantes, desde las más ambiciosas hasta las de mantenimiento de las cubiertas y de las capillas. La cifra está por encima de los 50 millones de euros en las últimas cuatro décadas. La gran mayoría corresponde al Cabido Catedral , al propietario del edificio. Sólo entre 1993 y 2012 la cifra ya era de veinte millones de euros, un tiempo en el que se acometieron obras de importancia como la restauración de la torre campanario, que se extendió durante varios años, y en especial la actuación en el presbiterio, el crucero y el coro, en el corazón de la Catedral católica. Tuvo dos fases. La primera, que afectó a la capilla mayor, la emprendió en solitario el Cabildo, por algo más de 2,5 millones de euros. La segunda, a partir de 2006, fue del Gobierno central , con Carmen Calvo como ministra de Cultura, y supuso una inversión de 3,4 millones de euros. Desde entonces el Cabildo ha ofrecido puntual información de sus actuaciones y de lo que ha destinado a la conservación del monumento: más de 5,5 millones en 2018 y casi tres en 2019 sirvieron para la mejora constante de las cubiertas, pero también para la restauración de capillas cristianas, algunas tan importantes como la de la Conversión de San Pablo o de puertas, un proceso que sigue en marcha. En 2020 y 2021, por la pandemia, el ritmo fue menor, pero en 2023 se volvió a superar el millón. Ahora están en marcha dos actuaciones de calado. La del Cabildo en la maqsura es a varios años y supondrá una inversión de 3,8 millones de euros para recuperar las cúpulas y restaurar las bóvedas, que son algunos de los tesoros más valiosos del templo. Está cerca del final la restauración artística de la Capilla Real , que ejecuta el Gobierno central por algo más de medio millón, aunque la institución capitular ya había invertido en las cubiertas y en la conservación. ¿Cambia la Mezquita-Catedral con todas estas restauraciones? Desde 1984 hasta ahora las obras han buscado ante todo no sólo no arrancar páginas, sino que brillen las que estaban escritas. Hay una sentencia de Gabriel Rebollo que es más que una frase hermosa: «Lo que amamos debemos ser capaces de transformarlo ». Y precisamente la forma en que el monumento ha ido cambiando a lo largo de los casi 1.300 años que tiene de vida plasma también la relación que los cordobeses han tenido con ella. Por eso no ha dejado de cambiar: «Si estuviese tal y como era cuando sólo era una mezquita, a lo mejor nos parecería más bella que ahora, aunque yo tengo mis dudas de eso, pero sería menos interesante que ahora, porque la historia se ha ido pegando en el edificio». El monumento en este tiempo ha logrado un paso más: la Unesco lo reconoció como un bien de Valor Universal Excepcional por la conservación y el interés de todos sus elementos. Su historia se puede dividir en dos grandes partes, y la primera sería la que va desde el comienzo de su construcción, en el siglo VIII, hasta las primeras décadas del siglo XIX. Ya desde entonces no deja de crecer, desde que la inicia Abderramán I «sobre lo que probablemente sería una iglesia cristiana» hasta las ampliaciones y enriquecimientos de Abderramán II, también un poco Abderramán III , Alhakén II y Almanzor. Tras la Reconquista, dice el arquitecto, se empieza a hacer patente el amor y la fascinación por el edificio: si las grandes mezquitas de Sevilla, Toledo, Valencia o Zaragoza se destruyeron para construir las nuevas catedrales en el mismo solar, Córdoba respetó la suya y se limitó a crear nuevas capillas cristianas sin alterar en lo esencial la concepción que ya tenía el edificio. El momento fundamental está a partir de 1815, cuando en la Mezquita-Catedral se realiza, según Gabriel Rebollo, la que puede ser la restauración más antigua de la que haya constancia: la que impulsó un obispo influido por las ideas de la Ilustración y por los aires nuevos. Pedro de Antonio de Trevilla abrió una nueva etapa cuando decidió retirar la capilla de San Pedro, que se había instalado tras la Reconquista, para descubrir la maqsura y el mihrab , y con ello no sólo el corazón de la etapa musulmana, sino un lugar único con la huella de los mosaicos bizantinos . Se buscaba recuperar los orígenes, y por eso también se trabajó en la capilla de Villaviciosa, en la Catedral gótica. Así siguieron las grandes intervenciones hasta el siglo XX y se llegó a la declaración como Patrimonio de la Humanidad en noviembre de 1984. Gabriel Rebollo continúa con las metáforas: «No hemos querido arrancar páginas de la historia del edificio, porque nos parece que tiene una biografía muy interesante». De lo que se ha hecho en los últimos años destaca la recuperación de las cubiertas, que han permitido evitar muchos problemas al monumento. De lo que no, aquellos proyectos de la dictadura de retirar el crucero y dejar el bosque de columnas desnudo, porque es partidario de tratar el monumento de forma unitaria y no de simplificarlo. La intervención de Hernán Ruiz I pudo ser polémica, pero ya forma parte de la historia. Porque advierte una cosa: la Mezquita-Catedral no es una Catedral gótica francesa, «que es gótica desde los cimientos hasta el último pináculo», y sólo tiene ese estilo. La superposición y la integración de lenguajes, de culturas y de estilos es una de las singularidades del templo. La significación del edificio es tal que lo trasciende para impactar en la ciudad. Raimundo Ortiz es el arqueólogo del Cabildo Catedral y trabaja con un amplio equipo multidisciplinar en la investigación y en el análisis de los datos que aparecen con cada una de las actuaciones. «Lo más relevante es que es el reflejo de la evolución de la ciudad de Córdoba, porque ha sido el lugar al que desde hace mucho tiempo han ido los cordobeses para rezar», resume. Desde el complejo episcopal que apareció bajo el Patio de los Naranjos hasta la Mezquita omeya y luego hasta la Catedral cristiana. Los arqueólogos han conocido lo que está enterrado bajo el edificio, y que puede remontarse al siglo V, pero también lo que está a simple vista. «Cuando se restaura una capilla se ve qué otros espacios formaron parte de la Mezquita-Catedral en momentos anteriores, o qué elementos islámicos había donde ahora se encuentra esa capilla, incluso qué elementos se trasladaron», explica. Raimundo Ortiz cuenta cómo del trabajo de su equipo, en el que colabora también el Departamento de Arqueología de la Universidad de Córdoba, surgen nuevos conocimientos acerca del edificio. Lo más desconocido, insiste, es la transformación de la mezquita islámica, que se ha estudiado muy bien, en Catedral cristiana. «Hay muchísimas cosas que reflejan cómo era la ciudad, los modelos constructivos que se empleaban, cómo se restauraba», explica Raimundo Ortiz de un trabajo en que puede rastrearse toda la historia de la Mezquita-Catedral. De las restauraciones que continúan, dependerá la forma en que el monumento siga transformándose en las siguientes décadas sin dejar nunca de ser el mismo.