A rey muerto, misiles puestos: la llegada de Trump abre nuevas ventanas de oportunidad a Ucrania
Keir Starmer se ha convertido este lunes en el primer mandatario británico en casi un siglo en asistir a París para la ceremonia del Día del Armisticio. La última vez que se vio a un inquilino de Downing Street en la 'ciudad de la luz' para conmemorar el fin de la II Guerra Mundial fue en 1945, con Winston Churchill. Pero en pleno apogeo de tensiones geopolíticas, frente a las amenazas de Rusia y el desafío que supone el triunfo de Donald Trump para la OTAN, Europa debe transmitir más que nunca una imagen de unidad. De ahí la foto intencionada que han dejado Starmer y Emmanuel Macron — responsables de las dos fuerzas nucleares europeas — ante el imponente Arco del Triunfo.
Determinar el alcance en el que Trump va a cambiar ahora la política exterior estadounidense es tarea imposible. La imprevisibilidad es su sello de identidad. Con todo, el hecho de que haya prometido poner fin a la guerra de Ucrania desde el “primer día” de su mandato, plantea temores de que obligará a Kiev a ceder parte del territorio controlado ya por Vladimir Putin, con todo lo que eso conllevaría ante una eventual invasión de China a Taiwán.
Antes del primer mandato de Trump (2017-2021), Ucrania ya estaba luchando contra Rusia por la adhesión de Crimea en 2014. Pero su supervivencia no pendía de un hilo. Tampoco era probable que Moscú pudiera invadir Moldavia, Estonia, Letonia o Lituania, algo que ahora nadie se atreve a descartar. Por su parte, Finlandia y Suecia no eran miembros de la OTAN y, por lo tanto, no podían ser utilizados por Putin, con la posibilidad de invasión con mercenarios o ataques con misiles para poner a prueba los límites de las garantías de seguridad de la alianza atlántica.
El mundo ahora es muy distinto. Y las decisiones de un hombre que no se mueve por las reglas estipuladas pueden tener tremendas consecuencias que alteren el orden mundial tal y como se conoce en la actualidad.
Londres y París están presionando a Joe Biden para que, antes de que abandone la Casa Blanca, entregue más ayuda a Volodímir Zelenski y, ante todo, de luz verde para que pueda utilizar los misiles de alto alcance occidentales dentro de territorio ruso, algo que el presidente ucraniando lleva meses pidiendo a los aliados.
Los temores en torno a los planes de Trump con Ucrania incrementaron durante el fin de semana cuando anunció que no contará ni con la exembajadora Nikki Haley ni con el ex secretario de Estado Mike Pompeo, dos miembros del gabinete pro-Ucrania en su primer mandato. Por su parte, Donald Trump Jr., el hijo del presidente electo, publicó el sábado un vídeo en Instagram en el que parecía burlarse de Zelenski con el mensaje de “estás a 38 días de perder tu asignación”.
Con la foto este lunes en París con Macron, el primer ministro británico da el primer paso de nueva unidad europea pos Brexit, el famoso “reinicio”. El laborista quiere actualizar el Acuerdo de Lancaster House, un pacto firmado entre Reino Unido y Francia en 2010, en reconocimiento de las crecientes amenazas de actores hostiles. Quiere ir más allá de Defensa y Seguridad. Pero al mismo tiempo, tiene aún miedo de que le puedan reprochar en casa que no respeta la voluntad del pueblo cuando votó por salir del bloque.
Y en ningún caso puede dejar a un lado la histórica “relación respecial” con Washington. Se ha comprometido a trabajar estrechamente con Trump a pesar de que varios ministros del gabinete, entre ellos, David Lammy, actual responsable de Exteriores, y Angela Rayner, la ahora vice primera ministra, criticaron con dureza al presidente electo en el pasado. Entre otros, le llamaron “sociópata que odia a las mujeres y simpatiza con los neonazis” y “tirano con peluquín”.
Sin embargo, la presión que está ejerciendo ahora Downing Street para armar a Kiev, podría ser interpretada por Trump como un intento de socavar la política exterior de Estados Unidos, lo que podría amenazar la relación bilateral incluso antes de que asuma el cargo en enero.
Los funcionarios de Whitehall han recibido el encargo de examinar cómo afecta la victoria de Trump a la versión final de la Revisión Estratégica de Defensa británica que se presentará en primavera. Se cree que Starmer y la ministra del Tesoro, Rachel Reeves, planean establecer un camino antes de esa fecha límite sobre cómo Reino Unido puede alcanzar el objetivo de gasto en defensa del 2,5% del PIB que Trump pide a los miembros de la OTAN y que Londres tiene en la actualidad en el 2,3%.
Si finalmente el presidente electo pide a los aliados el objetivo del 3% — tal y como insinuó en campaña —esto acumularía una enorme presión financiera sobre el gobierno británico y lo obligaría a invertir decenas de miles de millones de libras adicionales o arriesgarse a dañar las relaciones transatlánticas en un momento especialmente tenso en el tablero geopolítico.
James Snell, asesor en el think tank 'New Lines Institute for Strategy and Policy', asegura no obstante que “Europa no debería haber necesitado que Trump la obligara a despertar ante la realidad de la política exterior estadounidense. Estados Unidos no ha defendido realmente, a largo plazo, a ninguno de sus aliados necesitados desde 2000. Georgia fue invadida por Rusia en 2008. Estados Unidos no hizo nada. Ucrania fue invadida en 2014 y luego en 2022. Estados Unidos ayudó, pero sin un plan a largo plazo. Joe Biden y Donald Trump realmente preferirían que Ucrania desapareciera en silencio”, asegura en un artículo en The Spectator.
Derrotas que importan poco en la Casa Blanca
“El gobierno iraquí post-Saddam se rindió ante Irán con apenas leves protestas diplomáticas y algún que otro misil lanzado en un ataque de ira. Estados Unidos no movió un dedo ni se molestó en defender a su aliado afgano mientras los talibanes avanzaban en agosto de 2021, a plena vista de los drones y satélites estadounidenses. Los rebeldes sirios equipados por la CIA estadounidense fueron abandonados por completo a su suerte hace una década. Los rebeldes kurdos en el norte de Siria lanzaron piedras a los vehículos estadounidenses mientras huían ante el avance turco. La lección es clara: no hay que confiar en los estadounidenses. Nunca hay que confiar en ellos ni un segundo, sin importar quién esté en la Casa Blanca”, añade.
Nadie sabe (quizá tampoco el propio Trump) en qué consiste su plan para acabar con la guerra en Ucrania “en 24 horas”. De momento, el magnate norteamericano reconvertido en político ha pedido a Putin que no intensifique el conflicto en una llamada telefónica realizada el pasado jueves, según ha informado The Washington Post, aunque el Kremlin lo desmintió poco después.
Desde la aplastante victoria electoral del republicano, Biden ha intentado conseguir el apoyo de Estados Unidos para Ucrania, asegurando que seguirá “aumentando” la ayuda humanitaria y militar utilizando fondos ya autorizados por el Congreso. Pero, de momento, sigue sin haber luz verde para la utilización de misiles de alto ancance.
Londres y París sí están dispuestos a que los Storm Shadow se utilicen contra objetivos militares en territorio ruso; pero dependen de la tecnología estadounidense. Y, hasta la fecha, Biden ha ejercido un veto. Si consiguieran que Biden cambiara de opinión antes de que Trump asumiera el cargo, sería más difícil revocar luego la aprobación.
"Autodisuasión" de la administración Biden
Las esperanzas previas de que Biden autorizara un mayor uso de los misiles se vieron frustradas en septiembre por temores de ataques de represalia a bases militares occidentales. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, apoyó la medida, pero Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional, se opuso.
Es una decisión no exenta de riesgos. Una cosa es permitir que Kiev dispare armas de fabricación occidental en defensa propia dentro de Ucrania (lo que sucede actualmente) y otra, muy distinta, permitir que bombardee dentro de Rusia. Un error de cálculo —por ejemplo, una operación con muchas víctimas civiles— podría tener graves consecuencias y escalar el conflicto.
La cuestión es que, a nivel privado, el equipo de Zelenski se muestra cada vez más frustrado con lo que describe como la “autodisuasión” de la administración Biden. Según el reputado The Economist, consideran que el temor por parte del actual equipo de la Casa Blanca a una escalada con Rusia les lleva a una parálisis y tener una brecha creciente entre la retórica de “apoyar a Ucrania todo el tiempo que sea necesario” y las acciones que sugieren lo contrario.
Por lo tanto, cuando el presidente ucraniano Zelenski se apresuró a respaldar la victoria del republicano en términos efusivos — “Esperamos una era de unos Estados Unidos de América fuertes bajo el liderazgo decisivo del presidente Trump”— no se trataba de una simple maniobra publicitaria.
"Es una persona a la que le encanta ganar”, afirmó el diputado de la oposición ucraniana
La llamada de 25 minutos el pasado miercoles entre Trump y Zelenski, en la que también participó el empresario multimillonario Elon Musk, tuvo un tono positivo y no se discutieron detalles de ninguna propuesta de paz. El presidente ucraniano también agradeció a Musk por poner el servicio de Internet satelital Starlink a disposición del ejército de su país, para el cual es una herramienta de comunicación vital en la línea del frente.
Por una parte, están los políticos ucranianos que consideran que la victoria de Trump “no es una catástrofe”. “Ucrania es ahora su negocio y si las negociaciones conducen a un desastre, será suyo, como la decisión de Joe Biden de retirarse de Afganistán. Es una persona a la que le encanta ganar”, afirmó el diputado de la oposición ucraniana Oleksiy Goncharenko.
Pero por otra parte, los expertos creen que la clave está en cómo se venda el mensaje. Alexander Evans, profesor de relaciones internacionales de la London School of Economics, asegura que “Trump no vendería el fin de la guerra como una derrota ante Putin. Él se pondría como el gran salvador, como la persona que ha logrado acabar finalmente con el conflicto”, explica a El Confidencial. “Sea cual sea la solución que plantee, tendrá grandes implicaciones para China ante una posible invasión de Taiwan”, añade.
De momento, los funcionarios ucranianos están trabajando a partir de dos estrategias públicas. La primera, vinculada al compañero de fórmula de Trump, J.D. Vance, vería el conflicto congelado en las líneas actuales y Ucrania obligada a la neutralidad, sin garantías de seguridad obvias ni restricciones para Putin.
Un segundo plan, que Ucrania preferiría, sería el presentado por el ex secretario de Estado de Trump, Mike Pompeo, en el Wall Street Journal. Se centra en un mayor apoyo militar y financiero como elemento disuasorio para Moscú, al tiempo que mantiene abierta la posibilidad de la membresía en la OTAN.
Es poco probable que Trump traicione por completo a Ucrania, sobre todo por la opinión dentro de su propia base republicana. Seguramente no querrá ser el autor y dueño de la derrota. Pero como político transaccional, es probable que exija algo a cambio a Kiev, como, por ejemplo, el acceso a sus recursos naturales. Le importarán mucho menos los valores liberales.
La mudanza en la Casa Blanca llega en un momento difícil para las fuerzas ucranianas. Tras la gran ofensiva ante Putin — causando más de 57.000 rusos muertos solo este año — Ucrania ha sufrido su peor mes de pérdidas territoriales desde 2022 (unos 620 kilómetros cuadrados, aunque esto es solo el 1% de la superficie del país antes de la guerra). Y mientras que apenas ha alcanzado dos tercios de su objetivo para reclutamiento, Rusia está reemplazando sus pérdidas con contratos lucrativos, sin necesidad de recurrir a la movilización masiva.