"Pocos y mal avenidos, sin el orden inglés": la loca aventura española en Camboya y Borneo
En 1593 el gobernador de la Capitanía General de Filipinas, Gómez Pérez Dasmariñas, se embarca desde Manila hacia las Molucas con la idea de ampliar las posesiones españolas más allá del archipiélago filipino. Un último gran error después de una larga cadena que también contiene algunos aciertos notables.Apenas han pasado veinte años desde que Miguel de Legazpi fundara la capital, Manila, para Felipe II, y desde entonces se han sucedido los conflictos con los piratas chinos, como Limahon, al que se derrota en 1574 después de haber llegado a entrar en la ciudad. Son conflictos que se repiten con los propios sangleyes: es decir, los comerciantes chinos que operan en el Parián o mercado de Manila y que dan sentido al enclave de la Monarquía Hispánica en el Pacífico.Los españoles llevan plata de América en la nao de Acapulco y los sangleyes la intercambian por los productos chinos de Cantón y otros lugares del continente: no se compran y se venden productos filipinos, sino de China. Manila no es, nada más, ni nada menos, que un gran puerto de comercio al otro lado del mundo con una mínima, pero audaz y aguerrida presencia española. La descripción se queda obligadamente corta.Después de la confrontación con el pirata chino, Dasmariñas remata su gran acierto: terminar de construir el amurallado del asentamiento español entre la desembocadura del río Pásig, la inmensa bahía de Manila y la zona pantanosa al sur: la mítica ciudad de Intramuros en Manila que seguirá en pie tres siglos y medio, hasta que la derriben conjuntamente el general Douglas MacArthur y la infantería de Marina de Sanchi Iwabuchi en 1945, de lo que ya habrá tiempo de hablar pronto. Lo que queda ahora es una reconstrucción, que no deja de dar una buena idea de lo que fue Manila para los españoles durante tres siglos, incluso aunque ahora esté rodeada de un campo de golf.Al acierto de Dasmariñas le siguen dos errores. El primero: imponer sanciones, limitaciones y humillaciones de todo tipo a los sangleyes chinos después de los distintos conflictos, como obligarles a cortarse su coleta tradicional, cristianizarles, forzarles a vivir fuera de Intramuros, etc. Portada de 'Conquistas prohibidas: españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI'. No olvidemos que apenas son 500 españoles en todo el archipiélago y que son "pocos, mal prevenidos y avenidos, no como los ingleses", como llegará a manifestar su hijo, Luis Pérez Dasmariñas, quien es en realidad el protagonista de esta historia y cuyas palabras recoge Juan Gil en Conquistas prohibidas: españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI.El segundo gran error de Dasmariñas padre es el de embarcarse en la expedición a las Molucas y meterse así en las mil y un disputas del archipiélago vecino de Indochina, como lo es socorrer al rey de Camboya de su enemigo de Siam a cambio de que este jure vasallaje a Felipe II; todo para engrandecer el dominio español en el Pacífico, a costa, de paso, de los portugueses de Macao. Un triple salto mortal al otro lado del mundo.Parece un tópico, pero es cierto que ninguna película de Hollywood se ha medio acercado a narrar unas aventuras tan increíbles, como tampoco una novela de piratas de Emilio Salgari. Por si fuera poco, Gómez Dasmariñas no solo decide enviar una expedición más allá de la zona de no confort manileña —que está a su vez amenazada por el emperador japonés Hideyoshi—, sino que se embarca él mismo con 40 de sus soldados y 250 chinos a los que obligan a acompañarles.Ya lo contó Pedro Ortiz de Armengol en su gran obra Intramuros de Manila: de 1571 hasta su destrucción en 1945, publicada en 1958: "Necesitando remeros el Gobernador Dasmariñas para una expedición militar al Sur, reclutó forzosamente doscientos cincuenta entre los chinos de Manila, pese a su resistencia. Les fue señalada paga y se especificó que solamente bogarían en las calmas y al doblar alguna punta donde fuere muy necesario el remo, y se les consintió llevaran armas y no cadenas. Lo que ocurrió puede imaginarse: durante el viaje los remeros se lanzaron sobre los cuarenta españoles que iban a bordo y terminaron con casi todos ellos, empezando por el señor Gobernador, al que abrieron la cabeza".El segundo gran error de Dasmariñas padre es el de embarcarse en la expedición a las Molucas y meterse en las mil y un disputas de IndochinaAhora, un nuevo ensayo del catedrático y miembro de la RAE Juan Gil, que además recopila los escritos originales de uno de sus protagonistas, fray Gabriel de San Antonio, explica esa "expedición militar al Sur", más allá de Filipinas, de los españoles en el siglo XVI en su magnífico: Conquistas prohibidas: españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI. Relaciones de viaje, memoriales y breve relación de los sucesos del Reino de Camboya de fray Gabriel de San Antonio (Biblioteca Castro —Fundación José Antonio de Castro).La increíble historia de esas expediciones a Camboya y Borneo la desarrolla Gil en una primera parte del libro —a través del Archivo General de Indias y las crónicas de Antonio de Morga, Fray Diego Álvaro, Jacques de Coutre, las cartas de Luis Dasmariñas y del propio Fray Gabriel de San Antonio—, y la sigue en una segunda parte con la propia relación de escritos de puño y letra del último en una gran edición, que complementa trabajos ya muy anteriores de una historia un poco olvidada en España, como lo fue Españoles en Siam, 1540-1939: una aportación al estudio de la presencia hispana en Asia Oriental, de Florentino Rodao, quien hace casi 20 años ya se ocupaba del tema.Vengar la muerte de Gómez Dasmariñas¿Qué ocurre después de la trágica muerte de Gómez Dasmariñas? Pues que, tal y como narra Juan Gil, su hijo Luis Pérez Dasmariñas, "de triste y melancólica figura, al que bien merece que se le dedique algo más que un recuerdo", se erige primero como gobernador interino de la capitanía general de Filipinas, a pesar de sus apenas 22 años y de no contar con todo el apoyo de la pequeña comunidad de españoles —tiene de su parte a los frailes, de un poder inmenso en la conquista del Pacífico, pero no el favor de los capitanes—. Luis Pérez Dasmariñas envía entonces una partida para dar caza a los asesinos de su padre, y retoma la idea de socorrer al rey de Camboya en contra del de Siam, buscando el prometido vasallaje a su rey Felipe II.No es poca aventura si tenemos en cuenta que los sangleyes chinos de Manila preparaban su venganza con una definitiva revuelta y que en el horizonte, al sol naciente, amenazaba además el emperador japonés Hideyoshi. Son, en definitiva, pocos españoles, mal avenidos y mal prevenidos, pero son audaces y aguerridos hasta el límite. Muerto su padre, siendo inútil la persecución de los asesinos y recuperación de la galera y los estandartes —para lo cual envía a su primo Fernando de Castro a Macao y Fou Zhou, quien regresa sin éxito alguno sobre el paradero de la galera y los asesinos— y sin rastro de ayuda portuguesa, Luis de la triste figura se embarca en la operación que no pudo realizar su padre: "Entre todos los planes ocupó un primer lugar la ayuda que se había de prestar al rey de Camboya, un país sumido entonces en guerras interminables. En efecto, durante todo el siglo XVI, como puso de relieve A. Cabaton, 'los reinos de Pegú, Arakán, Siam, Laos, Champá y Camboya no hicieron más que desgarrarse unos a otros, hasta que Siam se alzó con la hegemonía y se sumieron en honda decadencia Camboya y Laos", destaca Juan Gil en Conquistas prohibidas: españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI.El objetivo estaba claro: entrometerse en esa guerra del lado del rey camboyés, como ya quería su padre, e iniciar una campaña para ir obteniendo influencia en ese archipiélago indochino. Además, Hideyoshi no había cumplido su amenaza y la sombra japonesa se alejaba de Manila, las murallas fuertes de Intramuros se habían completado y debían proteger a la pequeña comunidad española ¿qué hacer si no completar una gran hazaña?Para más inri, ese rey de Camboya había confiado supuestamente a un fraile dominico, Silvestre, su deseo de abrazar la fe cristiana: trompetas de cristianización, hazañas y gloria en nombre de Cristo y el rey, el éxtasis para los conquistadores españoles del siglo XVI.Son, en definitiva, pocos españoles, mal avenidos y mal prevenidos, pero son audaces y aguerridos hasta el límitePero ¿de dónde había surgido todo el plan de Camboya que quería acometer Gómez Dasmariñas? Resulta que dos aventureros, Gregorio de Vargas, sanluqueño, y Blas Ruiz, de Ciudad Real, que serían claves en la empresa posterior, habían ido a parar al reino de Camboya después de varias peripecias; apresados en Macao por los portugueses, habían conseguido salir con un barco no sin escapar después de un ataque de chinos en Macao, reponerse en la isla de Ainao (Hainán) e invernar en Cochinchina. Allí, Ruiz y Vargas sufrieron el abordaje de unas galeras de la armada de este último país, que saquearon su junco a placer. "Treinta días después", tal y como narra Juan Gil, "la nave arribó a Champá. Sus infortunios por mar se recrudecieron al pisar tierra, pues el rey los metió en la cárcel y les infirió mil agravios. Al cabo de ocho meses de tribulaciones, los prisioneros, tras un primer intento fallido, se embarcaron en sendas navichuelas y, tras cuatro días de navegación, arribaron a la costa de Camboya".En Camboya conocen a un portugués, Diego Veloso, que lleva en el reino nueve años, y entre los tres maquinan y convencen al rey Aprán Lángara de que, para asegurar su posición frente a los enemigos de Siam, pida ayuda al gobernador de Filipinas. No hay Cracken, ni vivos-no muertos, ni maldiciones, pero es mejor que Piratas del Caribe.El gobernador de Filipinas no es otro que Gómez Dasmariñas, que acepta el plan de enfrentarse a Siam en favor de los camboyanos, pero que no le da tiempo a cumplir, después de que los chinos le abrieran la cabeza en la galera con destino a las Molucas. Así, en 1595 llega a Manila la embajada de Aprán Lángara que consiste en Diego Veloso, el portugués, y en donde el gobernador (interino) es ya Luis Pérez Dasmariñas hijo.A favor de la empresa está además de Veloso, Blas Ruiz, —el aventurero de Ciudad Real que recaló en Camboya— y a quienes se une, inesperadamente, el primo de Dasmariñas, Fernando de Castro, que había vuelto de Macao sin obtener ningún éxito en la persecución de los asesinos del antiguo gobernador. Todos están de acuerdo y así se lo exponen a Luis.Camboya espera la gesta de los españoles a fin de imponer un tutelaje en el reino, adelantándose unos cuantos siglos a la figura del protectoradoEn este punto cada lector se puede ir imaginando ya su propio reparto de actores para la película. De haberse filmado en los 40, Anthony Quinn podría haber interpretado indistintamente al portugués Diego Veloso, al camboyano Aprán Lángara o al español Luis Pérez Dasmariñas. Camboya espera la gesta de los españoles a fin de imponer una especie de tutelaje en el reino, adelantándose unos cuantos siglos a la figura del protectorado.Dasmariñas se entrega a la gesta y la hazaña y envía una expedición al mando del capitán Juan Juárez Gallinato, y "a escondidas salen más de doscientos hombres de Manila, más de los que hubiera querido el gobernador y menos de lo que hubieran querido los embajadores españoles de Camboya", según Gil. Es decir, demasiados hombres para dejar desguarnecida la que acabará siendo la perla de Oriente y demasiado pocos para enfrentarse a los de Siam. El gobernador, contando con la inestimable ayuda de los dominicos —auténtica institución en Filipinas aún cinco siglos después—, da por fin la orden de que se embarquen en 1596. Son tres juncos, capitaneados por Gallinato, Blas Ruiz y Pedro Sebil. Poco después de salir de Manila una tormenta dispersa a los tres navíos. Según lo cuenta Juan Gil: "La Capitana de Gallinato fue arrastrada hasta el estrecho de Singapur, donde se vio envuelta en la guerra en la que estaban enzarzados los reyes de Jor y de Sumatra, y tuvo que permanecer tres meses en Bintán (…) el junco de Blas Ruiz (Nuestra Señora del Rosario), tras pasar por la isla de Pulo Sisi y costear Champá, arribó el 25 de febrero (fiesta de San Matías) a la gigantesca barra del Mekong. Después, en ocho días de navegación, subió ochenta leguas río arriba hasta llegar a Churdemuc o Churdumuco (Phnom Penh), una ciudad que tenía entonces unos 20.000 hogares, todos construidos de madera. Allí permanecieron unos dos meses, esperando la llegada de los otros dos navíos que faltaban".Camboya espera la gesta de los españoles a fin de imponer una especie de tutelaje en el reino, adelantándose al protectoradoFaltaba la última, la de Pedro Sebil, que quedó varado en tierra y tras sofocar un motín consigue llegar a puerto camboyés para descubrir que ya no reina Aprán Lángara sino Acaparán Prabantul…Los españoles se reúnen por fin en Camboya pero las tornas han cambiado y no son ya bien vistos, al igual que su misión, después de incomodar a los chinos, con quienes tienen varios encontronazos, y de acudir a socorrer a un rey, Aprán Lángara, que ha sido destronado.En definitiva, los capitanes españoles, más el provincial de los dominicos, se quedan atrapados en la capital de Camboya, Sistor, con un rey, Acaparán, que no hace sino confabular contra ellos, una vez que su misión original carece de sentido. Aunque el propio Juan Gil reconoce que los pormenores finales no están del todo claros, lo que parece que acontece es lo siguiente: "Los castillas debieron de enterarse de que el rey se disponía a condenarlos a muerte (la pena consistía en freírlos en aceite de coco) si seguían negándose a dar plena satisfacción a los chinos. Los españoles se reunieron en junta. Dándose ya por perdidos y dispuestos a vender caras sus vidas, acordaron entrar en la ciudad y asaltar el palacio, con el propósito de tomar como rehén al rey o algún miembro de la familia real".El ataque de los españolesSe inicia el ataque los españoles: prenden fuego al palacio real y no consiguen ningún rehén, pero sí que se les eche encima a toda la masa de los camboyanos. Podría ser una escena de la Noche Triste de Hernán Cortés en Tenochitlán o si acaso, el mismo final imaginado por Rudyard Kipling en El hombre que pudo reinar, reflejo casi milimétrico de lo acontecido al extremeño con Moctezuma.El caso es que los españoles tiene que salir de Sintor como sea y así lo hacen intentado alcanzar el Mekong para embarcar y regresar, con mucha suerte, a Manila: "Las cuarenta horas que tardaron los españoles en cubrir las nueve leguas que los separaban de Churdemuc se hicieron interminables. El escuadrón, muerto de hambre y sed, se replegaba trabajosamente, mientras las fuerzas de Camboya no cejaban en su acoso, aprovechando los lugares estratégicos para hostigar su marcha. Dificultosísimo de salvar fue un río vadeable, el último obstáculo. Los españoles, que asentaron el campo a su orilla a las cuatro o las cinco de la tarde, aprovecharon ese respiro para comer un poco de arroz cocido; después, aguardaron a medianoche para cruzarlo, como lo hicieron, con el agua al pecho, 'la pólvora sobre las cabezas, por que no se mojase' y peleando y arcabuceando tanto en el frente como en la retaguardia. Entre el reconocimiento previo, los primeros titubeos y el avance final, su paso se prolongó durante casi una hora. Por fin, poco antes de romper la aurora, la pequeña tropa alcanzó 'el río grande' ( el Mekong) e, instalada ya a bordo de los juncos, pudo respirar tranquila", señala Juan Gil en Conquistas prohibidas: españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI."El escuadrón, muerto de hambre y sed, se replegaba trabajosamente, mientras las fuerzas de Camboya no cejaban en su acoso"En el camino de vuelta a Manila, la flotilla, después de haber intentado en vano abastecerse de provisiones en Milon (Vin Longh) y Pratarpan (Prah Trepang), tocó en Champá, donde Blas Ruiz (otrora cautivo de aquel rey) tomó por la fuerza los víveres que no le quisieron vender los naturales. Lo más increíble de todo es que las naves arribaron a Cochinchina (Annam), y tras haber recibido seguro del rey, fondearon el 15 de julio en el puerto de Cachán (Tourane), cerca del cual se divisó, varada en la arena y robada, nada menos que la galera en la que don Gómez Pérez Dasmariñas había recibido muerte por parte de los chinos tres años antes, la galera que no había encontrado antes su hijo.Los españoles supieron además después que el rey Acaparán había muerto en la batalla del palacio y que se había restituido la línea de su valedor, Aprán Lángara, en la figura de Prauncar, pero la misión ya había fracasado. Aún retornaron a Camboya Blas Ruiz y Veloso con la nueva línea dinástica, donde fueron nombrados generales y esperando hacer realidad los planes antiguo, pero finalmente fueron vencidos por el Siam y asesinados todos incluidos Ruiz y Veloso. Mientras tanto, Luis Pérez Dasmariñas que había tenido que ceder el puesto de gobernador a Francisco Tello se encontraría unos años después con la revuelta en Manila de los sangleyes, en la que pereció al igual que su padre a manos de los chinos, sin llegar a conocer el definitivo triunfo español. Camboya nunca juraría vasallaje a la corona española, mientras que Filipinas se mantendría durante tres siglos más.
elconfidencial.com
"Pocos y mal avenidos, sin el orden inglés": la loca aventura española en Camboya y Borneo
En 1593 el gobernador de la Capitanía General de Filipinas, Gómez Pérez Dasmariñas, se embarca desde Manila hacia las Molucas con la idea de ampliar las posesiones españolas más allá del archipiélago filipino. Un último gran error después de una larga cadena que también contiene algunos aciertos notables.Apenas han pasado veinte años desde que Miguel de Legazpi fundara la capital, Manila, para Felipe II, y desde entonces se han sucedido los conflictos con los piratas chinos, como Limahon, al que se derrota en 1574 después de haber llegado a entrar en la ciudad. Son conflictos que se repiten con los propios sangleyes: es decir, los comerciantes chinos que operan en el Parián o mercado de Manila y que dan sentido al enclave de la Monarquía Hispánica en el Pacífico.Los españoles llevan plata de América en la nao de Acapulco y los sangleyes la intercambian por los productos chinos de Cantón y otros lugares del continente: no se compran y se venden productos filipinos, sino de China. Manila no es, nada más, ni nada menos, que un gran puerto de comercio al otro lado del mundo con una mínima, pero audaz y aguerrida presencia española. La descripción se queda obligadamente corta.Después de la confrontación con el pirata chino, Dasmariñas remata su gran acierto: terminar de construir el amurallado del asentamiento español entre la desembocadura del río Pásig, la inmensa bahía de Manila y la zona pantanosa al sur: la mítica ciudad de Intramuros en Manila que seguirá en pie tres siglos y medio, hasta que la derriben conjuntamente el general Douglas MacArthur y la infantería de Marina de Sanchi Iwabuchi en 1945, de lo que ya habrá tiempo de hablar pronto. Lo que queda ahora es una reconstrucción, que no deja de dar una buena idea de lo que fue Manila para los españoles durante tres siglos, incluso aunque ahora esté rodeada de un campo de golf.Al acierto de Dasmariñas le siguen dos errores. El primero: imponer sanciones, limitaciones y humillaciones de todo tipo a los sangleyes chinos después de los distintos conflictos, como obligarles a cortarse su coleta tradicional, cristianizarles, forzarles a vivir fuera de Intramuros, etc. Portada de 'Conquistas prohibidas: españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI'. No olvidemos que apenas son 500 españoles en todo el archipiélago y que son "pocos, mal prevenidos y avenidos, no como los ingleses", como llegará a manifestar su hijo, Luis Pérez Dasmariñas, quien es en realidad el protagonista de esta historia y cuyas palabras recoge Juan Gil en Conquistas prohibidas: españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI.El segundo gran error de Dasmariñas padre es el de embarcarse en la expedición a las Molucas y meterse así en las mil y un disputas del archipiélago vecino de Indochina, como lo es socorrer al rey de Camboya de su enemigo de Siam a cambio de que este jure vasallaje a Felipe II; todo para engrandecer el dominio español en el Pacífico, a costa, de paso, de los portugueses de Macao. Un triple salto mortal al otro lado del mundo.Parece un tópico, pero es cierto que ninguna película de Hollywood se ha medio acercado a narrar unas aventuras tan increíbles, como tampoco una novela de piratas de Emilio Salgari. Por si fuera poco, Gómez Dasmariñas no solo decide enviar una expedición más allá de la zona de no confort manileña —que está a su vez amenazada por el emperador japonés Hideyoshi—, sino que se embarca él mismo con 40 de sus soldados y 250 chinos a los que obligan a acompañarles.Ya lo contó Pedro Ortiz de Armengol en su gran obra Intramuros de Manila: de 1571 hasta su destrucción en 1945, publicada en 1958: "Necesitando remeros el Gobernador Dasmariñas para una expedición militar al Sur, reclutó forzosamente doscientos cincuenta entre los chinos de Manila, pese a su resistencia. Les fue señalada paga y se especificó que solamente bogarían en las calmas y al doblar alguna punta donde fuere muy necesario el remo, y se les consintió llevaran armas y no cadenas. Lo que ocurrió puede imaginarse: durante el viaje los remeros se lanzaron sobre los cuarenta españoles que iban a bordo y terminaron con casi todos ellos, empezando por el señor Gobernador, al que abrieron la cabeza".El segundo gran error de Dasmariñas padre es el de embarcarse en la expedición a las Molucas y meterse en las mil y un disputas de IndochinaAhora, un nuevo ensayo del catedrático y miembro de la RAE Juan Gil, que además recopila los escritos originales de uno de sus protagonistas, fray Gabriel de San Antonio, explica esa "expedición militar al Sur", más allá de Filipinas, de los españoles en el siglo XVI en su magnífico: Conquistas prohibidas: españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI. Relaciones de viaje, memoriales y breve relación de los sucesos del Reino de Camboya de fray Gabriel de San Antonio (Biblioteca Castro —Fundación José Antonio de Castro).La increíble historia de esas expediciones a Camboya y Borneo la desarrolla Gil en una primera parte del libro —a través del Archivo General de Indias y las crónicas de Antonio de Morga, Fray Diego Álvaro, Jacques de Coutre, las cartas de Luis Dasmariñas y del propio Fray Gabriel de San Antonio—, y la sigue en una segunda parte con la propia relación de escritos de puño y letra del último en una gran edición, que complementa trabajos ya muy anteriores de una historia un poco olvidada en España, como lo fue Españoles en Siam, 1540-1939: una aportación al estudio de la presencia hispana en Asia Oriental, de Florentino Rodao, quien hace casi 20 años ya se ocupaba del tema.Vengar la muerte de Gómez Dasmariñas¿Qué ocurre después de la trágica muerte de Gómez Dasmariñas? Pues que, tal y como narra Juan Gil, su hijo Luis Pérez Dasmariñas, "de triste y melancólica figura, al que bien merece que se le dedique algo más que un recuerdo", se erige primero como gobernador interino de la capitanía general de Filipinas, a pesar de sus apenas 22 años y de no contar con todo el apoyo de la pequeña comunidad de españoles —tiene de su parte a los frailes, de un poder inmenso en la conquista del Pacífico, pero no el favor de los capitanes—. Luis Pérez Dasmariñas envía entonces una partida para dar caza a los asesinos de su padre, y retoma la idea de socorrer al rey de Camboya en contra del de Siam, buscando el prometido vasallaje a su rey Felipe II.No es poca aventura si tenemos en cuenta que los sangleyes chinos de Manila preparaban su venganza con una definitiva revuelta y que en el horizonte, al sol naciente, amenazaba además el emperador japonés Hideyoshi. Son, en definitiva, pocos españoles, mal avenidos y mal prevenidos, pero son audaces y aguerridos hasta el límite. Muerto su padre, siendo inútil la persecución de los asesinos y recuperación de la galera y los estandartes —para lo cual envía a su primo Fernando de Castro a Macao y Fou Zhou, quien regresa sin éxito alguno sobre el paradero de la galera y los asesinos— y sin rastro de ayuda portuguesa, Luis de la triste figura se embarca en la operación que no pudo realizar su padre: "Entre todos los planes ocupó un primer lugar la ayuda que se había de prestar al rey de Camboya, un país sumido entonces en guerras interminables. En efecto, durante todo el siglo XVI, como puso de relieve A. Cabaton, 'los reinos de Pegú, Arakán, Siam, Laos, Champá y Camboya no hicieron más que desgarrarse unos a otros, hasta que Siam se alzó con la hegemonía y se sumieron en honda decadencia Camboya y Laos", destaca Juan Gil en Conquistas prohibidas: españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI.El objetivo estaba claro: entrometerse en esa guerra del lado del rey camboyés, como ya quería su padre, e iniciar una campaña para ir obteniendo influencia en ese archipiélago indochino. Además, Hideyoshi no había cumplido su amenaza y la sombra japonesa se alejaba de Manila, las murallas fuertes de Intramuros se habían completado y debían proteger a la pequeña comunidad española ¿qué hacer si no completar una gran hazaña?Para más inri, ese rey de Camboya había confiado supuestamente a un fraile dominico, Silvestre, su deseo de abrazar la fe cristiana: trompetas de cristianización, hazañas y gloria en nombre de Cristo y el rey, el éxtasis para los conquistadores españoles del siglo XVI.Son, en definitiva, pocos españoles, mal avenidos y mal prevenidos, pero son audaces y aguerridos hasta el límitePero ¿de dónde había surgido todo el plan de Camboya que quería acometer Gómez Dasmariñas? Resulta que dos aventureros, Gregorio de Vargas, sanluqueño, y Blas Ruiz, de Ciudad Real, que serían claves en la empresa posterior, habían ido a parar al reino de Camboya después de varias peripecias; apresados en Macao por los portugueses, habían conseguido salir con un barco no sin escapar después de un ataque de chinos en Macao, reponerse en la isla de Ainao (Hainán) e invernar en Cochinchina. Allí, Ruiz y Vargas sufrieron el abordaje de unas galeras de la armada de este último país, que saquearon su junco a placer. "Treinta días después", tal y como narra Juan Gil, "la nave arribó a Champá. Sus infortunios por mar se recrudecieron al pisar tierra, pues el rey los metió en la cárcel y les infirió mil agravios. Al cabo de ocho meses de tribulaciones, los prisioneros, tras un primer intento fallido, se embarcaron en sendas navichuelas y, tras cuatro días de navegación, arribaron a la costa de Camboya".En Camboya conocen a un portugués, Diego Veloso, que lleva en el reino nueve años, y entre los tres maquinan y convencen al rey Aprán Lángara de que, para asegurar su posición frente a los enemigos de Siam, pida ayuda al gobernador de Filipinas. No hay Cracken, ni vivos-no muertos, ni maldiciones, pero es mejor que Piratas del Caribe.El gobernador de Filipinas no es otro que Gómez Dasmariñas, que acepta el plan de enfrentarse a Siam en favor de los camboyanos, pero que no le da tiempo a cumplir, después de que los chinos le abrieran la cabeza en la galera con destino a las Molucas. Así, en 1595 llega a Manila la embajada de Aprán Lángara que consiste en Diego Veloso, el portugués, y en donde el gobernador (interino) es ya Luis Pérez Dasmariñas hijo.A favor de la empresa está además de Veloso, Blas Ruiz, —el aventurero de Ciudad Real que recaló en Camboya— y a quienes se une, inesperadamente, el primo de Dasmariñas, Fernando de Castro, que había vuelto de Macao sin obtener ningún éxito en la persecución de los asesinos del antiguo gobernador. Todos están de acuerdo y así se lo exponen a Luis.Camboya espera la gesta de los españoles a fin de imponer un tutelaje en el reino, adelantándose unos cuantos siglos a la figura del protectoradoEn este punto cada lector se puede ir imaginando ya su propio reparto de actores para la película. De haberse filmado en los 40, Anthony Quinn podría haber interpretado indistintamente al portugués Diego Veloso, al camboyano Aprán Lángara o al español Luis Pérez Dasmariñas. Camboya espera la gesta de los españoles a fin de imponer una especie de tutelaje en el reino, adelantándose unos cuantos siglos a la figura del protectorado.Dasmariñas se entrega a la gesta y la hazaña y envía una expedición al mando del capitán Juan Juárez Gallinato, y "a escondidas salen más de doscientos hombres de Manila, más de los que hubiera querido el gobernador y menos de lo que hubieran querido los embajadores españoles de Camboya", según Gil. Es decir, demasiados hombres para dejar desguarnecida la que acabará siendo la perla de Oriente y demasiado pocos para enfrentarse a los de Siam. El gobernador, contando con la inestimable ayuda de los dominicos —auténtica institución en Filipinas aún cinco siglos después—, da por fin la orden de que se embarquen en 1596. Son tres juncos, capitaneados por Gallinato, Blas Ruiz y Pedro Sebil. Poco después de salir de Manila una tormenta dispersa a los tres navíos. Según lo cuenta Juan Gil: "La Capitana de Gallinato fue arrastrada hasta el estrecho de Singapur, donde se vio envuelta en la guerra en la que estaban enzarzados los reyes de Jor y de Sumatra, y tuvo que permanecer tres meses en Bintán (…) el junco de Blas Ruiz (Nuestra Señora del Rosario), tras pasar por la isla de Pulo Sisi y costear Champá, arribó el 25 de febrero (fiesta de San Matías) a la gigantesca barra del Mekong. Después, en ocho días de navegación, subió ochenta leguas río arriba hasta llegar a Churdemuc o Churdumuco (Phnom Penh), una ciudad que tenía entonces unos 20.000 hogares, todos construidos de madera. Allí permanecieron unos dos meses, esperando la llegada de los otros dos navíos que faltaban".Camboya espera la gesta de los españoles a fin de imponer una especie de tutelaje en el reino, adelantándose al protectoradoFaltaba la última, la de Pedro Sebil, que quedó varado en tierra y tras sofocar un motín consigue llegar a puerto camboyés para descubrir que ya no reina Aprán Lángara sino Acaparán Prabantul…Los españoles se reúnen por fin en Camboya pero las tornas han cambiado y no son ya bien vistos, al igual que su misión, después de incomodar a los chinos, con quienes tienen varios encontronazos, y de acudir a socorrer a un rey, Aprán Lángara, que ha sido destronado.En definitiva, los capitanes españoles, más el provincial de los dominicos, se quedan atrapados en la capital de Camboya, Sistor, con un rey, Acaparán, que no hace sino confabular contra ellos, una vez que su misión original carece de sentido. Aunque el propio Juan Gil reconoce que los pormenores finales no están del todo claros, lo que parece que acontece es lo siguiente: "Los castillas debieron de enterarse de que el rey se disponía a condenarlos a muerte (la pena consistía en freírlos en aceite de coco) si seguían negándose a dar plena satisfacción a los chinos. Los españoles se reunieron en junta. Dándose ya por perdidos y dispuestos a vender caras sus vidas, acordaron entrar en la ciudad y asaltar el palacio, con el propósito de tomar como rehén al rey o algún miembro de la familia real".El ataque de los españolesSe inicia el ataque los españoles: prenden fuego al palacio real y no consiguen ningún rehén, pero sí que se les eche encima a toda la masa de los camboyanos. Podría ser una escena de la Noche Triste de Hernán Cortés en Tenochitlán o si acaso, el mismo final imaginado por Rudyard Kipling en El hombre que pudo reinar, reflejo casi milimétrico de lo acontecido al extremeño con Moctezuma.El caso es que los españoles tiene que salir de Sintor como sea y así lo hacen intentado alcanzar el Mekong para embarcar y regresar, con mucha suerte, a Manila: "Las cuarenta horas que tardaron los españoles en cubrir las nueve leguas que los separaban de Churdemuc se hicieron interminables. El escuadrón, muerto de hambre y sed, se replegaba trabajosamente, mientras las fuerzas de Camboya no cejaban en su acoso, aprovechando los lugares estratégicos para hostigar su marcha. Dificultosísimo de salvar fue un río vadeable, el último obstáculo. Los españoles, que asentaron el campo a su orilla a las cuatro o las cinco de la tarde, aprovecharon ese respiro para comer un poco de arroz cocido; después, aguardaron a medianoche para cruzarlo, como lo hicieron, con el agua al pecho, 'la pólvora sobre las cabezas, por que no se mojase' y peleando y arcabuceando tanto en el frente como en la retaguardia. Entre el reconocimiento previo, los primeros titubeos y el avance final, su paso se prolongó durante casi una hora. Por fin, poco antes de romper la aurora, la pequeña tropa alcanzó 'el río grande' ( el Mekong) e, instalada ya a bordo de los juncos, pudo respirar tranquila", señala Juan Gil en Conquistas prohibidas: españoles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI."El escuadrón, muerto de hambre y sed, se replegaba trabajosamente, mientras las fuerzas de Camboya no cejaban en su acoso"En el camino de vuelta a Manila, la flotilla, después de haber intentado en vano abastecerse de provisiones en Milon (Vin Longh) y Pratarpan (Prah Trepang), tocó en Champá, donde Blas Ruiz (otrora cautivo de aquel rey) tomó por la fuerza los víveres que no le quisieron vender los naturales. Lo más increíble de todo es que las naves arribaron a Cochinchina (Annam), y tras haber recibido seguro del rey, fondearon el 15 de julio en el puerto de Cachán (Tourane), cerca del cual se divisó, varada en la arena y robada, nada menos que la galera en la que don Gómez Pérez Dasmariñas había recibido muerte por parte de los chinos tres años antes, la galera que no había encontrado antes su hijo.Los españoles supieron además después que el rey Acaparán había muerto en la batalla del palacio y que se había restituido la línea de su valedor, Aprán Lángara, en la figura de Prauncar, pero la misión ya había fracasado. Aún retornaron a Camboya Blas Ruiz y Veloso con la nueva línea dinástica, donde fueron nombrados generales y esperando hacer realidad los planes antiguo, pero finalmente fueron vencidos por el Siam y asesinados todos incluidos Ruiz y Veloso. Mientras tanto, Luis Pérez Dasmariñas que había tenido que ceder el puesto de gobernador a Francisco Tello se encontraría unos años después con la revuelta en Manila de los sangleyes, en la que pereció al igual que su padre a manos de los chinos, sin llegar a conocer el definitivo triunfo español. Camboya nunca juraría vasallaje a la corona española, mientras que Filipinas se mantendría durante tres siglos más.