La lista es mía
Las dos personas normales coinciden en un banco cualquiera de una calle normal, no muy lejos de su zona habitual. La primera persona normal está sentada, absorta en una pequeña libreta en la que, de vez en cuando, va anotando algo. La segunda persona normal, que estaba de paseo, se acerca. —Eh. La primera persona normal sigue a lo suyo y hace una nueva anotación. La segunda persona insiste: —¡Eh! —Ah, hola. —La primera persona alza la vista—. ¿Qué haces? —Caminar. ¿Y tú? —Yo no. —Ya. Pero ¿qué haces? Algo estarás haciendo. La primera persona normal se resigna a dejar de escribir, cierra la libreta y dice: —Listas. —¿Cómo que listas? —Listas. Como acaba el nuevo año... —¿El nuevo? —El viejo, vamos. Y entra el nuevo. Hago listas. —Listas, ¿de qué? —De todo. De series, de películas, de discos. —Pero ¿para qué? —Pues, como acaba el nuevo año, pues para tenerlas. —Pero ¿te las ha pedido alguien? —¿A mí? No. ¿Y qué? —¿Entonces? —Como acaba el nuevo año... —Ya, ya, pero las listas se hacen si te las piden, ¿no? Para la tele, para el periódico, para internet... Las listas son si eres famoso, para que los normales sepan lo que piensan los famosos. O para los críticos, que les ponen estrellitas a todo. Pero tú... —¿Yo qué? —No, nada. —Si quiero hacer una lista, podré hacer una lista, ¿no? Y, si quiero hacerme cuatro, pues lo mismo. —Sí, sí. —A ver si voy a tener que pedir permiso ahora para poner aquí lo que me dé la gana. —Agita la libreta con vehemencia—. Como si no tuviera yo bien claro lo que me gusta. —¿Y qué has puesto en película? —‘Batman’. —¿Qué ‘Batman’? —La que sea. —¿Cómo que la que sea? —La que hayan hecho, seguro que han hecho una. ¿No hacen una todos los años? —Yo creo que no. —Pues yo creo que sí. —Pero sólo puedes votarla si la has visto. —Pues muy bien. La segunda persona normal no sabe cómo seguir (lo de las listas, al fin y al cabo, es algo muy personal). Se rasca la cabeza y dice: —¿Y en española? —La de ETA. —Pero ¿tú la has visto? —Pues la de la niña que mata su madre. —¿La niña mata a la madre? —La madre mata a la niña. —Pero ¿esa existe? —Yo creo que sí. —Entonces, ¿no la has visto? —No, claro. Si yo no voy al cine. Tampoco he visto la otra, ni la de Batman. Pero me gusta Batman de siempre, y como la lista es mía... —Ah, claro. Y en canciones ¿qué has puesto? —Una de los Beatles. —¿Cuál? —La del submarino. —¿Y española ninguna? —Esa es otra lista. —Y esa lista, ¿la has hecho? —Sí. —¿Y? —Pues estoy mitad, mitad entre la del burrito sabanero y la del amor de una mujer. —Pero ¿esas son nuevas? —Para mí, sí. La primera persona normal anota algo. La segunda persona normal trata de descifrar qué. Por fin dice: —¿Sabes cuál me gusta a mí? —Pues no. Pero, si quieres decir lo que te gusta, te haces una lista tú. —Ya, pero no tengo bolígrafo. —Te dejo yo este. —Ya, pero no tengo papel. —Pues te dejo espacio aquí. —Ya, pero, entonces, es tu lista. —Ah, ya, es verdad. Tienes razón. No me había dado cuenta. —Pues, entonces, no. Las dos personas normales se quedan un rato en silencio; la primera, dedicada a su cuaderno; la segunda, mirando a la primera. —¿Qué apuntas ahora? —Estoy con las series. —Y ¿cuál pones? —‘Fortunata y Jacinta’. Y la de ‘Falcon Crest’. —Y ¿‘El coche fantástico’? —Esa se ha caído. —Y ¿la de ‘Verano azul’? —La segunda temporada, que es cuando coge carrerilla. —Pero ¿hay dos temporadas de ‘Verano azul’? —Yo creo que sí, la de Chanquete y la otra. —Y ¿cuál es la otra? —No sé. Piensa. La segunda persona normal medita con fruición, pero, aunque a su cabeza acuden imágenes de todo tipo y en la mayoría no sale Chanquete, le resulta imposible identificarlas con la segunda temporada de «Verano azul». —Pues dices tú, pero menos mal que no has dicho nada de libros. —Ya, eso sí. —Porque libros no habrás puesto ninguno... —No, no. Ni se me ocurre. —Aunque tú, como pones lo que te da la gana, tampoco es que tengas que leértelos. —No, ya, pero prefiero ni apuntarlos. Por si acaso. —Mejor ni pensar en ellos. —Empiezas apuntando libros y acabas en un concurso de la tele. —Por eso te lo decía. —Lo que he apuntado es un tebeo. ¿A que no sabes cuál? —¿Lo adivino? —Adivina, venga. —¿Mortadelo? —Toma, claro. Y Filemón.
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La lista es mía
Las dos personas normales coinciden en un banco cualquiera de una calle normal, no muy lejos de su zona habitual. La primera persona normal está sentada, absorta en una pequeña libreta en la que, de vez en cuando, va anotando algo. La segunda persona normal, que estaba de paseo, se acerca. —Eh. La primera persona normal sigue a lo suyo y hace una nueva anotación. La segunda persona insiste: —¡Eh! —Ah, hola. —La primera persona alza la vista—. ¿Qué haces? —Caminar. ¿Y tú? —Yo no. —Ya. Pero ¿qué haces? Algo estarás haciendo. La primera persona normal se resigna a dejar de escribir, cierra la libreta y dice: —Listas. —¿Cómo que listas? —Listas. Como acaba el nuevo año... —¿El nuevo? —El viejo, vamos. Y entra el nuevo. Hago listas. —Listas, ¿de qué? —De todo. De series, de películas, de discos. —Pero ¿para qué? —Pues, como acaba el nuevo año, pues para tenerlas. —Pero ¿te las ha pedido alguien? —¿A mí? No. ¿Y qué? —¿Entonces? —Como acaba el nuevo año... —Ya, ya, pero las listas se hacen si te las piden, ¿no? Para la tele, para el periódico, para internet... Las listas son si eres famoso, para que los normales sepan lo que piensan los famosos. O para los críticos, que les ponen estrellitas a todo. Pero tú... —¿Yo qué? —No, nada. —Si quiero hacer una lista, podré hacer una lista, ¿no? Y, si quiero hacerme cuatro, pues lo mismo. —Sí, sí. —A ver si voy a tener que pedir permiso ahora para poner aquí lo que me dé la gana. —Agita la libreta con vehemencia—. Como si no tuviera yo bien claro lo que me gusta. —¿Y qué has puesto en película? —‘Batman’. —¿Qué ‘Batman’? —La que sea. —¿Cómo que la que sea? —La que hayan hecho, seguro que han hecho una. ¿No hacen una todos los años? —Yo creo que no. —Pues yo creo que sí. —Pero sólo puedes votarla si la has visto. —Pues muy bien. La segunda persona normal no sabe cómo seguir (lo de las listas, al fin y al cabo, es algo muy personal). Se rasca la cabeza y dice: —¿Y en española? —La de ETA. —Pero ¿tú la has visto? —Pues la de la niña que mata su madre. —¿La niña mata a la madre? —La madre mata a la niña. —Pero ¿esa existe? —Yo creo que sí. —Entonces, ¿no la has visto? —No, claro. Si yo no voy al cine. Tampoco he visto la otra, ni la de Batman. Pero me gusta Batman de siempre, y como la lista es mía... —Ah, claro. Y en canciones ¿qué has puesto? —Una de los Beatles. —¿Cuál? —La del submarino. —¿Y española ninguna? —Esa es otra lista. —Y esa lista, ¿la has hecho? —Sí. —¿Y? —Pues estoy mitad, mitad entre la del burrito sabanero y la del amor de una mujer. —Pero ¿esas son nuevas? —Para mí, sí. La primera persona normal anota algo. La segunda persona normal trata de descifrar qué. Por fin dice: —¿Sabes cuál me gusta a mí? —Pues no. Pero, si quieres decir lo que te gusta, te haces una lista tú. —Ya, pero no tengo bolígrafo. —Te dejo yo este. —Ya, pero no tengo papel. —Pues te dejo espacio aquí. —Ya, pero, entonces, es tu lista. —Ah, ya, es verdad. Tienes razón. No me había dado cuenta. —Pues, entonces, no. Las dos personas normales se quedan un rato en silencio; la primera, dedicada a su cuaderno; la segunda, mirando a la primera. —¿Qué apuntas ahora? —Estoy con las series. —Y ¿cuál pones? —‘Fortunata y Jacinta’. Y la de ‘Falcon Crest’. —Y ¿‘El coche fantástico’? —Esa se ha caído. —Y ¿la de ‘Verano azul’? —La segunda temporada, que es cuando coge carrerilla. —Pero ¿hay dos temporadas de ‘Verano azul’? —Yo creo que sí, la de Chanquete y la otra. —Y ¿cuál es la otra? —No sé. Piensa. La segunda persona normal medita con fruición, pero, aunque a su cabeza acuden imágenes de todo tipo y en la mayoría no sale Chanquete, le resulta imposible identificarlas con la segunda temporada de «Verano azul». —Pues dices tú, pero menos mal que no has dicho nada de libros. —Ya, eso sí. —Porque libros no habrás puesto ninguno... —No, no. Ni se me ocurre. —Aunque tú, como pones lo que te da la gana, tampoco es que tengas que leértelos. —No, ya, pero prefiero ni apuntarlos. Por si acaso. —Mejor ni pensar en ellos. —Empiezas apuntando libros y acabas en un concurso de la tele. —Por eso te lo decía. —Lo que he apuntado es un tebeo. ¿A que no sabes cuál? —¿Lo adivino? —Adivina, venga. —¿Mortadelo? —Toma, claro. Y Filemón.