Chiara, la italiana que fue a Catarroja en busca de paz y se encontró tragedia
«¿Vienes de dentro?» Es la frase que utilizan los habitantes de Valencia capital para referirse a los que han pasado por la zona cero de la DANA . A estos últimos se les distingue porque el barro les llega hasta las orejas y sus rostros muestran una mezcla de infinita satisfacción y cansancio agotador. Nada que ver con la gran urbe, absolutamente funcional, con cafeterías abarrotadas y con mareas de niños que van y vienen del colegio. Una realidad impactante, pues solo unas calles más abajo, tras el Turia , al otro lado del muro, habita el caos. Un caos en el que está sumida la localidad de Catarroja , la última de la lista de todas aquellas que forman el extrarradio del sur de Valencia . Allí, como en Masanasa, la ayuda militar no llegó hasta el pasado lunes, por lo que los estragos del agua son más que palpables. Incluso la UME (Unidad Militar de Emergencias) se quedó a cuadros cuando desembarcó sobre el terreno ayer. «Nos han dicho que hacía falta material, pero lo que realmente hace falta es maquinaria pesada», aseguraba una de sus patrullas antes de dar media vuelta y perderse en el horizonte. Al soldado no le faltaba razón, ya que Catarroja , salvo su arteria principal está repleta de basura, húmeda y maloliente. Ni siquiera se puede transitar con normalidad por unas calles que están divididas en dos por una muralla de escombros que alcanza los dos metros de altura. Ni los cigarrillos se libran del lodo, el fumador inhala en cada calada tanto barro como nicotina. Una situación asfixiante, tenebrosa, pero que ha sido el epicentro de todo lo que puede hacer el ser humano, tanto lo bueno como lo malo. De entre esas montañas de desechos, en la calle Málaga, aparece Chiara Tosti, italiana, antropóloga que vive en Valencia desde hace dos meses. Apura un cigarrillo y charla con Miguel , su vecino, que tiene los ojos llorosos y con el que solo hace falta cruzar un par de palabras para darse cuenta de que es una gran persona, con corazón. Se conocieron tras las riadas del martes. Chiara había perdido su casa, estaba en plena calle llorando y Miguel , con un gesto, le dijo que se acercara a su portal. Ambos estaban rotos y dos desconocidos se fundieron en un largo abrazo. Él descorchó una botella de vino aunque eran las diez de la mañana. «¿No es un poco pronto para beber?», dijo Chiara. «Hoy no tenemos hora para empezar a beber», contestó Miguel. El trago estaba justificado. Chiara ya había vivido en España . De hecho, su marido Francisco y ella tuvieron a su primer hijo en Madrid hace siete años. Pero la vida da muchas vueltas y acabaron mudándose a Italia, concretamente a Paciano, en el centro del país. Un día a día próspero pero caótico que, hace cuatro meses, les empujó a buscar un lugar más tranquilo. Una amiga la llamó y le dijo que su madre tenía una casa en Catarroja. «Cuando vi las fotos ni siquiera me gustó, pero desde el principio tuve atracción por el pueblo. Es como si todo estuviese escrito», reconoce la italiana a ABC mientras asegura que ha rechazado todas las entrevistas hasta la fecha, sobre todo a medios italianos. Catarroja era el destino y llegaron al pueblo en agosto. Un inicio feliz que se truncó la pasada semana, cuando la DANA arrasó su casa y prácticamente todas las pertenencias de la familia. «El día estaba raro. El cielo no se movía y tampoco se veían pájaros. Nosotros pensábamos dar un paseo después de que el niño hiciese los deberes, pero le dije a mi marido que mejor nos quedábamos. Poco después me llamó mi casera gritando para que subiésemos a la vivienda de su primo, que vivía enfrente de la nuestra». Una decisión que pudo salvarles la vida, pues unas horas después llegó el horror en forma de torrente de agua. Su residencia , un bajo, quedó arrasado. «Dormimos con los vecinos. No me quito de la cabeza el ruido del agua pasando por la calle. Pero lo peor fue al día siguiente, cuando pudimos volver a nuestro hogar. Entré en mi despacho y, cuando vi mi ordenador, mis vestidos... me desmoroné», narra. Al menos, tenía todas las ayudas que le llegaban desde Italia (el alcalde de su pueblo natal la llamó para hacerle una transferencia y mandarle ropa para su pequeño) y la casa de sus vecinos. Una convivencia que terminó en la tarde de ayer. Chiara , sin malas palabras hacia los que la acogieron en una de las noches más duras de su vida, narra lo ocurrido. «Notábamos que estaban un poco incómodos y, entonces, mi casera me llamó y dijo que le habían comentado entre líneas que ya sobrábamos». El golpe fue duro. De repente, Chiara y su familia se encontraban sin techo en una ciudad asolada por el miedo y la desesperación. Además, todos los que han pasado por la zona cero saben que, cuando el sol se va, los peligros aumentan exponencialmente. Pero parece que en el sur de Valencia , aun con todo lo sufrido, siempre hay motivos para sonreír. Cuando la angustia estaba a punto de superarla, sus vecinos la llamaron asegurándole que habían encontrado una nueva vivienda en Buñol , al este de Valencia . «Estamos encantados, es lejos, pero me da igual. Hasta que nos recuperemos, nos han dicho que no tenemos que pagar. Aunque mi intención es volver aquí, a Catarroja. Quiero vivir aquí con mi marido y mi hijo».
abc.es
Chiara, la italiana que fue a Catarroja en busca de paz y se encontró tragedia
«¿Vienes de dentro?» Es la frase que utilizan los habitantes de Valencia capital para referirse a los que han pasado por la zona cero de la DANA . A estos últimos se les distingue porque el barro les llega hasta las orejas y sus rostros muestran una mezcla de infinita satisfacción y cansancio agotador. Nada que ver con la gran urbe, absolutamente funcional, con cafeterías abarrotadas y con mareas de niños que van y vienen del colegio. Una realidad impactante, pues solo unas calles más abajo, tras el Turia , al otro lado del muro, habita el caos. Un caos en el que está sumida la localidad de Catarroja , la última de la lista de todas aquellas que forman el extrarradio del sur de Valencia . Allí, como en Masanasa, la ayuda militar no llegó hasta el pasado lunes, por lo que los estragos del agua son más que palpables. Incluso la UME (Unidad Militar de Emergencias) se quedó a cuadros cuando desembarcó sobre el terreno ayer. «Nos han dicho que hacía falta material, pero lo que realmente hace falta es maquinaria pesada», aseguraba una de sus patrullas antes de dar media vuelta y perderse en el horizonte. Al soldado no le faltaba razón, ya que Catarroja , salvo su arteria principal está repleta de basura, húmeda y maloliente. Ni siquiera se puede transitar con normalidad por unas calles que están divididas en dos por una muralla de escombros que alcanza los dos metros de altura. Ni los cigarrillos se libran del lodo, el fumador inhala en cada calada tanto barro como nicotina. Una situación asfixiante, tenebrosa, pero que ha sido el epicentro de todo lo que puede hacer el ser humano, tanto lo bueno como lo malo. De entre esas montañas de desechos, en la calle Málaga, aparece Chiara Tosti, italiana, antropóloga que vive en Valencia desde hace dos meses. Apura un cigarrillo y charla con Miguel , su vecino, que tiene los ojos llorosos y con el que solo hace falta cruzar un par de palabras para darse cuenta de que es una gran persona, con corazón. Se conocieron tras las riadas del martes. Chiara había perdido su casa, estaba en plena calle llorando y Miguel , con un gesto, le dijo que se acercara a su portal. Ambos estaban rotos y dos desconocidos se fundieron en un largo abrazo. Él descorchó una botella de vino aunque eran las diez de la mañana. «¿No es un poco pronto para beber?», dijo Chiara. «Hoy no tenemos hora para empezar a beber», contestó Miguel. El trago estaba justificado. Chiara ya había vivido en España . De hecho, su marido Francisco y ella tuvieron a su primer hijo en Madrid hace siete años. Pero la vida da muchas vueltas y acabaron mudándose a Italia, concretamente a Paciano, en el centro del país. Un día a día próspero pero caótico que, hace cuatro meses, les empujó a buscar un lugar más tranquilo. Una amiga la llamó y le dijo que su madre tenía una casa en Catarroja. «Cuando vi las fotos ni siquiera me gustó, pero desde el principio tuve atracción por el pueblo. Es como si todo estuviese escrito», reconoce la italiana a ABC mientras asegura que ha rechazado todas las entrevistas hasta la fecha, sobre todo a medios italianos. Catarroja era el destino y llegaron al pueblo en agosto. Un inicio feliz que se truncó la pasada semana, cuando la DANA arrasó su casa y prácticamente todas las pertenencias de la familia. «El día estaba raro. El cielo no se movía y tampoco se veían pájaros. Nosotros pensábamos dar un paseo después de que el niño hiciese los deberes, pero le dije a mi marido que mejor nos quedábamos. Poco después me llamó mi casera gritando para que subiésemos a la vivienda de su primo, que vivía enfrente de la nuestra». Una decisión que pudo salvarles la vida, pues unas horas después llegó el horror en forma de torrente de agua. Su residencia , un bajo, quedó arrasado. «Dormimos con los vecinos. No me quito de la cabeza el ruido del agua pasando por la calle. Pero lo peor fue al día siguiente, cuando pudimos volver a nuestro hogar. Entré en mi despacho y, cuando vi mi ordenador, mis vestidos... me desmoroné», narra. Al menos, tenía todas las ayudas que le llegaban desde Italia (el alcalde de su pueblo natal la llamó para hacerle una transferencia y mandarle ropa para su pequeño) y la casa de sus vecinos. Una convivencia que terminó en la tarde de ayer. Chiara , sin malas palabras hacia los que la acogieron en una de las noches más duras de su vida, narra lo ocurrido. «Notábamos que estaban un poco incómodos y, entonces, mi casera me llamó y dijo que le habían comentado entre líneas que ya sobrábamos». El golpe fue duro. De repente, Chiara y su familia se encontraban sin techo en una ciudad asolada por el miedo y la desesperación. Además, todos los que han pasado por la zona cero saben que, cuando el sol se va, los peligros aumentan exponencialmente. Pero parece que en el sur de Valencia , aun con todo lo sufrido, siempre hay motivos para sonreír. Cuando la angustia estaba a punto de superarla, sus vecinos la llamaron asegurándole que habían encontrado una nueva vivienda en Buñol , al este de Valencia . «Estamos encantados, es lejos, pero me da igual. Hasta que nos recuperemos, nos han dicho que no tenemos que pagar. Aunque mi intención es volver aquí, a Catarroja. Quiero vivir aquí con mi marido y mi hijo».