Málaga recupera el pulso un día después de evitar el caos: "Ni tan mal para el agua que cayó"
Un empleado de la empresa municipal de limpieza se afanaba en retirar el barro amontonado en la entrada de uno de los pasos peatonales del túnel de la Alcazaba de Málaga. Lo recogía con una pala y lo volcaba en un capazo que después vaciaba en un vehículo. Explica que lleva desde primera hora de la mañana limpiando el fango y los restos arrastrados por la fuerte lluvia que este miércoles convirtió el Centro de la ciudad en un parque acuático. Con calles que parecían ríos y espacios completamente inundadas. "Ni tan mal para el agua que cayó", comenta mientras señala las zonas aledañas. Reina la normalidad. La mayoría de los comercios con sus puertas abiertas o a punto de hacerlo, los abuelos ejerciendo de canguros en el segundo día sin clases por la DANA y con los guiris almorzando tranquilamente. El sol se asoma en el cielo y sobra la sudadera. Málaga recupera el pulso tras esquivar el caos.
Los primeros que han comenzado a reanimar el Centro han sido los comerciantes, que pasadas las 8:00 llegaban a sus negocios equipados con escobas, fregonas y cubos. En la entrada de Pistachos y Azafrán, una cafetería ubicada en el número 20 de la calle Victoria, un turista pregunta a los empleados si van a abrir. Laura y Andrea, detrás del mostrador, le piden que regrese más tarde. Aún les queda algo por limpiar, aunque precisan que "lo haremos en breve".
"Había mucho que limpiar", comentan, mientras terminan de acicalar un expositor en el que se encuentran sugerentemente alineadas tartas y otras delicias. "Nos ha entrado agua y barro, pero lo peor es que ha dañado el parqué y se ha estropeado mercancía porque saltó la luz y se apagaron las neveras", apuntan, antes de ofrecer una sonrisa por respuesta cuando deslizan que ahora tocará pelearse con la aseguradora.
En el otro extremo, próximo al Jardín de los Monos, se encuentra la tienda de Noé Villaverde: Boster Bio. Mientras terminan de adecentar su interior, confiesa que "no sabía lo que me iba a encontrar". Como muchos malagueños, el miércoles recibió videos que mostraban la calle convertida en un río caudaloso, y se temía lo peor a pesar de que el día antes había colocado una tabla para impedir la entrada de la lluvia. Pero no lo logró del todo.
La corriente "movió un contenedor y provocó que una parte del agua se canalizara hasta aquí", relata a El Confidencial, a quien matiza que los daños han sido mínimos porque no dejaron productos en las estanterías inferiores.
"Agua y barro, nada que no se pueda arreglar con un cubo y una fregona", apunta con un optimismo que también exhibe Inés, cuya empresa de gestión de apartamentos vacacionales se encuentra muy cerca. "No ha sido catastrófico", manifiesta sobre los daños sufridos. Otra cosa es la intranquilidad de los turistas que tenían previsto viajar a la ciudad. Cuenta que en las últimas horas había recibido mensajes de clientes que tenían reservas hechas y le preguntaban por la situación y si les recomendaba viajar.
Inés, al igual que otros comerciantes, vivió en directo la entrada del agua en su negocio. Y no es porque estuviese allí, sino por las cámaras de seguridad. Le pasó lo mismo a Rafael, propietario de una óptica en la calle Álamos que en un trastero esconde su otra gran pasión: la pintura. Este jueves evaluaba los daños sufridos por algunos lienzos.
Mientras enseña las imágenes con la lluvia por encima de un palmo de altura, se pregunta cómo las obras que tuvieron la calle abierta en canal no se han ejecutado para evitar una inundación. Y criticó que la "poca" limpieza del sistema de alcantarillado propició que se generaran balsas. "Llegó un señor, levantó tres alcantarillas y se chuparon toda el agua en 30 segundos".
Ahora toca analizar las pérdidas. Por lo pronto, los ordenadores estaban inutilizados; y el sistema eléctrico, tenía que ser revisado para evitar percances. Además, el contenido de los cajones inferiores estaba para tirar.
En una situación parecida estaban los residentes y comerciantes de la calle Carretería, otra de las arterias de la zona Centro que acabó inundada. Helena Conde, escoba y cubo en mano, trata de retirar el fango acumulado en la entrada de su peluquería, al mismo tiempo que se queja de que "he llamado al Ayuntamiento" para explicarles cómo se encontraba la calle y porque "huele mal".
Lo cierto es que la que aún visibiliza la huella de una DANA, con barro de acera a acera y gente que pasado el mediodía sigue trabajando para retomar la normalidad. A las puertas de los restaurantes se apilan las sillas y las mesas, mientras los empleados sacan el barro y el agua de su interior, en una escena que tristemente se ha vuelto rutinaria.
Esa ansiada normalidad, extrañamente, se ha alcanzado en la entrada de la avenida de Andalucía. El punto que protagonizó algunos de los vídeos más espectaculares por su gran balsa de lluvia acumulada estaba completamente repuesto. Diana, empleada de la cafetería Aroma Café, que han abierto como un día cualquiera —eso sí, "con una hora de retraso"—, pero que apenas hay rastro del drama que se cernió ayer sobre esa zona. "He visto que en algunos garajes estaban achicando agua, pero nosotros no hemos tenido problemas. Retirar unas cañas arrastradas, y poco más". En la terraza exterior, dos extranjeros brindan con una cerveza kilométrica. A su lado, otros saborean un café. Mágala. La vida continúa.