La Reina de Todos los Santos y la Virgen del Amparo, la excelencia de las Glorias de Sevilla
En un contexto donde el mundo de las cofradías –y tantos otros ámbitos– se ve con frecuencia sobredimensionado , donde lo extraordinario a menudo eclipsa lo cotidiano, la procesión de la Reina de Todos los Santos y la Virgen del Amparo ha llegado para poner todo en su lugar . Ambas lo hacen a su manera, con estilos y personalidades propios, una popular de barrio y otra con una elegancia impecable, pero comparten un sentido de mesura que recuerda la importancia de lo esencial y lo tradicional. Este año el calendario quiso que coincidieran nuevamente. Hacía falta una tarde así para los cofrades de la ciudad: una tarde de esencia sevillana, donde el público disfrutara plenamente de las cofradías, rodeado de personas que, en medio de las bullas, saben caminar de espaldas, ayudarse unos a otros y encontrar el rincón perfecto para apreciar la procesión. Fue un recorrido desde el barrio de la Feria hasta la Magdalena , con amigos y familias preguntando por el paradero de cada paso, con saber estar y una gran naturalidad, sin necesidad de tanto protocolo. Esa es la Sevilla que parecía perdida, pero que aún vive en hermandades tan antiguas como estas, que conservan intacto su sello auténtico. Encima para mayor gloria, nunca mejor dicho, en el día del Patrocinio de la Virgen, Francisco Román, párroco de la Magdalena, durante la función principal de instituto , proclamó el inicio de los trámites de la coronación de la Virgen del Amparo , una de las grandes hermandades en mayúsculas y, en Santa Marina, se vio una salida de la Reina de Todos los Santos, otra talla que si estuviera coronada lo merecía con creces, salió desde el templo de Santa Marina para, regresar durante unos instantes por su casa, Omnium Sanctorum, templo aún en obras de rehabilitación. Nadie quería perderse el histórico momento de la salida de la Reina de Todos los Santos desde Santa Marina . Pasarán los años, y será uno de esos recuerdos imborrables para la hermandad. En el interior, la banda de Tejera interpretaba «Aurora de Santa Marina», mientras que, en el exterior, una Plaza de la Resurrección abarrotada de público inmortalizaba la escena en plena caída de la tarde. San Luis abajo seguía la procesión hasta la plaza del Pumarejo para girar a Relator. Durante todo el trayecto no cesaron las piezas musicales dedicadas a la Macarena, incluida en la calle Amargura, la frontera para ver de nuevo, aunque fuera durante unos minutos, para ver a la Reina de Todos los Santos por su barrio, por el mercado, su parroquia y la calle Feria. Ahí, en el instante de estar el paso en su sede canónica, continúo sin bajar hasta la capilla de Montesión, titánico esfuerzo de los costaleros incluso superaron el obstáculo de una luz recién puesta de Navidad de la Cruz Verde y que, gracias a la familia Santizo no hubo mayor problema. Ahí, Tejera lo dio todo para interpretar la marcha 'El Calvario de un artista ', una obra musical de unos 18 minutos, fechada en 1928, de Manuel López Farfán y en la que el autor une varios fragmentos de sus piezas. La compuso cuando estaba al frente de la banda de Soria 9 y, como el título bien indica, la hizo en una etapa complicada de su vida. Mientras tanto, en la Magdalena, la Virgen del Amparo recorría su barrio y el entorno del Museo con la sobriedad, elegancia y categoría que la caracterizan, en un día significativo para su historia. Salió a la calle con la certeza de que, en un futuro no tan lejano, esta imagen será coronada, haciendo de alguna manera, justicia a hermandades con varios siglos a sus espaldas. Cuánta exquisitez en una procesión con una bulla auténtica, más propia de la Semana Santa. Sevilla necesitaba un día así. Impecable el repertorio del Carmen de Salteras, acompañando a una de las joyas, no solo de las hermandades de Gloria, sino de todas las hermandades en general. Este tipo de hermandades son parte fundamental de la identidad de la ciudad. La procesión, en sus últimos compases, transitó por el andén de la Magdalena, todo un clásico para, seguidamente, visitar a la hermandad de Montserrat. A las nueve y media de la noche todo concluía, poniendo un año más el broche de oro de las Glorias como siempre ha sido y será, aunque todavía queden hermandades de esta tipología aún por salir.
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La Reina de Todos los Santos y la Virgen del Amparo, la excelencia de las Glorias de Sevilla
En un contexto donde el mundo de las cofradías –y tantos otros ámbitos– se ve con frecuencia sobredimensionado , donde lo extraordinario a menudo eclipsa lo cotidiano, la procesión de la Reina de Todos los Santos y la Virgen del Amparo ha llegado para poner todo en su lugar . Ambas lo hacen a su manera, con estilos y personalidades propios, una popular de barrio y otra con una elegancia impecable, pero comparten un sentido de mesura que recuerda la importancia de lo esencial y lo tradicional. Este año el calendario quiso que coincidieran nuevamente. Hacía falta una tarde así para los cofrades de la ciudad: una tarde de esencia sevillana, donde el público disfrutara plenamente de las cofradías, rodeado de personas que, en medio de las bullas, saben caminar de espaldas, ayudarse unos a otros y encontrar el rincón perfecto para apreciar la procesión. Fue un recorrido desde el barrio de la Feria hasta la Magdalena , con amigos y familias preguntando por el paradero de cada paso, con saber estar y una gran naturalidad, sin necesidad de tanto protocolo. Esa es la Sevilla que parecía perdida, pero que aún vive en hermandades tan antiguas como estas, que conservan intacto su sello auténtico. Encima para mayor gloria, nunca mejor dicho, en el día del Patrocinio de la Virgen, Francisco Román, párroco de la Magdalena, durante la función principal de instituto , proclamó el inicio de los trámites de la coronación de la Virgen del Amparo , una de las grandes hermandades en mayúsculas y, en Santa Marina, se vio una salida de la Reina de Todos los Santos, otra talla que si estuviera coronada lo merecía con creces, salió desde el templo de Santa Marina para, regresar durante unos instantes por su casa, Omnium Sanctorum, templo aún en obras de rehabilitación. Nadie quería perderse el histórico momento de la salida de la Reina de Todos los Santos desde Santa Marina . Pasarán los años, y será uno de esos recuerdos imborrables para la hermandad. En el interior, la banda de Tejera interpretaba «Aurora de Santa Marina», mientras que, en el exterior, una Plaza de la Resurrección abarrotada de público inmortalizaba la escena en plena caída de la tarde. San Luis abajo seguía la procesión hasta la plaza del Pumarejo para girar a Relator. Durante todo el trayecto no cesaron las piezas musicales dedicadas a la Macarena, incluida en la calle Amargura, la frontera para ver de nuevo, aunque fuera durante unos minutos, para ver a la Reina de Todos los Santos por su barrio, por el mercado, su parroquia y la calle Feria. Ahí, en el instante de estar el paso en su sede canónica, continúo sin bajar hasta la capilla de Montesión, titánico esfuerzo de los costaleros incluso superaron el obstáculo de una luz recién puesta de Navidad de la Cruz Verde y que, gracias a la familia Santizo no hubo mayor problema. Ahí, Tejera lo dio todo para interpretar la marcha 'El Calvario de un artista ', una obra musical de unos 18 minutos, fechada en 1928, de Manuel López Farfán y en la que el autor une varios fragmentos de sus piezas. La compuso cuando estaba al frente de la banda de Soria 9 y, como el título bien indica, la hizo en una etapa complicada de su vida. Mientras tanto, en la Magdalena, la Virgen del Amparo recorría su barrio y el entorno del Museo con la sobriedad, elegancia y categoría que la caracterizan, en un día significativo para su historia. Salió a la calle con la certeza de que, en un futuro no tan lejano, esta imagen será coronada, haciendo de alguna manera, justicia a hermandades con varios siglos a sus espaldas. Cuánta exquisitez en una procesión con una bulla auténtica, más propia de la Semana Santa. Sevilla necesitaba un día así. Impecable el repertorio del Carmen de Salteras, acompañando a una de las joyas, no solo de las hermandades de Gloria, sino de todas las hermandades en general. Este tipo de hermandades son parte fundamental de la identidad de la ciudad. La procesión, en sus últimos compases, transitó por el andén de la Magdalena, todo un clásico para, seguidamente, visitar a la hermandad de Montserrat. A las nueve y media de la noche todo concluía, poniendo un año más el broche de oro de las Glorias como siempre ha sido y será, aunque todavía queden hermandades de esta tipología aún por salir.