Tanques antitormenta y reforestación: hay que repensar las ciudades para la próxima DANA
Cuando el agua caía como una cascada sobre Paiporta, Aldaia o Alaquàs, los desagües y el alcantarillado no dieron abasto. Imagínese que alguien estuviera intentando verter un lago en un embudo de cocina. Tras el paso de la DANA, muchas ciudades españolas quedaron completamente desbordadas por las lluvias torrenciales, mientras en un día caía prácticamente todo lo que cae en un año entero. Durante eventos así, la red de alcantarillado se sobrecarga de tal manera que no solo se agravan las inundaciones en calles, garajes y sótanos, sino que infraestructuras esenciales son destruidas. Lo que ha sucedido en Valencia es la prueba. Y resalta la imperante necesidad de repensar las ciudades, modificar los planes urbanísticos e instalar más elementos de ingeniería civil y forestal alternativos.
A las 20:30 horas del día 29, Chiva recibía 491 litros por metro cuadrado en solo ocho horas. Se sobrepasó la capacidad de la red, resultando en un aumento del caudal que arrastraba todo a su paso. El peso y la presión del agua causó daños estructurales, algunas tuberías se agrietaron y rompieron, se produjeron filtraciones y hasta hundimiento del suelo. Además, el agua estancada arrastra lodo, residuos y otros materiales, que obstruyen aún más las vías de drenaje. Y cuando la red se desborda, esas aguas residuales se mezclan con las pluviales, dispersando bacterias y contaminando la ciudad. En pocas palabras, una catástrofe.
“¿Qué tenemos que construir para evitar lo próximo que venga?”. Eso mismo es lo que se preguntan ahora las autoridades valencianas y fue lo que se preguntó el Ayuntamiento de Alicante cuando, en septiembre de 2007, otra riada inundó su ciudad y una decena de pueblos cercanos. Aquella DANA también provocó el desbordamiento de dos ríos y de varios barrancos de la comarca de la Marina. Varios años después se inauguró el primer parque urbano inundable de España, con capacidad para millones de litros de agua.
El parque La Marjal es un depósito antitormenta al aire libre que también funciona como espacio verde en la playa de San Juan. Su ventaja reside en que cuenta con dos colectores, ubicados en las avenidas adyacentes con tendencia a inundarse, que recogen el agua procedente de las crecidas y la canalizan hasta el tanque del parque. Con 3,6 hectáreas de superficie inundable, es capaz de atrapar hasta 45.000 m3 de agua. Una cifra que no ha llegado a alcanzar nunca.
Otras ciudades españolas cuentan también con enormes sistemas de drenaje interiores pensados para el control de las inundaciones urbanas. En Barcelona, hay lo que algunas personas creen que son vestigios de un templo milenario abandonado, con filas y filas de columnas y caminos sinuosos que sostienen una enorme cueva bajo el parque Joan Miró. Esta cámara es en realidad uno de los depósitos de lluvia de la capital catalana, pionera en España en tanques antitormenta. Ahora tiene 15 repartidos por toda la ciudad, con capacidad conjunta de almacenamiento de 447.000 m3.
No es la única urbe española con estos depósitos. En Madrid, bajo los jardines de la Casa de Campo, existe uno similar para proteger al Manzanares. La mayoría de ciudades españolas se han basado en una de las maravillas de la ingeniería de Japón: un enorme tanque de agua que constituye la mayor defensa de Tokio contra las inundaciones. Otra curiosa “catedral” oculta a 22 metros bajo tierra que costó nada menos que 2.000 millones de euros y se tardó 13 años en construir. Lo que hace es aspirar agua de ríos pequeños y medianos en el norte de Tokio y la transfiere al río Edo, que puede manejar el volumen con mayor facilidad. Cuando uno de estos ríos se desborda, el agua cae a uno de los cinco enormes tanques cilíndricos de 70 metros de altura que se extienden a lo largo del canal.
La reforestación, la gran olvidada
“En inundaciones fluviales, hay toda una batería de medidas amplias que se pueden llevar a cabo para reducir tanto la peligrosidad como la vulnerabilidad: presas, encauzamientos, zonas de superficie, reforestación, parques inundables… Pero no hay algo que sea perfecto al 100%. Lo que se necesita es una combinación de soluciones”, explica a El Confidencial Félix Ramón Francés García, catedrático en Ingeniería Hidráulica de la Universidad Politécnica de Valencia.
El experto cree que la reforestacion es la gran olvidada de todo este asunto. “Es una medida demasiado cara y, aunque es totalmente necesaria, no conseguimos que se invierta en ella. El bosque no sólo es capaz de incrementar la capacidad de filtración, sino que la transpiración de las raices y la condición de humedad inicial del suelo hace que se absorba de manera contundente una tormenta”.
Los expertos señalan que para mitigar el efecto de lluvias torrenciales e inundaciones hace falta gestionar los ríos muchos kilómetros antes. Y la reforestación sirve para que el agua llegue más gradualmente al río durante la tormenta y que la crecida sea menos violenta. Según señala a este diario Eugenio Pellicer Armiñana, director de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Valencia, que las zonas aledañas a ríos o pantanos estén deforestados no ayuda en absoluto.
Pellicer incide en que contar solo con tanques antitormentas “no te va a servir de mucho, ya que solamente son medidas complementarias”. Cree que lo que se ha necesitado en el caso de Valencia es “un encauzamiento integral del Barranco del Poyo”, ya que gran parte no está totalmente encauzado: “Hay que preservar a la gente que vive en la huerta sur. Es una irresponsabilidad no llevar a cabo infraestructuras que pueden ayudar a salvar muchas vidas”.
El lío burocrático y la planificación urbanística
Ahora la pregunta es por qué todos estos proyectos no se llevan a cabo y, sin embargo, se sigue construyendo en zonas inundables. De hecho, entre las provincias de Valencia, Alicante y Murcia tienen más de 280.000 viviendas en estos terrenos. Con un futuro climático con cada vez más episodios de lluvias extremas, el debate de repensar los suelos urbanizables en llanuras de inundación es cada vez más reiterado, sobre todo al haberse permitido construir en áreas con este tipo de peligros sin la estricta supervisión de arquitectos y urbanistas.
“La financiación de las ciudades viene, en buena medida, del impuesto sobre bienes inmuebles. De manera que a los ayuntamientos lo que les beneficia es que haya muchos edificios y casas en su municipio. Antiguamente, los pueblos estaban construidos exactamente donde no se inundaba, por sabiduría popular. Pero a partir de los años 70 se empezó a construir en todos los términos municipales, aunque fueran zonas de riesgo”, explica Fernando Caballero Mendizabal, arquitecto y urbanista. “Lo que haría falta es un plan de urbanismo y un modelo coordinado donde estén todos los organismos: ayuntamientos, confederaciones hidrográficas, colegios de ingenieros... para determinar dónde se puede construir y dónde no. Y si algún ayuntamiento sale mal parado de ese reparto, que el resto de municipios le compensen. Así nos ahorraríamos tragedias como esta”.