Fátima Álvarez: «El pensamiento crítico exige esfuerzo y coraje, y tendemos a ser perezosos y cobardes»
Fátima Álvarez es profesora de Filosofía especializada en pensamiento crítico y ética. Su labor profesional ha estado siempre ligada a la capacidad transformadora de la educación, pero en los últimos años ha aplicado este bagaje al mundo de la empresa, formando a directivos para que fomenten en sus empresas el pensamiento crítico con una orientación ética. Autora del libro Por qué tomarse la empresa con filosofía (Plataforma Editorial), Álvarez va a dirigir una jornada de pensamiento crítico en la que las empresas de la agrupación Líderes con Propósito (Cepsa, Deloitte, Iberia, Ikea, Isdin, ISS, L'Oréal Group, Mahou San Miguel, Mapfre, McDonald's, Novartis, Salesfore, Santander, Telefónica, Tendam y Vocento) van a debatir sobre el indisoluble cuarteto que forman el propósito corporativo, el pensamiento crítico, el liderazgo humanista y la comunicación. Y en la que van a aprender a activar esas cuatro palancas que mejoran tanto la cultura empresarial como los beneficios de las compañías. -Empecemos por una pregunta simple para ponernos en contexto: ¿qué es el pensamiento crítico? -El pensamiento crítico es la capacidad de discernir. Pero va más allá de esa simple definición y obliga a fijarse en las actividades y actitudes que implica. -¿Por qué es tan importante? -Es importante si queremos llevar las riendas de nuestra vida. También puede ser que nos conformemos con ser pupilos, eternos menores de edad que se dejan conducir sin cuestionar nada. Porque, como dijo Kant, el pensamiento crítico exige esfuerzo y coraje, y tendemos a ser perezosos y cobardes. -¿Es una actitud vital? ¿Es cuestionarse todo? ¿Consiste, básicamente, en pensar que todas las cosas podrían hacerse de otra manera? ¿De una manera mejor? -Hay mucha gente que piensa que el término 'crítico' viene de criticar. Si fuera así, estaríamos sobrados de pensamiento crítico, pero no tiene nada que ver. 'Crítico' viene de cribar, de pasar por el tamiz, de tener criterio para distinguir y elegir. Cuando afirmamos de alguien que es una persona con criterio, ¿qué queremos decir? Pues que es alguien que sabe lo que hace porque sabe en qué se basa. Con ejemplos se ve mejor: cuando una empresa hace selección de personal establece unos criterios para cribar, o cuando un joven elige qué carrera estudiar valora todas las posibilidades analizando variables como la nota de acceso, la cercanía del centro, las salidas profesionales o si esos estudios le gustan. Esos criterios, a su vez, tienen que ser bien elegidos y priorizados. Todo ello implica tanto una actitud como una actividad. Hay que cuestionar y cuestionarse a uno mismo, hacerse preguntas, sopesar pros y contras… El pensamiento crítico es un ejercicio de esfuerzo y coraje que a veces no estamos dispuestos a hacer porque es más cómodo dejarse llevar y culpar a otros si algo sale mal. Así evitamos responsabilizarnos de nuestras acciones. -¿Se puede aprender a pensar de forma crítica? -Claro que se puede. El pensamiento crítico es una capacidad que podemos convertir en un desempeño. Todos podemos llegar a hablar otro idioma, pero eso no ocurre de forma automática, sino que hemos de pasar por un proceso de aprendizaje. Lo mismo ocurre con el pensamiento crítico. De ahí que no todos lo tengamos igualmente desarrollado. Lo hemos ido desarrollando, unos más y otros menos, en base a las enseñanzas recibidas y a nuestra curiosidad. No todos estamos en el mismo nivel. La buena noticia es que todos podemos mejorar, porque hay formas y metodologías para desarrollar el pensamiento crítico. -Muchos ligan el pensamiento crítico a la inteligencia. ¿Existe esa correlación? -Todos conocemos a gente inteligente, que sabe mucho y tiene mucha información pero que ni es cuestionadora ni abierta a otras perspectivas. Por eso decía antes que para comprender qué significa realmente el pensamiento crítico es necesario desplegar sus características. Una de ellas, que destaca Matthew Lipman, un gran estudioso del tema, es la autocorrección. Significa que cuando compartamos nuestro pensamiento con otras personas, tengamos la humildad intelectual suficiente para reconocer que a lo mejor otras posturas tienen más fundamento que la nuestra. Es algo difícilisimo, porque a menudo nos puede el ego. Supone una actitud abierta a los otros entendiendo que juntos podemos comprender mejor la realidad. De ahí que sea tan interesante trabajar el pensamiento crítico en grupo. -En estos tiempos hipertecnificados, en los que la inteligencia artificial y las TIC lo copan todo, ¿qué ventajas aporta el pensamiento crítico humano frente al de la IA? -Es más importante que nunca. Lo interesante de las nuevas tecnologías es que nos colocan ante un espejo. Ya no se trata de que nos hagan más fuertes o más veloces, sino que ahora entran en lo cognitivo usando el lenguaje natural. Por eso nos preguntamos qué nos diferencia de una máquina. Usamos la IA para lograr un objetivo de forma rápida y eficaz y que nos libere de carga de trabajo. Pero para que esa relación sea exitosa tenemos que ocuparnos de nuestro desarrollo y aportar conocimiento, criterio y atención cuando estamos delante de una pantalla. Es lo que nos permite dar buenas instrucciones y evaluar las respuestas. -En este sentido, ¿cuál va a ser el papel de las personas frente a los robots de la sociedad 5.0 que ya está aquí? -Nuestro papel será el que queramos tener. Podemos ser críticos o vasallos. Dependerá de si cultivamos nuestro desarrollo personal para que las nuevas tecnologías sean herramientas a nuestro servicio o si, por el contrario, nos dejamos llevar. Hemos de tener en cuenta que nuestro pensamiento es multidimensional. Lipman habla de tres dimensiones: pensamiento crítico, pensamiento creativo y pensamiento ético. Estas tres dimensiones se deben tocar entre sí y nos diferencian de los robots. El pensamiento crítico, concretamente, nos pemite hacernos preguntas, interpretar el actual contexto cambiante, ser conscientes de nuestros sesgos, construir buenos argumentos, elegir bien los criterios, autocorregirnos o pensar nuestro propio proceso de pensamiento. También nos permite ser, no solamente ser racionales, sino también razonables. Lo principal es que, además de resolver problemas, los seres humanos podemos decidir qué resolver, por qué, para qué, cómo y con qué consecuencias. -¿Cuál debería ser la relación entre los tecnólogos y los pensadores humanistas para crear una tecnología más ética y moral? -Una relación de colaboración estrecha. Los tecnológos se ocupan de la parte técnica mientras que las humanidades no van tanto a lo que hacemos sino a quiénes somos. La Filosofía, en concreto, aporta esa parte crítica y ética que sirve de base a una tecnología humanista. -Abandonando el plano personal, ¿qué ventajas competitivas aporta a la empresa el pensamiento crítico? ¿Hay relación entre este y el rendimiento empresarial? -Muchas. Primero, porque si un líder cultiva su pensamiento crítico y lo fomenta en su equipo aprovechará toda esa inteligencia colectiva. Segundo, porque evita con ello el pensamiento de grupo, que es enormemente estéril y uno de los riesgos presentes en los Consejos de Administración, Y tercero., porque el pensamiento crítico se toca con las otras dos esferas de nuestro pensamiento: colabora con la creatividad y, al guiarse por principios éticos, contribuye a entornos más justos y colaborativos, generando un impacto positivo en los empleados y en la sociedad. -¿El concepto de pensamiento crítico es diferente en el contexto empresarial que en el personal? -La empresa la hacen personas. De hecho, una empresa es un conjunto de personas que trabajan para otras personas. Por lo tanto, el pensamiento crítico está en cada una de ellas y en el resultado de su interacción. Hay que tener presente que el carácter es a la persona lo que la cultura a la empresa. Por eso, si las personas que la conforman tienen un buen desarrollo de su pensamiento crítico y los líderes le dan espacio, este estará presente en la cultura empresarial con todos sus beneficios. -¿Por qué el pensamiento crítico es fundamental para la toma de decisiones en las empresas? -Porque te ayuda a decidir mejor. Y eso es por el hecho de que te haces consciente de los valores que te mueven, sabes interpretar el contexto en el que te encuentras, te apoyas en los hechos, eliges adecuadamente los criterios que te permiten elegir y argumentas tu decisión para alcanzar el objetivo. -¿Y eso cómo se relaciona con el propósito? -Se relaciona tanto como que, en los casos en los que dudas qué hacer, es el pensamiento crítico el que te permite cuestionarte y enlazarte al sentido ético que implica tu propósito para que tu decisión no lo traicione. -¿Qué papel juegan los líderes en la promoción de un entorno de pensamiento crítico dentro de una organización? -De ellos depende. Es más, si una empresa se plantea apostar por el desarrollo del pensamiento crítico, lo suyo sería que fuese en cascada, comenzando por el Consejo de Administración. ¿Por qué? Porque unos abren la veda a los siguientes. -¿En el pensamiento crítico, el diálogo y la introspección son las herramientas clave para los buenos líderes, ya que estos tienen que estar en completa sintonía con las necesidades de sus equipos y de las comunidades en las que desarrollan su actividad sus empresas? -Efectivamente. De hecho, yo trabajo el desarrollo del pensamiento crítico a través del diálogo, distinguiendo el diálogo claramente del debate. El diálogo implica una actitud abierta donde no se trata de ganar sino de comprender. Es colaborativo, porque acoge las distintas perspectivas que desde su diversidad suman a un mismo fin. -¿Pueden la filosofía y el pensamiento crítico, con la inestimable brújula moral que supone el propósito, ayudar a resolver conflictos dentro de una empresa? -Claro que puede. Es más, puede convertir un conflicto en un problema. ¿Qué diferencia hay entre uno y otro? Esta distinción la aclara muy bien José Antonio Marina. En el conflicto se busca la victoria derrotando al opositor, mientras en el problema se busca que la compatibilidad de ambas partes sea posible. Esas partes tienen un problema en común y tratan de resolverlo. Si examinamos una situación como un conflicto, se cerrará en falso aplazando la solución. Si la examinamos como un problema, la solución será pacifíca. De esta forma casa con el trabajo colaborativo que hemos mencionado antes. -¿A qué desafíos se enfrentan las empresas con estructuras poco flexibles al intentar introducir el pensamiento crítico en su día a día? -Apostar por el pensamiento crítico es propio de empresas que tienen una mirada larga y que se dan cuenta, por ejemplo, de lo necesario que será para que sus empleados tengan una relación exitosa con la IA ya que aportan el plus que los diferencia. Es atractivo para aquellas que tienen claro que la autonomía, la flexibilidad y la confianza son cada vez más demandadas por los empleados. Que saben que para atraer y fidelizar el talento esos empleados buscan entornos estimulantes donde puedan desarrollarse y en los que encuentren sentido a su trabajo. Es propio, por tanto, de empresas que quieren dar ese paso al frente de adaptarse a lo que estos tiempos les demandan. El mayor desafío para ellas es dar ese primer paso. El resto se va construyendo. -¿Qué herramientas prácticas recomiendas para fomentar el pensamiento crítico entre los empleados? Lo principal es desarrollar una actitud cuestionadora, ahora más necesaria que nunca, por la paradoja de la desinformación en la que nos encontramos en medio del exceso de información. Analizar la realidad sin acomodarnos en lo que se nos da por hecho o establecido. Aprender el arte de elaborar buenas preguntas e indagar en ellas repreguntándonos. Ser conscientes de la limitación a la que nos llevan nuestros propios sesgos y prejuicios que distorsionan lo que vemos. Detectar los buenos criterios y saber justificarlos. Todo ello para decidir mejor. -¿Cuáles son tus expectativas sobre el futuro de las empresas en relación con el pensamiento crítico? -Soy optimista. Creo que, precisamente por el despliegue de las nuevas tecnologías, cada vez hay más empresas que se dan cuenta de que el punto diferencial no está en lo que las máquinas puedan hacer, sino en lo que sus empleados puedan aportar en su interacción con ellas. La primera reacción puede ser limitarse al manejo técnico de la inteligencia artificial, pero si no partimos del desarrollo de las capacidades humanas, estaremos uniformados. Para ir más allá, las personas tienen que ir más allá. -En estos tiempos en los que las métricas son la base para todo, ¿cómo puede una empresa medir el impacto de un enfoque filosófico en su cultura organizacional? -Aún no hemos llegado a ese punto de hablar de un enfoque filosófico en genérico. porque apenas se están dando los primeros pasos. Aunque sí hay iniciativas de medir el liderazgo ético o el punto en que se encuentra una empresa respecto a su propósito. La importancia de apuntar a empresas más humanistas va calando. Es de sentido común pensar que cuando hay culturas con más flexibilidad, con un entorno de trabajo más colaborativo y las personas pueden desarrollar sus capacidades, el grado de satisfacción y compromiso aumenta. De hecho, se sabe que especialmente los jóvenes buscan un sentido en el trabajo ligado a saber que aprenden, aportan y son parte, es decir, participan. -En su libro 'Por qué tomarse la empresa con Filosofía' señala que valores como la justicia y el cuidado deben estar en el centro de la actividad empresarial, y no solo los intereses económicos. ¿Qué consiguen las corporaciones cuando estos valores se sitúan en el núcleo de su actividad? -En mi libro expongo la justicia y el cuidado como dos valores radicales, es decir, que han de estar en la raíz de la cultura de toda empresa, en su quehacer diario. Son, además, dos valores complementarios que salvaguardan la dignidad de las personas a través de condiciones justas y la sostenibilidad a través de su cuidado. De hecho, cuando hablamos de empresas con propósito hablamos de empresas que buscan el beneficio económico, como es lógico, pero sin instrumentalizar a las personas; es decir, considerándolas como un fin y no como un medio. Y que además elevan el cuidado al plano social en la medida que también buscan un impacto y un legado positivo en la sociedad. -¿Eso significa poner el bienestar de empleados y clientes en el centro? -Por supuesto. Siempre digo que hablar de poner a las personas en el centro se ha convertido en un mantra en las empresas, que por su exceso de uso se vacía de contenido. Las personas históricamente siempre han estado en el centro, también para explotarlas. Lo fundamental no es ponerlas en el centro, sino cómo las ponemos y para ello son precisos la justicia y el cuidado. -¿Esa visión a largo plazo que les exigimos a las empresas con propósito, que va más allá de la mera búsqueda de beneficios inmediatos, acaba mejorando su productividad y su impacto social? -Las empresas son grupos de personas que trabajan para personas y las relaciones humanas se asientan sobre la justicia y el cuidado mutuo. Y , por supuesto, el grado de satisfacción de todas las partes contribuye a la mejora de la productividad y a un impacto social positivo.
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Fátima Álvarez: «El pensamiento crítico exige esfuerzo y coraje, y tendemos a ser perezosos y cobardes»
Fátima Álvarez es profesora de Filosofía especializada en pensamiento crítico y ética. Su labor profesional ha estado siempre ligada a la capacidad transformadora de la educación, pero en los últimos años ha aplicado este bagaje al mundo de la empresa, formando a directivos para que fomenten en sus empresas el pensamiento crítico con una orientación ética. Autora del libro Por qué tomarse la empresa con filosofía (Plataforma Editorial), Álvarez va a dirigir una jornada de pensamiento crítico en la que las empresas de la agrupación Líderes con Propósito (Cepsa, Deloitte, Iberia, Ikea, Isdin, ISS, L'Oréal Group, Mahou San Miguel, Mapfre, McDonald's, Novartis, Salesfore, Santander, Telefónica, Tendam y Vocento) van a debatir sobre el indisoluble cuarteto que forman el propósito corporativo, el pensamiento crítico, el liderazgo humanista y la comunicación. Y en la que van a aprender a activar esas cuatro palancas que mejoran tanto la cultura empresarial como los beneficios de las compañías. -Empecemos por una pregunta simple para ponernos en contexto: ¿qué es el pensamiento crítico? -El pensamiento crítico es la capacidad de discernir. Pero va más allá de esa simple definición y obliga a fijarse en las actividades y actitudes que implica. -¿Por qué es tan importante? -Es importante si queremos llevar las riendas de nuestra vida. También puede ser que nos conformemos con ser pupilos, eternos menores de edad que se dejan conducir sin cuestionar nada. Porque, como dijo Kant, el pensamiento crítico exige esfuerzo y coraje, y tendemos a ser perezosos y cobardes. -¿Es una actitud vital? ¿Es cuestionarse todo? ¿Consiste, básicamente, en pensar que todas las cosas podrían hacerse de otra manera? ¿De una manera mejor? -Hay mucha gente que piensa que el término 'crítico' viene de criticar. Si fuera así, estaríamos sobrados de pensamiento crítico, pero no tiene nada que ver. 'Crítico' viene de cribar, de pasar por el tamiz, de tener criterio para distinguir y elegir. Cuando afirmamos de alguien que es una persona con criterio, ¿qué queremos decir? Pues que es alguien que sabe lo que hace porque sabe en qué se basa. Con ejemplos se ve mejor: cuando una empresa hace selección de personal establece unos criterios para cribar, o cuando un joven elige qué carrera estudiar valora todas las posibilidades analizando variables como la nota de acceso, la cercanía del centro, las salidas profesionales o si esos estudios le gustan. Esos criterios, a su vez, tienen que ser bien elegidos y priorizados. Todo ello implica tanto una actitud como una actividad. Hay que cuestionar y cuestionarse a uno mismo, hacerse preguntas, sopesar pros y contras… El pensamiento crítico es un ejercicio de esfuerzo y coraje que a veces no estamos dispuestos a hacer porque es más cómodo dejarse llevar y culpar a otros si algo sale mal. Así evitamos responsabilizarnos de nuestras acciones. -¿Se puede aprender a pensar de forma crítica? -Claro que se puede. El pensamiento crítico es una capacidad que podemos convertir en un desempeño. Todos podemos llegar a hablar otro idioma, pero eso no ocurre de forma automática, sino que hemos de pasar por un proceso de aprendizaje. Lo mismo ocurre con el pensamiento crítico. De ahí que no todos lo tengamos igualmente desarrollado. Lo hemos ido desarrollando, unos más y otros menos, en base a las enseñanzas recibidas y a nuestra curiosidad. No todos estamos en el mismo nivel. La buena noticia es que todos podemos mejorar, porque hay formas y metodologías para desarrollar el pensamiento crítico. -Muchos ligan el pensamiento crítico a la inteligencia. ¿Existe esa correlación? -Todos conocemos a gente inteligente, que sabe mucho y tiene mucha información pero que ni es cuestionadora ni abierta a otras perspectivas. Por eso decía antes que para comprender qué significa realmente el pensamiento crítico es necesario desplegar sus características. Una de ellas, que destaca Matthew Lipman, un gran estudioso del tema, es la autocorrección. Significa que cuando compartamos nuestro pensamiento con otras personas, tengamos la humildad intelectual suficiente para reconocer que a lo mejor otras posturas tienen más fundamento que la nuestra. Es algo difícilisimo, porque a menudo nos puede el ego. Supone una actitud abierta a los otros entendiendo que juntos podemos comprender mejor la realidad. De ahí que sea tan interesante trabajar el pensamiento crítico en grupo. -En estos tiempos hipertecnificados, en los que la inteligencia artificial y las TIC lo copan todo, ¿qué ventajas aporta el pensamiento crítico humano frente al de la IA? -Es más importante que nunca. Lo interesante de las nuevas tecnologías es que nos colocan ante un espejo. Ya no se trata de que nos hagan más fuertes o más veloces, sino que ahora entran en lo cognitivo usando el lenguaje natural. Por eso nos preguntamos qué nos diferencia de una máquina. Usamos la IA para lograr un objetivo de forma rápida y eficaz y que nos libere de carga de trabajo. Pero para que esa relación sea exitosa tenemos que ocuparnos de nuestro desarrollo y aportar conocimiento, criterio y atención cuando estamos delante de una pantalla. Es lo que nos permite dar buenas instrucciones y evaluar las respuestas. -En este sentido, ¿cuál va a ser el papel de las personas frente a los robots de la sociedad 5.0 que ya está aquí? -Nuestro papel será el que queramos tener. Podemos ser críticos o vasallos. Dependerá de si cultivamos nuestro desarrollo personal para que las nuevas tecnologías sean herramientas a nuestro servicio o si, por el contrario, nos dejamos llevar. Hemos de tener en cuenta que nuestro pensamiento es multidimensional. Lipman habla de tres dimensiones: pensamiento crítico, pensamiento creativo y pensamiento ético. Estas tres dimensiones se deben tocar entre sí y nos diferencian de los robots. El pensamiento crítico, concretamente, nos pemite hacernos preguntas, interpretar el actual contexto cambiante, ser conscientes de nuestros sesgos, construir buenos argumentos, elegir bien los criterios, autocorregirnos o pensar nuestro propio proceso de pensamiento. También nos permite ser, no solamente ser racionales, sino también razonables. Lo principal es que, además de resolver problemas, los seres humanos podemos decidir qué resolver, por qué, para qué, cómo y con qué consecuencias. -¿Cuál debería ser la relación entre los tecnólogos y los pensadores humanistas para crear una tecnología más ética y moral? -Una relación de colaboración estrecha. Los tecnológos se ocupan de la parte técnica mientras que las humanidades no van tanto a lo que hacemos sino a quiénes somos. La Filosofía, en concreto, aporta esa parte crítica y ética que sirve de base a una tecnología humanista. -Abandonando el plano personal, ¿qué ventajas competitivas aporta a la empresa el pensamiento crítico? ¿Hay relación entre este y el rendimiento empresarial? -Muchas. Primero, porque si un líder cultiva su pensamiento crítico y lo fomenta en su equipo aprovechará toda esa inteligencia colectiva. Segundo, porque evita con ello el pensamiento de grupo, que es enormemente estéril y uno de los riesgos presentes en los Consejos de Administración, Y tercero., porque el pensamiento crítico se toca con las otras dos esferas de nuestro pensamiento: colabora con la creatividad y, al guiarse por principios éticos, contribuye a entornos más justos y colaborativos, generando un impacto positivo en los empleados y en la sociedad. -¿El concepto de pensamiento crítico es diferente en el contexto empresarial que en el personal? -La empresa la hacen personas. De hecho, una empresa es un conjunto de personas que trabajan para otras personas. Por lo tanto, el pensamiento crítico está en cada una de ellas y en el resultado de su interacción. Hay que tener presente que el carácter es a la persona lo que la cultura a la empresa. Por eso, si las personas que la conforman tienen un buen desarrollo de su pensamiento crítico y los líderes le dan espacio, este estará presente en la cultura empresarial con todos sus beneficios. -¿Por qué el pensamiento crítico es fundamental para la toma de decisiones en las empresas? -Porque te ayuda a decidir mejor. Y eso es por el hecho de que te haces consciente de los valores que te mueven, sabes interpretar el contexto en el que te encuentras, te apoyas en los hechos, eliges adecuadamente los criterios que te permiten elegir y argumentas tu decisión para alcanzar el objetivo. -¿Y eso cómo se relaciona con el propósito? -Se relaciona tanto como que, en los casos en los que dudas qué hacer, es el pensamiento crítico el que te permite cuestionarte y enlazarte al sentido ético que implica tu propósito para que tu decisión no lo traicione. -¿Qué papel juegan los líderes en la promoción de un entorno de pensamiento crítico dentro de una organización? -De ellos depende. Es más, si una empresa se plantea apostar por el desarrollo del pensamiento crítico, lo suyo sería que fuese en cascada, comenzando por el Consejo de Administración. ¿Por qué? Porque unos abren la veda a los siguientes. -¿En el pensamiento crítico, el diálogo y la introspección son las herramientas clave para los buenos líderes, ya que estos tienen que estar en completa sintonía con las necesidades de sus equipos y de las comunidades en las que desarrollan su actividad sus empresas? -Efectivamente. De hecho, yo trabajo el desarrollo del pensamiento crítico a través del diálogo, distinguiendo el diálogo claramente del debate. El diálogo implica una actitud abierta donde no se trata de ganar sino de comprender. Es colaborativo, porque acoge las distintas perspectivas que desde su diversidad suman a un mismo fin. -¿Pueden la filosofía y el pensamiento crítico, con la inestimable brújula moral que supone el propósito, ayudar a resolver conflictos dentro de una empresa? -Claro que puede. Es más, puede convertir un conflicto en un problema. ¿Qué diferencia hay entre uno y otro? Esta distinción la aclara muy bien José Antonio Marina. En el conflicto se busca la victoria derrotando al opositor, mientras en el problema se busca que la compatibilidad de ambas partes sea posible. Esas partes tienen un problema en común y tratan de resolverlo. Si examinamos una situación como un conflicto, se cerrará en falso aplazando la solución. Si la examinamos como un problema, la solución será pacifíca. De esta forma casa con el trabajo colaborativo que hemos mencionado antes. -¿A qué desafíos se enfrentan las empresas con estructuras poco flexibles al intentar introducir el pensamiento crítico en su día a día? -Apostar por el pensamiento crítico es propio de empresas que tienen una mirada larga y que se dan cuenta, por ejemplo, de lo necesario que será para que sus empleados tengan una relación exitosa con la IA ya que aportan el plus que los diferencia. Es atractivo para aquellas que tienen claro que la autonomía, la flexibilidad y la confianza son cada vez más demandadas por los empleados. Que saben que para atraer y fidelizar el talento esos empleados buscan entornos estimulantes donde puedan desarrollarse y en los que encuentren sentido a su trabajo. Es propio, por tanto, de empresas que quieren dar ese paso al frente de adaptarse a lo que estos tiempos les demandan. El mayor desafío para ellas es dar ese primer paso. El resto se va construyendo. -¿Qué herramientas prácticas recomiendas para fomentar el pensamiento crítico entre los empleados? Lo principal es desarrollar una actitud cuestionadora, ahora más necesaria que nunca, por la paradoja de la desinformación en la que nos encontramos en medio del exceso de información. Analizar la realidad sin acomodarnos en lo que se nos da por hecho o establecido. Aprender el arte de elaborar buenas preguntas e indagar en ellas repreguntándonos. Ser conscientes de la limitación a la que nos llevan nuestros propios sesgos y prejuicios que distorsionan lo que vemos. Detectar los buenos criterios y saber justificarlos. Todo ello para decidir mejor. -¿Cuáles son tus expectativas sobre el futuro de las empresas en relación con el pensamiento crítico? -Soy optimista. Creo que, precisamente por el despliegue de las nuevas tecnologías, cada vez hay más empresas que se dan cuenta de que el punto diferencial no está en lo que las máquinas puedan hacer, sino en lo que sus empleados puedan aportar en su interacción con ellas. La primera reacción puede ser limitarse al manejo técnico de la inteligencia artificial, pero si no partimos del desarrollo de las capacidades humanas, estaremos uniformados. Para ir más allá, las personas tienen que ir más allá. -En estos tiempos en los que las métricas son la base para todo, ¿cómo puede una empresa medir el impacto de un enfoque filosófico en su cultura organizacional? -Aún no hemos llegado a ese punto de hablar de un enfoque filosófico en genérico. porque apenas se están dando los primeros pasos. Aunque sí hay iniciativas de medir el liderazgo ético o el punto en que se encuentra una empresa respecto a su propósito. La importancia de apuntar a empresas más humanistas va calando. Es de sentido común pensar que cuando hay culturas con más flexibilidad, con un entorno de trabajo más colaborativo y las personas pueden desarrollar sus capacidades, el grado de satisfacción y compromiso aumenta. De hecho, se sabe que especialmente los jóvenes buscan un sentido en el trabajo ligado a saber que aprenden, aportan y son parte, es decir, participan. -En su libro 'Por qué tomarse la empresa con Filosofía' señala que valores como la justicia y el cuidado deben estar en el centro de la actividad empresarial, y no solo los intereses económicos. ¿Qué consiguen las corporaciones cuando estos valores se sitúan en el núcleo de su actividad? -En mi libro expongo la justicia y el cuidado como dos valores radicales, es decir, que han de estar en la raíz de la cultura de toda empresa, en su quehacer diario. Son, además, dos valores complementarios que salvaguardan la dignidad de las personas a través de condiciones justas y la sostenibilidad a través de su cuidado. De hecho, cuando hablamos de empresas con propósito hablamos de empresas que buscan el beneficio económico, como es lógico, pero sin instrumentalizar a las personas; es decir, considerándolas como un fin y no como un medio. Y que además elevan el cuidado al plano social en la medida que también buscan un impacto y un legado positivo en la sociedad. -¿Eso significa poner el bienestar de empleados y clientes en el centro? -Por supuesto. Siempre digo que hablar de poner a las personas en el centro se ha convertido en un mantra en las empresas, que por su exceso de uso se vacía de contenido. Las personas históricamente siempre han estado en el centro, también para explotarlas. Lo fundamental no es ponerlas en el centro, sino cómo las ponemos y para ello son precisos la justicia y el cuidado. -¿Esa visión a largo plazo que les exigimos a las empresas con propósito, que va más allá de la mera búsqueda de beneficios inmediatos, acaba mejorando su productividad y su impacto social? -Las empresas son grupos de personas que trabajan para personas y las relaciones humanas se asientan sobre la justicia y el cuidado mutuo. Y , por supuesto, el grado de satisfacción de todas las partes contribuye a la mejora de la productividad y a un impacto social positivo.